Escuchado al Sr. Musante en el café:-Un personaje extraño, escritor de relatos fantásticos, se apareció un día en el café “El Pensamiento”.
Lo trajo Julio Jorge Nelson que es un hombre muy culto.
En vida Nelson cultivaba la amistad de los poetas Juan Gelman y “Paco” Urondo. Éste fue el que le puso el mote de “El señor de los tristes”.
Estábamos una noche con Gardel y otros amigos jugando al codiyo cuando apareció la “viuda” con el Sr. Lovecraft.
Dijo Nelson: “Les quiero presentar a un gran escritor que encontró en el tango sus sueños perdidos.”
Tomaron asiento y Lovecraft dijo:- Es cierto. Cuando tenía treinta años perdí la llave de la puerta de mis sueños.
¿-Lovecraft habla español? Preguntó Julio Paredes, el poeta del barrio.
-En el cielo cada uno mantiene su idioma original y se expresa en su lengua materna. Lovecraft habla en inglés, pero yo lo escucho en castellano.
¿-Cómo es eso? Preguntó intrigado el tordo Laferlitta.
-Cuando un habla el sonido sale de la boca, hace un giro de 360º y se convierte en el idioma del que escucha.
¿-Y eso se ve? Preguntó Paredes.
-A veces, contestó el Sr Musante. -Calcule que la velocidad del sonido es de 1234,8 kilómetros por hora.
-Eso sí, dijo el tordo Laferlita.
-Siga con Lovecraft, apuró Paredes.
El Sr. Musante continuó:-Lovecraft dijo: al perder la llave de mis sueños busqué consuelo en la filosofía pero el resultado fue frustrante.
Alguien me recomendó que en la música o a través de ella podía recuperar el mundo perdido. Yo vivía en Providence , al norte de Nueva York, y lo primero que hice fue escuchar Jazz. No encontré nada. Busqué en la Ópera con igual resultado.
Estaba perdido. Pero una noche por radio escuché algo desconocido que me conmovió y me di cuenta enseguida que ese era el camino. El locutor dijo que se trataba de un tango Argentino. Al otro día salí a la calle, cosa que me costó mucho porque hacía 15 años que no me asomaba a la vereda.
Las calles de Providence se habían llenado de eslavos y mulatos, por eso me recluí.
En la radio pregunté por la música irradiada la noche anterior, me dijeron que la voz que había escuchado pertenecía a un señor llamado Carlos Gardel. Conseguí un disco de pasta y el que me lo vendió me dijo que en su país lo conocían como “El Zorzal”.
Esa noche puse el disco en la Victrola y la voz de Carlos Gardel me sacó para siempre de la estupidez de la vida cotidiana, y me llevó nuevamente a las fascinantes excursiones nocturnas del mundo de los sueños. A través de “EL Zorzal” recuperé la llave y regresé al paraíso perdido de mi infancia.
Volví a escribir usando como material los sueños que provocaba la garganta de Gardel.
Dijo Musante:-En el cielo Lovecraft se hizo amigo de Edmundo Rivero.
Son muy parecidos físicamente y Rivero, que es algo parco, le da bastante bola, y el escritor pondera sus tangos.
Malena, la que esconde una esperanza humilde acotó:-Rivero no me gusta porque cantaba tangos que están fuera del cristianismo.
-No la entiendo, dijo Paredes
-Los tangos de Antonio Podestá y Marambio Catán.
-Malena, el cristianismo no es lo que usted piensa, acotó Musante para agregar:-Sus parámetros religiosos ya han sido desmentidos por Swedenborg; usted misma viajó al Paraíso con motivo del Bicentenario y vio cual es la verdad. Por qué no lee un poco a los suecos y después opina.
Habló Malena:-No leo nada. Los católicos no podemos ser cultos porque sería una herejía. Yo soy la que no oculta nada.
Replicó Musante:-En el café “El Pensamiento” le escuché decir al General Perón: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Usted debe ocultar muchas cosas. Y esas deben ser terribles.
Contestó Malena, la que esconde una esperanza humilde:-Tengo una línea de conducta.
Harto, el Sr. Musante cortó la discusión:-Malena, usted no agarra una vaca en un baño.
Y continuó con Lovecraft:-Decía que se hizo amigo de Rivero y asegura el escritor que gracias a Edmundo ha cambiado de manera radical su manera de soñar.
Rivero canta un repertorio familiar con canciones camperas y otras referidas a la madre. El riesgo es que Lovecraft termine escribiendo como Héctor Gagliardi.
Julio Jorge Nelson dice que eso no va a suceder. Simplemente, siempre al decir de la “viuda”, las canciones camperas de Rivero son una tregua en la terrible existencia que llevo H.P.Lovecraft.
¿-Y cuál de esas canciones es la preferida del escritor? Preguntó el tordo Laferlita.
-Bonjour Mamá, contestó el Sr. Musante.
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