Homenaje al Coronel Estomba, un proto tanguero de ley.
Precursor de los caminos hermanados de la sífilis y el tango.
Coronel Ramón Bernabé Antonio Estomba
De los
Godos, en batalla, prisionero,
lo llevaron
con cadenas hasta Lima,
siete años resistió
en un agujero,
ofendido y torturado, con inquina.
Liberado por
el Indio y su escudero,
regresó con
el alma mortecina,
el espíritu amargado,
muy cabrero.
Con silueta
de fantasma, y en la ruina.
Destinado a
fortines de entrevero,
de la pampa
generosa y solferina,
una tarde
formó a sus coraceros,
frente a
Tracios invasores, salvajina.
A la carga,
ordenó a sus caballeros,
y corrieron
por la tierra bizantina,
sin toparse
con nadie, sin un pero,
regresaron
lentamente a su rutina.
“Derrotamos
a Licurgo y sietecueros,
soy
Demóstenes, patrón de la Argentina”,
gritó Estomba a su tropa de rastreros,
marginales
en fortín de cartulina.
Internado
velozmente en un loquero,
con su mente
y corazón lleno de espinas,
Estomba veía
a Cristo, compañero,
conversaba
con los duendes de fajina.
Una noche
fue la muerte y su lanchero,
que buscó al
Coronel en la letrina,
las manos
aferraban un joyero,
con la
imagen estampada de su china.