Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

domingo, 19 de julio de 2009

Tío Carlos

Tío Carlos

Mi primer recuerdo infantil es el siguiente: Abuela leyendo en un diario la reseña de la visita de Einstein a nuestra ciudad, y la conferencia ofrecida por el fundador de la física moderna en el Colegio Nacional.
Oigo: -mi hijo Carlos es más vivo que el rusito este.
A pesar de mi corta edad registré en algún lugar de la memoria las palabras escuchadas que aparecerían en forma reiterada cuando, de grande, observaba con curiosidad la conducta oblicua de tío Carlos, mi padrino.
Se ganaba la vida pasando a máquina voluminosos expedientes judiciales, tarea que realizaba a velocidad demencial mientras comía uva chinche, cuyos hollejos eran escupidos con certera puntería en un recipiente ad-hoc.
Cuando nos cruzábamos por la calle con un mendigo, Carlos decía sin excepción:-este es feliz. Al preguntarle sobre el motivo de alegría de un hombre que caminaba sucio y prácticamente desnudo, pidiendo por favor un pedazo de pan, acotaba:- no paga impuestos, no tiene casa, suegra, mujer ni hijos que mantener, va por donde quiere y se queda de apoliyo en cualquier lado. Luego, sonriendo canchero, agregaba:-¿que más puede pedir? Otras veces, en la esquina de su casa, con la barra de amigos del club, al escuchar una historia graciosa, comenzaba a tomar aire mientras revoleaba en círculo ambas manos con los índices erguidos y daba inicio a una risa demencial que terminaba en un alarido feroz, mientras sus dedos seguían girando velozmente en rápidos movimientos circulares. En las tórridas noches de Enero, con la puerta de su habitación abierta sobre el patio, mientras ayudábamos a poner la mesa, escuchábamos como seguía a través de la radio las cambiantes circunstancias de un partido de bochas.
A oscuras, en un agujero negro donde solo se veía el amarillento botón de encendido del receptor, oía, tratando de no romper la magia del éter, como la delicada voz de un relator uruguayo decía:
“Ahora le toca el turno al crédito de Durazno que intentará arrimar con la lisa.” Continuaba: “arrima la lisa, la lisa, arrimó la lisa”. “Ahora es el turno de la rayada, que en la mano del gran Wilmar de Canelones, intentará la proeza”. “Y arrima, arrima, arrima la rayada”.
De golpe se hacía el silencio y de la oscuridad emergía la sonriente figura de tío Carlos. Mientras se sentaba a la mesa tendida en el patio para comer con la fresca, mascullaba:-son países en joda. –Causan gracia. Miraba al azar y cuando se encontraba con los ojos de cualquiera, decía: - Un país que transmite partidos de bochas por radio demuestra a las claras que sus habitantes son una manga de hijos de puta.
Después sumergía su cabeza en la magia del puchero.
Peronista y de los peores, intentaba de esa manera humillar a los habitantes de la banda oriental, que en esa circunstancia histórica habían apoyado con entusiasmo la autodenominada revolución libertadora.
En la cancha, donde concurríamos los domingos, se mantenía circunspecto y con un cigarrillo siempre encendido en su mano derecha. Una tarde en que Pellegrina pateó desde la casa y le rompió el arco a un casi adolescente Amadeo, electrificados por el misil nos pusimos de pie para gritar el gol. Tío se quedó sentado, impertérrito. Cuando contentos comentábamos el notable tanto del Payo, Carlos, como Platón en el ágora, dijo:-no lo festejé porque desde hace rato sabía que venía.
Acerca de la personalidad de gente como esa se ha escrito y analizado en profundidad.
Martínez Estrada lo hubiese definido como un típico guarango, dada su falta de realidad, su incapacidad para apreciar la corrección y la oportunidad, su desconocimiento de lo que es culto y civil.
En personajes como Carlos se manifiestan las características que fueron exaltadas en nuestro país en su época más oscura.
Años después, desconcertado por la conducta de padrino pregunte a mi abuelo, el profesor, que había pensado cuando mi padre se presento en casa con su futura familia política, y en especial que había sentido cuando sus ojos, que en distintos hospitales públicos habían visto todo, se toparon con esa tribu desastrosa.
contestó: -gente como tu tío he visto muchas veces. En jaulas.

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