-Martín Fierro se cambió el apellido, afirmó el poeta Julio Paredes, uno de los catedráticos del café, en el plenario de los miércoles.
-Y si alguien se cambia el apellido es porque tiene algo que ocultar, agregó.
-Es que Fierro puso por escrito lo siguiente:
Les advierto solamente
Y esto a ninguno le asombre
Pues muchas veces el hombre
Tiene que hacer de ese modo.
Convinieron entre todos
En mudar allí de nombre
Prosiguió Paredes: “Contaba Ángel Santos Carreño, conocido en el ambiento del tango como “El Príncipe Cubano”, que Fierro había perdido la ferocidad de sus comienzos como gaucho alzado, y se había convertido en una especie de cura párroco. Daba consejos, y entre estos sugirió a sus hijos cambiarse el apellido.
Fierro no tuvo tiempo de cambiarse nada porque el Moreno lo mató después de la payada.
“El Príncipe Cubano”, aseguraba que él había visto a uno de los hijos de Martín bailando tango en la vereda.
El cubano contaba también que una noche, en el quilombo de la Ritana, Vicente Greco le dijo:
-Grone, tu abuelo amasijo al mío.
-Y el tuyo a mi tío Rosendo, contestó Carreño.
Hubo un silencio en la sala del prostíbulo y hasta el victrolero paró la música.
El Príncipe preguntó: -¿Queres seguirla?
Greco contestó tranquilo: -No. Solamente quería dejar sentado que soy nieto de Martín Fierro.
Vicente Greco, Garrote para los amigos, había nacido en 1888 en un hogar muy pobre. Se crió en la calle. No completó la escuela primaria porque desde los ocho años tuvo que vender diarios en las esquinas. Era un canilla más. A instancias de Francisco Canaro, que casualmente vivía en la casa de al lado, Vicente empezó con estudios de guitarra para después volcarse al bandoneón.
Su primer éxito como compositor tiene un nombre sugestivo: “El Morochito”.
Muy rápido Greco se convirtió en el músico preferido de la alta burguesía porteña.
Existen pocos testimonios sobre la vida de “Garrote”. Contamos con algunos comentarios dejados por amigos, sumado a lo que han escrito sobre él los hermanos Bates. Debemos agregar las siempre interesantes historias que aporta el ex-finado Sr. Musante, que lo conoció en el mundo de las sombras. Por todos estos informes sabemos ahora que Vicente Greco se supo herido de muerte cuando su padre le contó la verdadera historia de su origen.
Lo llenaba de vergüenza ser nieto de un gaucho racista, asesino de negros indefensos y de indios desarmados. Un criollo que terminó yendo a misa los domingos para después obligar a sus hijos, con falsa conciencia de gaucho, a cambiarse el apellido.
Su historia familiar le causaba profunda tristeza.
Esta desazón crecía en su pecho a medida que sus éxitos se hacían más resonantes.
Llegamos así a los años en que compone sus mejores tangos. “Rodríguez Peña” y “Racing Club”.
Don Julio Paredes interrumpió su charla para tomar agua.
Continuó: “Muchos se han preguntado si una institución como Racing Club amerita un tango memorable como el que compuso Greco, pero esa es otra historia.
La depresión de Vicente se fue acentuando con los años, y en 1924, cuando la Ritana le propuso tocar en el “Chantecler”, compartiendo cartel con Ángel Santos Carreño, “El Príncipe Cubano”, Vicente Greco, en vez de pensar en la comunidad organizada, que haría su alegre aparición pocos años después, no hizo mejor cosa que morirse de manera repentina.
Tenía apenas 38 años”.
Y esto a ninguno le asombre
Pues muchas veces el hombre
Tiene que hacer de ese modo.
Convinieron entre todos
En mudar allí de nombre
Prosiguió Paredes: “Contaba Ángel Santos Carreño, conocido en el ambiento del tango como “El Príncipe Cubano”, que Fierro había perdido la ferocidad de sus comienzos como gaucho alzado, y se había convertido en una especie de cura párroco. Daba consejos, y entre estos sugirió a sus hijos cambiarse el apellido.
Fierro no tuvo tiempo de cambiarse nada porque el Moreno lo mató después de la payada.
“El Príncipe Cubano”, aseguraba que él había visto a uno de los hijos de Martín bailando tango en la vereda.
El cubano contaba también que una noche, en el quilombo de la Ritana, Vicente Greco le dijo:
-Grone, tu abuelo amasijo al mío.
-Y el tuyo a mi tío Rosendo, contestó Carreño.
Hubo un silencio en la sala del prostíbulo y hasta el victrolero paró la música.
El Príncipe preguntó: -¿Queres seguirla?
Greco contestó tranquilo: -No. Solamente quería dejar sentado que soy nieto de Martín Fierro.
Vicente Greco, Garrote para los amigos, había nacido en 1888 en un hogar muy pobre. Se crió en la calle. No completó la escuela primaria porque desde los ocho años tuvo que vender diarios en las esquinas. Era un canilla más. A instancias de Francisco Canaro, que casualmente vivía en la casa de al lado, Vicente empezó con estudios de guitarra para después volcarse al bandoneón.
Su primer éxito como compositor tiene un nombre sugestivo: “El Morochito”.
Muy rápido Greco se convirtió en el músico preferido de la alta burguesía porteña.
Existen pocos testimonios sobre la vida de “Garrote”. Contamos con algunos comentarios dejados por amigos, sumado a lo que han escrito sobre él los hermanos Bates. Debemos agregar las siempre interesantes historias que aporta el ex-finado Sr. Musante, que lo conoció en el mundo de las sombras. Por todos estos informes sabemos ahora que Vicente Greco se supo herido de muerte cuando su padre le contó la verdadera historia de su origen.
Lo llenaba de vergüenza ser nieto de un gaucho racista, asesino de negros indefensos y de indios desarmados. Un criollo que terminó yendo a misa los domingos para después obligar a sus hijos, con falsa conciencia de gaucho, a cambiarse el apellido.
Su historia familiar le causaba profunda tristeza.
Esta desazón crecía en su pecho a medida que sus éxitos se hacían más resonantes.
Llegamos así a los años en que compone sus mejores tangos. “Rodríguez Peña” y “Racing Club”.
Don Julio Paredes interrumpió su charla para tomar agua.
Continuó: “Muchos se han preguntado si una institución como Racing Club amerita un tango memorable como el que compuso Greco, pero esa es otra historia.
La depresión de Vicente se fue acentuando con los años, y en 1924, cuando la Ritana le propuso tocar en el “Chantecler”, compartiendo cartel con Ángel Santos Carreño, “El Príncipe Cubano”, Vicente Greco, en vez de pensar en la comunidad organizada, que haría su alegre aparición pocos años después, no hizo mejor cosa que morirse de manera repentina.
Tenía apenas 38 años”.
Tango Racing Club.
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