Reunión informal de la Cátedra del Café una noche de verano.
-La cuestión pasa por establecer de una vez y para siempre cuales son los cinco poetas más grandes del tango, dijo Don Julio Paredes, el vate del barrio.
El rengo, dirigiéndose al Sr. Musante preguntó:-Usted nos puede orientar.
¿-Sobre qué? Contestó Musante.
-Cuales son los poetas favoritos de Carlos Gardel. Siempre dice que cuando estuvo fallecido Gardel lo honró con su amistad. Debe saber entonces que opina el Zorzal al respecto, concluyó burlón.
Julio Paredes, conciliador, intervino:-Estuvimos noches pasadas con Julio Jorge Nelson. Le manda saludos. Cuando le contamos que lo conocíamos manifestó que Gardel lo apreciaba pero que usted tuvo la desafortunada ocurrencia de resucitar.
-Fue un grave error, dijo Musante.
-Nelson concuerda con usted, continuó Paredes.
¿-Que dijo?
-Que los que vuelven se encuentran desorientados durante años. Cuando logran ubicarse se mueren de nuevo.
-Me lo temía, susurró el Sr. Musante.
-Vayamos al grano, continuó Paredes. ¿Gardel le dijo cuales eran sus poetas preferidos?
Laferlita, el tordo inconsolable, escuchaba emocionado.
-A Gardel le gustan Discépolo y Cadícamo, sobre todo este último del que es gran amigo. De otros, de manera concreta, no recuerdo, dijo Musante.
¿-Porque no invocamos a Nelson para que aclare los tantos?, masculló Locuco, el vidente.
-Hágalo venir, ordenó Paredes.
Segundos después se materializó Don Julio Jorge Nelson en el café diciendo:-A través del tiempo y la distancia perdura su nombre como el más auténtico símbolo de nuestro arte menor. Carlos Gardel, el bronce que sonríe.
Aca estoy nuevamente muchachos, ustedes me llamaron. ¿Musante como anda? exclamó Don Julio Jorge con verdadero afecto.
-Reponiéndome de la muerte, contestó Musante.
-Un tema ingrato, respondió Nelson.
Paredes interrumpió diciendo:-Nelson, estamos haciendo una investigación sobre los cinco mejores poetas de tango. Queremos su opinión y saber cual es la de Gardel. Nosotros creemos que Discépolo fue el más grande.
-Por su profundidad metafísica, acotó Nelson. Estoy de acuerdo y Gardel también. Los otros podrían ser Cadícamo, Manzi, Expósito y Cátulo Castillo.
-Hay que fijar un criterio y ordenarlos, afirmó Paredes.
¿-Lo dejan afuera a Don Alfredo Lepera? Preguntó compungido el Dr.Laferlita.
-Lepera fue coyuntural y al morirse a los 35 años no pudimos conocer su verdadero potencial, afirmó Paredes.
-Vincenzo Bellini murió a los 33 años y ya era un grande. Había compuesto “Norma”, entre otras. Su argumento sobre la edad carece de asidero, contestó Laferlita.
-Entonces lo ubicamos en el sexto lugar, dijo Paredes.
¿-Carlos Lucero no figura? Preguntó el rengo.
-Vos sos rengo mental, contestó Paredes. -Como podes comparar al autor de “Cambalache” con “Cucusita”.
“Usted no me conoce, me llamo Cucusita, y tengo una hermanita que no puede caminar,” recitó el rengo y agregó:-Está muy bien escrito.
-Continuemos, dijo Paredes visiblemente irritado.
-En primer lugar es de Discépolo de manera indiscutible, dijo Nelson. Para quien es el segundo lugar.
-Para Homero Manzi, contestó Paredes.
-Homero Expósito me parece superior, dijo Musante.
-El segundo lugar es de Manzi y no admito discusiones. Manzi sacó el tango del quilombo y lo llevó a la vereda, al barrio y a los malvones.
-De acuerdo, dijo Laferlita.
-Yo también estoy de acuerdo, afirmó el vidente Locuco.
-El tercero es Don Homero Expósito, afirmó Paredes.
Todos estuvieron de acuerdo.
-El cuarto es Cadícamo, dijo Don Julio Jorge Nelson.
-No, por favor, contestó Paredes.
¿Por qué no? Preguntó Nelson.
-Porque escribió ese mamarracho llamado “Tengo mil novias”, que popularizó el subnormal de Enrique Rodríguez, con su cantor Armando Moreno.
El cuarto es Cátulo Castillo, que además tuvo el honor de cerrar el tango para siempre con “La última curda”, en 1956.
-El quinto es Cadícamo, dijo Laferlita.
-Es el quinto, contestó Paredes.
-Entonces la lista definitiva sería Discepolo, Manzi, Expósito, Castillo, Cadícamo, y Alfredito Lepera, preguntó Nelson.
-Es así, contestó Paredes. Pero la poética del tango tiene seis profetas y un solo Dios verdadero. Un criollo achinado, curda y boxeador. Se llamaba Celedonio Esteban Flores y es el padre de todos los poetas de la ciudad. En el año 1948 el hígado le jugó una mala pasada y la palmó.
Ahora el negro Celedonio toma whisky con Carlos Gardel.