Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

miércoles, 23 de enero de 2013

Freud en Munro






A través de ritos tremebundos,
una noche de invierno, con un brujo,
logramos que el maestro Segismundo,
se acercara a nosotros, sin tapujos,
en la más que misteriosa estación Munro.
Presentose el susodicho de alpargata,
chalina, traje negro,  hablar rotundo.
Tomo asiento, nos trató de papanatas,
“Traerme a este barrio moribundo”
Le dijimos de su extraña indumentaria,
contestó Sigmund, muy fecundo:
“Al iniciar la vida planetaria,
me hice amigo de gente más que amena,
algunos de textura estrafalaria,
otros  que bien valen  un poema.
El que brilla con propia luminaria,
y en los cielos es la crema de la crema,
Gardel, de prestancia nobiliaria,
y  sonrisa a toda hora, sin problema.
Carlitos  consultó sobre su madre,
abandonado por ella en casa ajena.
Me crié en la calle, sin compadres,
viviendo situaciones más que extremas.
Mi única creencia fue el gran tango,
me acompaña desde siempre, como emblema.
Le dije a Carlitos con que rango,
de su madre sentía un anatema.
Contestó: No querría ser guarango,
 a  la vieja la rechazo por blasfema.
El tango es nostalgia de la drema,
respondí al cantante, desde el fango,
de la vida carenciada que te quema.
¿Qué debo hacer si estoy herido?
preguntó  Carlitos compungido.
Buscar el perdón, aunque esto duela,
si tu vieja fue una turra, es el olvido,
y el pasado meterlo en duermevela.
Anestesiar la bronca, y  dolorido,
hacer de la ofensa una novela,
terminada para siempre, perimido,
y volver con la madre-mujerzuela,
olvidarse de todo,  aunque abatido,
dormir  en paz, la vida en acuarela”.
¿-Y su madre? a Segis  preguntamos:
“Amalia se llama, es castañuela.
Estamos habitando el mismo  cielo.
Le conté mis progresos sin cautela,
explicando el alma humana como un vuelo,
y como amor y muerte son gemelas,
disfruto de mi vieja sin consuelo,
como Carlos es feliz, sin las secuelas,
del olvido sufrido, fin del duelo.
Felices, contentos, sin estelas,
con paz en el alma, sin revuelo.
Sin más trámite el gran mágico  de Viena,
se esfumó en la noche, expeditivo.
Quedé solo con angustia  extraterrena,
en la vieja estación Munro; pensativo.

miércoles, 16 de enero de 2013


Carlos Gardel en la hoguera





Hijo del amor, el francesito,
nació en Toulouse, la ciudad rosa,
de madre soltera y laboriosa,
Doña Berta, y de ignoto jovencito.
Tomaron el vapor para estos aires,
cuando Charles Romuald era un infante,
llegaron andrajosos,  sin donaire,
a una ciudad azul, electrizante.
Se crío el niño en el Abasto,
barrio bravo de yiros  y ladrones,
a Carlitos le gustaba el entrevero,
de ese barrio de guapos, sin santones.
(El amor a la vieja era severo).
Se hizo cantor el francesito
y talló muy bien entre  los tauras,
que cantaban con alma de exquisitos,
pero solo Carlitos tenía el aura.
En barrocos quilombos de Varela,
comenzó su carrera prodigiosa,
de artista total, con mucha tela,
y cantor de garganta milagrosa,
con registro de bajo hasta zarzuela,
Seductor de mujeres  cariñosas,
que besaban al Morocho noche y día,
su voz se asociaba, religiosa,
con la voz de Dios y su poesía.
Esa muestra de amor hacia Carlitos,
Cayó mal en la alta clerecía,
Y a partir de ese instante, tan penoso,
comenzó la cuenta regresiva.
Fue Pacelli emisario del luctuoso,
destino de la parca educativa,
decisión de Cardenal facineroso,
que marcó temprana muerte, imperativa.
Como Bruno, acercose irrespetuoso,
al reino y dominio Vaticano,
En la hoguera debe arder, meticuloso,
como ejemplo de cantor anticristiano.
Un agente secreto lo acompaña,
en su última gira, en aeroplano.
Da la orden, el Obispo, una alimaña,
y arde Carlos como mártir wagneriano.
La muerte del Morocho los alegra,
a la corte de corruptos Cardenales,
se emborrachan y sacando los puñales,
se acuchillan como perros de la guerra,
entre santos e imágenes florales.