El Sr. Musante es un destacado integrante de la cátedra del café.
Sus conocimientos de tango tienen un valor agregado por el hecho de que Musante estuvo muerto 22 años. En su viaje por el otro mundo conoció a mucha gente que ya no está; en eso consiste su saber inigualable. En el cielo tomó mate con Arolas, Greco y Alfredito Lepera.
Por eso, cuando Musante habla, en el café el silencio es absoluto.
Una mañana preguntó uno:-Musante, ¿Cómo anda?
Respondió:-Reponiéndome de la muerte.
-Cuente de alguno que conoció en el otro mundo, dijo el rengo
-Voy a contar sobre un agente inglés que se hizo un gran tanguero.
Y arrancó Musante: “Hubo un personaje singular que estuvo en la Argentina en el siglo IXX. Me lo presentó Vicente Greco en el Café “El Pensamiento”, lugar de encuentro de tangueros después de la muerte. Se llama Richard Francis Burton, tiene el grado de Capitán, y estuvo en la guerra del Paraguay.
En el café Burton contó que lo había conocido a Justo José de Urquiza.
Yo estaba destinado en el Consulado Inglés de San Pablo, en Brasil, contó Burton, y me dieron la orden de trasladarme a Buenos Aires, para entrar al Paraguay con la retaguardia de las tropas. Desde Buenos Aires fui en barco a Entre Ríos y estuve unos días en el Palacio San José invitado por Urquiza.
Una noche contó la batalla de Caseros y que los brasileños, que formaban parte de sus tropas, introdujeron la milonga en Buenos Aires.
La palabra es africana, de la etnía de los quimbunda. Y prendió en la banda Oriental y en Buenos Aires. Esto se lo cuento porque en este lugar sagrado me hice tanguero, y estoy investigando sobre el origen de vuestra música popular. Urquiza tiene perfil de tanguero, continuó Burton.
Piense, Musante, que se sentaba en su caballo tomando mate mientras cientos de enemigos rendidos eran degollados. El miraba la carnicería con ojitos soñadores. Un melancólico total. Me lo he cruzado por acá y lo he invitado a las tertulias de tangueros. No viene porque dice que el tango lo entristece.
Tiene, Urquiza, la emoción a flor de piel. Una noche en su palacio, conversando en la sobremesa, sus amigos le dijeron que la corona del Emperador de Brasil, Pedro II, debía pasar a su cabeza. Urquiza escuchó en frío y abstraído silencio, profundo y solemne. Después lloró como una mujer.
Volviendo a la milonga, con el Paraguay destrozado, los desertores se establecieron en el Gran Chaco, formando un amplio quilombo o establecimiento de fugitivos, donde brasileños y argentinos, orientales y paraguayos vivían juntos en mutua amistad y enemistad con el resto del mundo, unidos por el ritmo universal de la milonga.
Y en el quilombo del Gran Chaco estaba latente el tango.
Continuó el Capitán:-Musante, le quiero presentar a un amigo muy querido protagonista de un tango memorable de Don Enrique Cadícamo. Se trata de “Olvidado”. Y dirigiéndose a un criollo que tomaba ginebra en otra mesa dijo:-Contreras acercate que te quiero presentar. El criollo, con el vaso en su mano izquierda me extendió la derecha:-Contreras, para servirlo, dijo. Se que no soy querido por algunos poetas del café que usted frecuenta, pero son cosas que pasan. Me asesinaron el día que me casé. En medio de la fiesta apareció uno para llevarse a mi esposa y yo la defendí.
Juan Luz Mala me apuñaló y agonizando le dije a mi china:
Llévame unas flores, vení a visitarme,
la tierra es muy fría pa’estar olvidao,
Adiosito gaucha, te estaré esperando,
me voy apagando de puro finao.
¿-Y ella lo visitó? pregunté.
-Nunca, respondió Contreras. Jamás vino al cementerio.
-Entonces yo que tengo que decir, apuntó Burton. –Traduje al inglés “El libro de las mil y una noches”, y el “Kama Sutra”. El día de mi muerte, mi mujer quemó todos mis manuscritos y traducciones que tenía para publicar. Me consideraba el demonio. Pero hay que perdonar, continúo Burton.
Yo perdoné, dijo Contreas.
¿-Como hizo para desprenderse de la bronca? pregunté.
-Escuchando radio, contestó Contreras.
Primero con las audiciones del “Ñato Desiderio”, con Mario Fortuna. Después con “Gran Pensión el Campeonato”, creación de Enrique Dátilo.
-Burton nos aconsejó escuchar la radio para ser felices de nuevo, y así fue, dijo Contreras.
-¿Escuchaban programas de radio? pregunté.
-No nos perdíamos una audición, contestó Burton. La emoción era general cuando en la mañana del domingo se oía la voz de doña Asociación:
A los clubes, a la afición,
que a mi lado congregué,
saluda con emoción,
Asociación balompié.
Y el cierre final:
Sigan por ese camino
que la vieja Asociación,
hará ganar los partidos,
con la justicia y razón.
Concluyó Burton:-Cuando terminaba "Gran Pensión el Campeonato" el cielo era una fiesta.