Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Francisco López Merino: "El alma llena de estrellas"

Doctor Rodolfo Rossi
El poeta Pablo Rojas Paz escribió el texto para el busto de Francisco López Merino que se colocó en el bosque de la Ciudad de La Plata, a tres años de su trágica muerte.
La inscripción dice “En la mañana buscó la noche”.
El busto se instaló en 1931 y fue realizado por el escultor Agustín Riganelli.
A más de cien años de la desaparición del poeta, se desconocen los motivos que lo llevaron al suicidio a los 23 años.
La muerte de su hermana mayor, que padeció una tisis galopante y en pocos días falleció, oscureció para siempre el alma de Panchito.
A partir de ese momento un melancólico Francisco López Merino, se dedicó a la poesía y a nuestra música popular.
Escuchaba de lo nuestro, lo peor.
Pasaba sus días escribiendo versos con estética kitch, (en el sentido que da Humberto Eco al término, como acentuación del efecto), y repitiendo en su fonola acústica los tangos más espantosos de la lengua castellana.
Ni siquiera las reuniones con escritores en el café “El Rayo”, frente a la estación del Ferrocarril Roca, lograron sacarlo de esa cursi melancolía.
Jorge Luís Borges, que era uno de los concurrentes a la tertulia, harto de la queja permanente de Francisco llegó a decir que lo mejor de La Plata era el tren de vuelta.
En el matutino porteño “La Nación”, correspondiente al día domingo 25 de julio de 2004, el escritor Antonio Requeni publicó una entrevista al escribano Juan Nicolás Rozos, amigo del poeta.
Cuenta Rozos que estaban sentados en el bar del casi prestigioso “Jockey Club” platense, la famosa “perrera”, donde tomaban whisky el locuaz Intendente Luís María Berro, el filólogo alemán Robert Lehman-Nitsche y el sombrío pintor Koek-Koek.
López Merino se incorporó y dijo: -voy hasta el baño. Segundos después se oía la detonación. Corrieron hasta el lugar donde yacía el poeta con la cabeza destrozada.
Los amigos no entendían los motivos por los cuales “Panchito” se había quitado la vida. Consultaron entonces a su médico personal Dr. Rodolfo Rossi.
Este les aseguró que la única enfermedad del poeta era su hipocondría.
Años después y en ámbitos familiares, Rossi amplió su diagnóstico.
-Solo podía terminar en suicidio alguien que escucha noche y día el penoso tango “Galleguita”.
Buscamos la letra del tango mencionado, dice así:

Galleguita, la divina,
la que a la playa argentina
llegó una tarde de abril,
sin más prendas ni tesoros
que sus bellos ojos moros
y su cuerpito gentil.
Siendo buena eras honrada,
Pero no te valió nada
Que otras cayeron igual
Eras linda galleguita
Y tras la primera cita
fuiste a parar al Pigalle.


El Doctor Rodolfo Rossi agregó:-el poeta era un hombre de una melancolía patológica. Una tarde hicimos una interconsulta con el psiquiatra César Castedo. Cuando López Merino se retiró Castedo hizo el diagnóstico: -este chico se va a ahogar en una lágrima.
-Terminó intoxicado de cursilería con sus primas que leían en francés, y tomándose en serio los tangos de Navarrine.
Borges le dedicó varios poemas, uno de ellos dice:

Si te cubriste, por deliberada mano de muerte,
si tu voluntad fue rehusar todas las mañanas del mundo,
es inútil que palabras rechazadas te soliciten,
predestinadas a imposibilidad y derrota.

La cátedra del café, sección poesía, sostiene que la consideración actual por Francisco López Merino está dada por los escritos de Borges sobre su trágica muerte, y que es precisamente la sombra notable de Borges la que lo sostiene.
Los méritos literarios del poeta platense serían dudosos.
Sin embargo, algunos integrantes de la cátedra reconocen que Francisco López Merino escribió algún verso feliz.

Soneto

¿Qué resplandor remoto así te alumbra?
¿De dónde viene ese fulgor que baña tu palidez
de estampa en la penumbra
o qué ángel de la guarda te acompaña?
Cielo que no es el cielo azul celeste,
otro cielo más puro es el que miras.
Al contemplarte pienso que respiras
un musical ambiente que no es éste.
Tu ser, casi irreal, sensibiliza
el aire que circunda tu presencia
(Aire como de sueño no soñado).
En tus silencios largos se eterniza
la callada inocencia
del ángel tutelar que va a tu lado.

Carlos Gardel canta Galleguita, el tango preferido de Francisco López Merino.
http://www.youtube.com/watch?v=uI__fmZPclM

sábado, 19 de diciembre de 2009

De las formas del infierno en el tango


Dante Gabriel Rossetti.

Dante Alighieri, considerado por sabihondos y suicidas como uno de los prototangueros más distinguidos, puso en boca de Francesca da Rímini la frase: “Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria”, ( “ningún mayor dolor que el recordar el tiempo feliz en la miseria”).
Toda la poesía tanguera está presente en esta estrofa donde Francesca reconoce que disfruta la tristeza.
En el Canto V del Infierno, Dante se encuentra con Francesca da Rímini y su amante Paolo Malatesta.
Francesca cuenta su vida. Casada por poder con el deforme Gianciotto Malatesta, se enamora del hermano de su marido, Paolo.
Sorprendidos in fraganti, Gianciotto los apuñala.
Esta historia, que podría pertenecer a una sangrienta ranchera escrita por Julio Navarrine, en la “Comedia” se transforma en un tango magistral.
Francesca y Paolo están en el Infierno, no quieren salir da él por que no podrían verse más. El amor es más fuerte que las llamas.
Sin embargo en el Canto VIII, Dante ubica en el Infierno a los acidiosos y melancólicos. No repara, el florentino, que la pereza y la nostalgia son la esencia del tango. A Hugo Díaz, notable intérprete de armónica y creador de una de las mejores versiones del tango “Sur”, se le preguntó una vez por que había elegido la armónica.
–Por que se puede tocar en la cama, contestó.
Ahora, según el Dante, Hugo Díaz comparte con Troilo, Grela y Don Enrique Cadícamo las aguas pantanosas del Infierno.
Y en el canto IX ubica entre las llamas a los que participaron en falsas teorías religiosas. Antonio Podestá y René Guenón, que hicieron del tango una religión, sufren en sepulcros ardientes cabeza abajo.
Dante Alighieri es contradictorio pero tuvo una percepción que se da solo en los grandes. Intuyó algo que siglos después corroboraron Borges, y el injustamente olvidado Tulio Carella: el tango como arquetipo platónico. Primero está la tanguidad; esta da origen al tango.
El tema de Francesca y Paolo es retomado siglos después por otro personaje que vivió en un infierno tanguero.
Nos referimos a Dante Gabriel Rossetti.
Hijo de un profesor italiano nació en Londres en 1828.
Dedicó pinturas y poemas a Francesca da Rímini.
Rossetti entro en el infierno cotidiano cuando murió su modelo y amante Elizabeth Siddal. Gabriel la enterró y puso bajo las manos de su amada toda su obra poética. Luego se sumergió en el alcohol.
Ocho años después sus amigos lo convencieron para que recuperase sus poemas. Desenterró a Elizabeth, rescató toda su obra pero perdió para siempre la poca razón que le quedaba. Murió en 1882.
El otro gran poeta que nació en el infierno y nunca pudo salir de él fue Don Enrique Santos Discépolo.
En “Tormenta” describe su vida.

“Si la vida es el infierno,
y el honrao vive entre lágrimas.
¿Cuál es el bien?
Del que lucha en nombre tuyo
limpio y puro,
¿Para qué?
¿Lo que aprendí de tu mano,
no sirve para vivir?

Y en otro tango pregunta:

¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?

Dios nunca dice donde está, si es que está en algún lado, y menos al sufrido Job porteño.
La vida de Discépolo fue una lucha perdida de antemano contra la crueldad y el sufrimiento.
Un día dejó de comer. Solo tomaba Whisky con trozos de ajo. Quería conmover a alguien, pero no tuvo éxito.
Horas antes de su muerte le dijo a su gran amigo, el actor Osvaldo Miranda:-Hasta la soledad me dejó solo.
Cerca de la medianoche del 23 de diciembre de 1951 saludó y se fue.

domingo, 13 de diciembre de 2009

La noche que conocí a Carlos Gardel


Trabajaba como cuidador en el Cementerio de la Chacarita, lo conocíamos como el Negro Caruso, y con alegría contó que todas las noches se encontraba con Carlos Gardel.
Fue a la hora del moscato en el mostrador de la calle Warnes, donde nos juntábamos a diario.
Repetía: -Gardel es mi mejor amigo. De noche se juntan Carlitos, Celedonio Flores y la Madre María, vecinos de bóveda. A veces me quedo a conversar con ellos. Otras los miro desde lejos.
El tema me interesaba. Dije: -Negro quiero acompañarte, porque conocer al Morocho sería tocar el cielo con las manos. ¿Podes llevarme?
-Con un compromiso, contestó. -Yo tengo una cábula para que los muertos aparezcan. No se si yendo acompañado da resultado. Además, si lo ves a Gardel, el moscato lo pagas vos hasta que de las hurras finales, ¿me entendiste?
-Hecho, contesté.
-Mañana venite por acá a eso de las siete y probamos.
Al otro día, a las siete en punto de la tarde llegué a Warnes.
El Negro Caruso le daba parejo al moscato, y por el brillo de sus ojos supuse que desde hacía horas.
-Carlos Gardel nos espera, dijo.-Vamos.
Salimos a la calle y caminamos los pocos metros que nos separaban del cementerio. Entramos y el negro se dirigió hacia una oficina.
Dijo:-esperame que firmo el libro de entrada.
Luego caminamos en dirección a la bóveda.
Unos metros antes de llegar susurró: -quedate acá que tengo que invocarlos, y se metió en un cuartucho para guardar herramientas.
Me quedé mirando como árboles y cruces se fundían en la oscuridad. -Ya hice lo mío, dijo el Negro, veremos si da resultado. Seguime.
Caminamos hasta la vereda de enfrente de la tumba de Gardel.
La estatua del Morocho se recortaba contra el último sol de Chacarita.
Esperamos hasta que llegó la noche.
Le dije al Negro:-¿Y si aparecen como los vamos a ver?
-Los muertos tienen luz propia, contestó.
Me quedé sin aliento cuando vi a una mujer, de pelo blanco, entrada en carnes, vestida a la moda de principios del siglo veinte. –Ahí está, dijo el Negro, es la Madre María Salomé, seguro que esta noche hay reunión.
La señora golpeó las manos frente a la puerta de la casa del Zorzal.
-Carlitos, soy yo, María Salomé, exclamó con acento español.
La puerta se abrió y apareció la figura luminosa de Carlos Gardel.
Pensé:-este guacho tiene más pinta que en el cine.
Dijo Don Carlos: -Te paso una silla. María Salomé acomodó su voluminoso cuerpo en el mimbre.
Luego él salió con dos sillas más que colocó al lado de la señora.
-Es que viene Cele, dijo el morocho.
Doblando la esquina apareció caminando tranquilo un criollo achinado llamado Celedonio Esteban Flores. Después de sentarse, lentamente suspiró: -la eternidad me aburre, pero debo reconocer que tiene grandes ventajas. Una es poder darle al whisky sin medida, estar sobrio y con el hígado cero kilómetro. Fasear toda la noche debajo de un ciprés y tener los pulmones limpios. Minga de tos o algún ahogo a la mañana. Pero la vida es otra cosa. ¿Tenés whisky? preguntó. Gardel entro en su casa y reapareció con una botella y tres vasos.
El Negro Caruso dijo en voz alta, rompiendo el encanto: -Carlos, estoy con un amigo.
-Carusito, exclamó Gardel. Siéntense con nosotros. Nos acercamos y extendí mi mano derecha para estrechar la del Morocho.
-No lo tome como una descortesía de mi parte pero los muertos somos inasibles. Carusito trae de casa dos sillas y vasos, agregó.
Tomamos asiento junto a ellos. Caruso llenó los vasos y me pasó uno.
-Trajiste un amigo, dijo Celedonio. -¿Usted también tiene poderes para convocarnos? preguntó.
-No, contesté. –Quería conocer a Gardel y Caruso me invitó. El que sabe llamarlos es él.
-Alguna gente tiene ese poder, dijo Don Carlos. –Unos pocos.
-Pancho Sierra lo tenía, acotó María Salomé.
-¿Sierra anda por acá? pregunté.
-No, el santuario del Doctor Sierra está en Salto, contestó María Salomé.
-¿Era tordo?
-Pancho Sierra era médico. Yo recibí, humilde, su legado.
-Y usted es española.
-Vasca, para más datos. Vinimos a La Argentina por las guerras Carlistas. Nos afincamos en el Saladillo. Eso fue en 1868. Pasaron muchos años.
Primero me casé con José Antonio Demaría, propietario de estancias. Enviudé muy joven, y a los 28 años reincidí con Aniceto Subiza. Tuve una vida sencilla, de campo, hasta que me enfermé de un tumor en el pecho. Los médicos me desahuciaron. Entonces fui a verlo a Pancho Sierra que me revisó y dijo: “no tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos espirituales. En pocos meses Aniceto morirá. No busques más, tu camino está en seguir esta misión”.
Como predijo Sierra al poco tiempo murió Aniceto. Me vine a la capital para cumplir lo ordenado.
Primero atendía en la calle Rioja, pero era tal la cantidad de gente que me visitaba que me mude a Turdera donde había más espacio. Usé mis poderes hasta el día de mi muerte.
-María Salomé corría con ventaja, tenía una asesora de primera que todavía la visita. En cambio con el negro Cele teníamos compromisos distintos, dijo Gardel. -En mi caso al único que escuchaba era a Francisco Maschio, dueño del Stud donde estaban mis pura sangre.
-Mi único compromiso fue con el alcohol, acotó Celedonio.
- María Salomé era visitada por gente muy importante, remató Gardel.
-La Virgen María pasaba todas las mañanas por mi casa a tomar mate. La sigo viendo todas las semanas. Se presenta y conversamos, mate de por medio.
Dirigiéndose a nosotros Gardel contó: -Un día nos presentó a la Virgen. Con Cele no sabíamos donde meternos. Nosotros, dos calaveras, tomando mate con la madre de Dios.
-Menos mal que la parca nos convirtió en esto, porque en vida yo no podría haber disimulado la baranda del faso y alcohol, ni el aspecto miserable que lucía a la mañana después de una noche en el quilombo, acotó Cele con sabiduría.
-Pero salimos airosos del trance con la Virgen, continuó Gardel. -Hasta habló de tango. Al Cele le ponderó “Mano a Mano”. “Ese tango es muy solicitado en el Purgatorio”, comentó. A mi me dijo que en el cielo me escuchaban, y me comparó con un ángel. ¿Te das cuenta, que te escuchen en el cielo y la Virgen Santa te compare con un ángel? Cuando se fue le dimos saludos para su hijo, con todo respeto.
-La Virgen me asesoraba en mis épocas de mayor trabajo, continuó María Salomé. –Ella me daba fuerza para seguir adelante y me indicaba algún diagnóstico difícil. Sin el apoyo de ella yo sola no hubiese podido cumplir con el mandato del Doctor Sierra.
-Del Arroyo Maldonado a matear con la Virgen. Parece una letra de tango, masculló Celedonio.
¿-Es de Villa Crespo? pregunte.
-Nací propiamente donde el barro se subleva, contestó Celedonio.
-Estás plagiando a Cátulo, dijo Gardel.
-Alguna vez tiré guantes con Cátulo. A mi también me gustaba el box. No tenía su calidad, pero pegaba muy bien con la izquierda. Y no necesito plagiar a nadie. Cuando tenía 20 años vos me grabaste “Margot”.
-Veintiún tangos te grabé. Y podrían haber sido más si no fuese que firmaste exclusividad con Rosita Quiroga.
-Rosita, que lindos años fueron aquellos, hasta que apareció la censura en 1943. Me arruinaron la vida. El General Ramírez fue el que empezó. Se decía que la que ordenaba las prohibiciones era la mujer, y si éste no cumplía lo fajaba. Nombraron como censor a Gustavo Martínez Zubiría, un escritor católico con cara de prestamista, que firmaba “Hugo Wast”. Me prohibió “Mano a Mano”, entre otros. En 1949 se termino todo porque intervino Juan Perón y detuvo la persecución tanguera. Pero yo hacía un año que estaba acá.
-No lo conociste al General. Yo estuve una noche con él en Avellaneda. Nos presentó Barceló en un Comité Conservador. Canté varios tangos y en un aparte Perón me pidió que cantara la ranchera “¿Dónde hay un mango?” Le contesté que no podía cantar ahí semejante cosa, que sería faltar a la hospitalidad. Perón, sonriendo, me dijo: -usted, como todo artista es un animal de cautela.
-Perón era devoto mío, cuando llegó a Presidente mandaba un delegado al homenaje que me hacen los fieles el 11 de octubre día de mi cumpleaños, dijo María Salomé.
Pregunté:-¿la historia del anillo es cierta?
-Claro que es cierta, contestó María Salomé. –El anillo lo bendijo la Virgen María y se tornó milagroso. Cuando sentí que Nuestro Señor me llamaba a su lado lo llamé a Carlos. Le dije que la misión que me había tocado cumplir en la tierra llegaba a su fin y le entregué el anillo. Eso fue en 1928.
-Tuve el zarzo unos años, curé a mucha gente, hice el bien y me consagré como artista internacional a través de la Paramount. En esos años conocí en Nueva York a un chico con grandes posibilidades en la música. Alguien del nivel de Bartok y Stravinsky. Le di un papel de canillita en “El día que me quieras” y le regalé el anillo. Lo invité a la gira por Colombia donde se produjo el accidente de avión que me trajo para acá. Los padres no lo dejaron viajar conmigo porque era muy peligroso. Si hubiese venido con el anillo nos salvábamos todos.
Dije:- está hablando de Piazzolla.
-Por supuesto, con su talento y el anillo Astor se consagró mundialmente y cerró el tango para siempre.
-No entiendo eso de cerrar el tango, comenté.
-Astor fue tan grande que el tango se termino con él. Lo mismo pasó con la Ópera cuando murió Puccini. Nombrame un compositor de Ópera después de Puccini. Y nombrame un músico de tango después de Piazzolla. No hay ninguno. Con Astor se terminó la música de tango, aunque el tango le quedaba chico.
Durante unos segundos Gardel se quedó en silencio. Luego dijo:-ahora vendrá otra cosa.
-Yo pensé que el anillo se lo habías dado a Mona Maris, dijo María Salomé.
-A Mona le di mi corazón, contestó Gardel.
-Se vino loca la urugayita Isabel cuando supo lo de la Maris, acotó Celedonio.
-Dejame con Isabelita, si por ella me tuve que ir del país. Cuando empezó el romance Isabel tenía 14 años. Eso lo aprovecharon sus hermanos, me extorsionaron diciendo que iban a denunciarme por estupro, un 120 del Código Penal. Me fui a Nueva York. Al final compré su silencio con una casa en Montevideo.
Jocoso dijo Celedonio: -Te volteaste menores y mayores, saliste años con Mona Maris, la mujer más linda del mundo, y por acá dicen que dicen que sos un pulastro.
-Moderen el lenguaje que están en presencia de una señora, dijo María Salomé.
-Lo que pasa es que en nuestra época no se ventilaba la vida privada. ¿Y vos Cele, al bulín de la calle Ayacucho cuantas mujeres llevaste? y nunca abriste la boca. Teníamos códigos.
-Como sería de respetuoso Carlitos que se negó a grabarme “Corrientes y Esmeralda”, por eso de “en tu esquina rea, cualquier cacatúa, sueña con la pinta de Carlos Gardel”.
-No podía cantar un tango que hablase de mí.
-¿Qué pasó con la dueña de los cigarrillos Craven?, pregunté.
¿-La gorda Sally? Cosas de muchacho. En París me vino a ver al camarín y se presentó como la Baronesa Sally de Wakefield. La señora tenía toda la tarasca. Me regaló un Buick color negro y tuve que aprender a manejar. Con los amigos le pusimos Madame Chesterfield.
-Carlitos la llevaba al Cabaret “El Garrón”, en París, y la gorda se ponía con la cuenta. A veces levantó mesas donde lastrábamos quince puntos. Tenía mucha mosca. Cuando llegaba Carlitos con la naifa nos decía:
-muchachos, con ustedes el bagallo, y todos le besábamos la mano.
-Cele pará que me hace mal. Yo era joven y medio tarambana. Todo eso se terminó cuando apareció Mona en mi vida. Había tenido una infancia parecida a la mía, teníamos en común la soledad. Tuve la suerte de hacer con ella “Cuesta Abajo”, en 1934. Poco tiempo después ocurrió el accidente de Medellín y dejé de verla. Ahora nos hemos reencontrado.
-¿Ella anda por acá? Pregunté.
-No. Pero los muertos podemos trasladarnos sin problema, y reiniciamos lo que quedó trunco.
-Le voy a preguntar algo íntimo Don Carlos, y no quiero que lo tome a mal, dije. –Gente que está en su condición, ¿puede tener relaciones carnales?
-No lo tomo a mal pero lo único que te puedo decir es que los códigos que tuve en vida los sigo teniendo ahora.
Para cambiar de tema le pregunté donde nació.
-En Toulouse, Francia.
-Ahora dicen que es uruguayo.
-Para fomentar el turismo. Un bolazo de los orientales para que visiten la patria de Gardel. Yo nací en Francia como Charles Romuald Gardes, el 11 de Diciembre de 1890. Cuando tenía dos años, mi vieja, que era madre soltera, vino a la Argentina. Fuimos a vivir al Abasto, mi barrio. Tengo parientes Gardes en Pehuajó que pueden dar fe de lo que digo. A los uruguayos les pasa con la Argentina lo mismo que a nosotros con Europa. ¿Don Carlos, sabe quien era su padre? pregunté.
-Un señor de apellido Lasserre, al que no conocí. En un grupo de estudio formado por psicoanalistas, uno de ellos llegó a la conclusión de que yo pronuncio las erres en lugar de la letra n para mentar a Lasserre, mi padre.
Mi vida terminó el 24 de junio de 1935. Desde febrero de 1936 esta es mi casa. Mi muerte conmovió a mucha gente, y fue impresionante la llegada de mis restos a Buenos Aires. Azucena Maizani dijo por radio: “Vos que eras tan gaucho Gardel, ¿porque te subiste al avión?”
-La Ñata creyó que podías venir a caballo, dijo Cele.
-Un señor Sanguinetti escribió un tango que dice: “Me hubiese gustado verte, Carlitos Gardel añoso, con el cabello canoso, pero tenerte, tenerte”. Estoy muy agradecido al autor, pero la palmé en el momento justo. ¿Me imaginan con el pelo blanco, en televisión, visitando a Colomba en la “Feria de la Alegría”?
-Ni mamado, acotó respetuoso Celedonio.
-Pero quería contarte algo más con respecto a Piazzolla. Los 24 de junio se reunían multitudes para homenajearme, y con la excusa del cigarrillo tocarme los dedos de mi mano derecha, pensando en el anillo milagroso.
Ponían un micrófono y todo aquel que quisiese hablar tenía tres minutos.
En la década del sesenta, cuando Astor comenzó a deslumbrar, los tangueros en su discurso usaban treinta segundos para hablar de mí. El tiempo restante era usado para insultar a Piazzolla.
-¡Como lo puteaban! dijo Cele.
Ahí me di cuenta del valor que tenía la música de Astor. Venían para hablar de mí, pero la pasión contra Piazzolla era mayor. Ese sentimiento solo lo desatan los grandes. Astor resistió como un titán por el anillo y su talento.
-Amanece, dijo María Salomé.
-Hora de rajar, fueron las palabras de Cele.
-¿Van a dormir? pregunté.
-Los finados no dormimos, la muerte es un insomnio eterno, dijo Don Carlos.
-¿Entonces por qué se van? pregunté.
-Porque se llena de gente, y aunque no nos vean son muy molestos, contestó.
-Yo voy a mi casa porque cuando abren las puertas se llena de fieles y hay que estar. En una de esas pasa la Virgen María a tomar mate, dijo María Salomé.
-A la tarde debo constituirme en el domicilio de Mona. Tomaremos el té en la Confitería del Gas, manifestó el morocho.
-Yo le voy a dar al whisky, duro y parejo como todos los días, acotó Cele.
Nos despedimos y con el Negro Caruso caminamos hacia el portón.
Dijo el Negro:-voy a firmar el libro de salida. Esperame en Warnes con un moscato bien helado.

El ciego Tiresias y los orígenes del tango

Programa "Sábados Continuados", Canal 9, año 1964.Conduce Antonio Carrizo. Borges desmiente todo.


El malogrado Tiresias fue el más famoso adivino de la Grecia clásica, unos 800 años antes de Cristo, y es un personaje que interesa porque su historia de vida es bastante extraña.
Nació hombre.
Una tarde que caminaba por el monte Cilene se detuvo ante dos serpientes apareadas. Molestas por su presencia lo atacaron y él las golpeó con su bastón matando a la hembra. Los dioses se enojaron y Tiresias fue transformado en mujer. Como tal se destacó en el ejercicio de la prostitución.
Siete años después vio la misma escena con serpientes en el mismo lugar, y mató, de un certero bastonazo, a la serpiente macho, hecho que le hizo recuperar la virilidad perdida.
En otra ocasión Zeus discutía con Hera, su esposa. Ésta le reprochaba sus frecuentes infidelidades. Zeus, con argumentos de varón, se defendía diciendo que de todos modos el hombre podía ser adúltero por que la mujer disfrutaba más el sexo que el hombre. Hera, fuera de sí, convocó a Tiresias que como había tenido los dos sexos podía dirimir la cuestión.
Tiresias sentenció:

Si el placer del amor en diez partes dividía,
Tres por tres a las mujeres, una a los hombres daría.

Zeus, mirando a su mujer, sonrió canchero. Hera, desesperada, cegó a Tiresias para siempre. El Dios, conmovido, compensó a Tiresias con visión interna, y el don de la predicción del futuro. Además le concedió la vida por siete generaciones con la posibilidad de optar por la vida eterna.
Acompañado de sus dos hijas, Dafne y Manto, el ciego, muy disgustado, se estableció en Tebas, ciudad donde nadie quería ir por la peste constante.
Recién establecido se lo consultó sobre los motivos de la epidemia. Entonces Tiresias reveló a Edipo la voluntad de los dioses.
-Un Hombre Sembrado deberá morir por la ciudad para que se vaya la peste.
El padre de Yocasta, Meneceo, que había nacido de la tierra se arrojó por un acantilado.
Con esto era suficiente.
Pero Tiresias agregó, quizá con alguna mala fe: -Yocasta, los dioses habían pensado en otra persona, en alguien que ha matado a su padre y se ha casado con su madre. Se trata de tu esposo Edipo.
Al principio nadie creyó en semejante historia pero Tiresias se mantuvo en sus trece.
Todos sabemos el final. Yocasta se ahorcó y Edipo se cegó con un alfiler que llevaba en su vestido. Creonte, hermano de Edipo lo expulsó y éste, después de vagar durante años acompañado por su hija Antígona, llegó a Colono, en Atica donde fue asesinado.
Luego de la tragedia desatada Tiresias huyó de Tebas, en compañía de sus hijas, como dijo uno: “mirando la oscuridad que ven los ciegos”.
Hace su reaparición en “La Odisea” de Homero, primera novela de la historia.
Ulises, personaje central de la obra, por consejo de Circe, desciende al Hades, el mundo de los muertos para consultar a Tiresias sobre lo que vendrá en su regreso a Itaca. En el Hades, Ulises se encuentra con su madre, Anticlea.
La cátedra del café sostiene que este es un momento crucial para la historia del tango. Es cuando Ulises susurra unas palabras que podrían traducirse de la siguiente manera:


Vieja,
una duda cruel me aqueja.

Anticlea le dice a su hijo que es tarde, que por su larga ausencia lo dio por muerto y se quitó la vida.
Mientras Ulises no puede controlar el llanto, Anticlea lo tranquiliza y le comunica que debe despedirse, que confíe en Tiresias. Desaparece.
En un pasaje conmovedor de “La Odisea”, canta Ulises con el rostro bañado en lágrimas:

Quiero madre que me diga si la infame,
abusando de mi viaje me ha engañado.

Los catedráticos del café creen que estos versos fueron dichos bajo la influencia de Tiresias, o directamente dictados por él, motivo por el cual el ciego sería el primer tanguero de la historia universal.
Debemos esperar algunos siglos para su reaparición. Lo hace en la “Divina Comedia”.
Dante Alighieri lo sitúa en el Infierno, en el Canto XX, en el Octavo Círculo donde están fraudulentos y adivinos:

Vedi Tiresia, que mutó semblante
Cuando di maschio fémina divenne,
Cangiandosi le membra tutte quante;


El Infierno de la “Divina Comedia” fue escrito entre 1306 y 1308.
En esos años le perdemos el rastro a Tiresias hasta que asoma en Buenos Aires en los albores del siglo XX.
La cátedra asegura que se conoce la presencia del finado Tiresias en el Río de la Plata, a partir de 1918.
Esgrime como prueba la cantidad de tangos cuyo tema es la ceguera. “Viejo ciego”, “Charlemos”, “La cieguita”, “Gallo Ciego”, y el famoso ciego inconsolable del verso de Carriego, para citar solo los más conocidos.
Como tenía antepasados históricos que se destacaron en la guerra de Troya, y sobre los cuales William Shakespeare escribió una tragedia, se consultó al bandoneonísta Aníbal Carmelo Troilo.
Le preguntamos si la cantidad de ciegos que había en el tango tenía relación con la presencia de Tiresias en mi Buenos Aires querido.
Troilo dijo que no existía ninguna relación; que solamente era una casualidad.
Agregó suspirando:-Cualquier otario todavía me pregunta por Crésida.
Continuó:-Hablan de la madre de Ulises y se quejan porque hay muchas madres en el tango. Decime, ¿dónde querés que estén las madres?
Pero los sabios del café todavía dudaban.
Entonces se interrogó a dos grandes poetas.
Uno de ellos, Eugenio Mandrini, fue categórico:-En el reino de los ciegos, los ciegos ven.
El otro, Jorge Luís Borges, sorprendido, contestó que no sabía, para entregarse de inmediato a la suspicacia.
Cuenta el maestro Antonio Carrizo que una calurosa tarde de enero de 1964, mientras conducía por Canal 9, el programa “Sábados Continuados”, un productor le avisó que se encontraba presente Jorge Luís Borges para hacer un desmentido. Cuando Carrizo lo presentó en cámara, Borges, visiblemente irritado, afirmó: ¡-Yo no soy Tiresias!





domingo, 6 de diciembre de 2009

Julián Centeya, el hombre gris de Buenos Aires

Julián Centeya en la catrera.

Renació a los dos años.
Fue el día que el famoso vapor Comte Rosso lo dejó con su familia en Puerto Nuevo.
Se llamaba Hamleto, versión italiana de Hamlet, Príncipe de Dinamarca.
Cambió por Julián, y el Vergiatti original, por Centeya.
Julián Centeya había nacido en Parma, Italia en 1910.
Se entreveró con la gente de su barrio de Boedo, y disfrutó feliz en la marginalidad.
Gran amigo de Aníbal Troilo escribió: “Pichuco, en tu jaula canta el pájaro de la tarde, ciego”.
Fue redactor de los diarios “Critica” y “El Mundo”.
Con música de Enrique Delfino, compuso “Claudinette”, un tango para la historia.
Escribió innumerables libros de poemas y una novela: “El vaciadero”.
Lo conocimos en un café ubicado bajo la radio donde tenía un programa llamado “Desde una esquina sin tiempo”. Como le habían prohibido el cigarrillo miraba, pensativo, como flotaba el humo de los otros.
Julián Centeya, uno de los más grandes poetas urbanos, murió en el mes de julio de 1974.
Julián Centeya relata "Maquina descompuesta".




Fray Luís de León.


Fray Luís de León y Antonio Podestá.
Apuntes para un esoterismo tanguero.



Escribió fray Luís de León en su “Oda al apartamiento”:

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza, de recelo.



La letra de “Como abrazado a un rencor”, de Antonio Miguel Podestá dice:

Yo quiero morir conmigo,
sin confesión y sin Dios,
crucificado a mi pena,
como abrazado a un rencor.

Enemigos de nuestra música popular han señalado la semejanza de los versos, en un intento de descalificar la obra poética de Antonio Podestá, que además fue un destacado periodista.
Entre otras publicaciones llegó a dirigir la mítica revista “Leoplán”, donde publicó como folletín la traducción e interpretación realizada por fray Luís de León de “El Cantar de Cantares de Salomón”.
Podestá conocía la obra de fray Luís de León en profundidad, cosa que demuestra su gran cultura.
“Como abrazado a un rencor” era el tango preferido del esotérico francés René Guenón, quien había leido la “Oda al apartamiento” , y nunca habló de plagio.
En la frondosa correspondencia entre Antonio Podestá y René Guenón, éste nos dejó la más hermosa definición de nuestra música: “Tango es comunión con Dios por medio de la contemplación y la soledad”.

Para más información ver en este Blog: “René Guenón, un malevo frustrado. El encuentro de Dante Alighieri y Antonio Podestá”.

Edmundo Rivero canta "Como abrazado a un rencor".
http://www.youtube.com/watch?v=9r7M9CL3DnE


Gloria y Eduardo.



Vida de Eduardo Arquimbau .



Esta entrevista se publicó en la revista"Buenos Aires tango y lo demás", que dirigen los poetas Héctor Negro y Eugenio Mandrini, en el año 2007, con la firma de Rodolfo Jorge Rossi.


Eduardo Arquimbau y su mujer, Gloria, durante muchos años fueron el sostén del tango cuando éste parecía herido de muerte. Pero después del éxito mundial de "Tango Argentino" se convirtió, el baile, en una pasión internacional.
Eduardo cuenta que hasta la palabra tango era considerada de mal gusto. Ahora él y Gloria, su compañera de toda la vida son “Ciudadanos Ilustres de la Ciudad de Buenos Aires”
"Nací a tres cuadras de San Juan y Boedo. Después nos mudamos a Parque Patricios, a la calle Monteagudo. Ahí me hice del Globo. Gloria, mi mujer y compañera de baile vivía a una cuadra. Yo era amigo de sus hermanos, y la conozco desde que nació. Cuando nos casamos nos vinimos a vivir a Boedo. Estuvimos siempre acá. Toda nuestra vida fue en esta zona".
"Comencé a bailar de chico, a los 13 años para divertirme, jugando y fui aprendiendo en las prácticas con amigos mayores y también me gustaba el billar. Los tres berretines eran el tango, el fútbol y el billar. Los amigos vieron que yo tenía condiciones para el baile y me anotaron en un concurso. Ese concurso lo organizaba otro bailarín que era primer bailarín de Troilo en "El patio de la Morocha". Yo tenía 18 años y fue el primer certamen que gané. Al mismo tiempo yo había estudiado zapateo americano, y con dos muchachos más hacíamos un número de zapateo americano, el tap. Ahí nos vio un maestro de baile español, y como faltaban hombres nos invitó a participar de una Academia y en esa Academia estudiaba Gloria".
"Y ahí empezamos a practicar el baile moderno, el baile español, estudié folclore también, estudié todas las cosas. Eso fue para el año 1954. En el año 1957, después de haber ganado varios concursos armamos un ballet. En ese ballet participó Gloria. Después empecé a trabajar con ella en el cine Ópera, en el número vivo. Un número vivo muy importante porque había dos orquestas grandes, había locutora, glosador que se llamaba Raúl Cobián. El cantor era Oscar Fuentes. Gloria tenía 14 años y ahí nos vio Canaro y nos invitó para trabajar en el Astral. Eso para nosotros fue una apertura muy grande, bailar con la Orquesta de Canaro que hacía en ese entonces las embajadas, los programas de televisión, salíamos a la provincia. Nos casamos con Gloria y en el año 1961 fuimos a Japón con Canaro. Una gira como si ahora te dicen que tenés que ir a bailar a la Luna. El avión paraba en todos lados: Chile, Perú, Ecuador, Méjico, Vancouver, Alaska, Tokio. Un cuatrimotor. Pero los aviones eran más elegantes que ahora. Ahora los aviones son mejores pero la atención es muy mala, son feas las azafatas".
"Antes eran todas lindas, la comida era buena, te daban Whisky, Coñac. En la Orquesta de Canaro tocaba el maestro Oscar Sabino que era director musical de Canal 13. El nos conectó para ir a "Yo soy porteño". El le dijo a David Stivel, que era el director, porque no ponía a la pareja que había ido con Canaro a Japón, que era una pareja joven que bailaba tango-tango. Nosotros no hacíamos tango espectáculo lo que sería el tango ballet que estaba en manos de los coreógrafos de las Revistas. Eso no era tango ni por asomo y nosotros hacíamos tango. Y nosotros queríamos que los chicos bailaran tango. Nos costo mucho porque los muchachos de la milonga no son para eso. Entonces yo tuve que hacerlo con los chicos de la Academia. Como el pibe Sarandí, que era el hijo de Churrinche, famoso personaje de Avellaneda. El estuvo en nuestro ballet en "Yo te canto Buenos Aires", donde estaban Troilo, D Arienzo, Pugliese".
"Bueno, como decía, por recomendación de Sabino fuimos a dar la prueba a Canal 13, con Stivel".
"Todos los que estaban el piso aplaudieron y Stivel dijo: -quiero tomar un café con ustedes".
"Nos llevó al bolichito del Canal, nos sentó y dijo:-chicos ustedes bailan bien pero esto es la televisión. ¿Ustedes quieren aprender a trabajar en Televisión?- Si que queremos aprender".
-"Bueno yo les voy a hacer un contrato, ustedes van a poner la coreografía y después yo voy a venir una hora antes del programa, y con ustedes la vamos a adaptar para televisión. Entonces él nos enseñaba como teníamos que trabajar en televisión, como teníamos que trabajar con la luz, con las cámaras, como movernos en el set, para que lo que nosotros hacíamos fuese televisivo. Y además nos hizo participar como actores, ayudados por los actores del programa: Julio de Grazia, Gianola, Marilina Ross, Beba, Jorge Sobral, Selva Alemán, Susana Rinaldi.El estilo de trabajo mío está basado en lo que me enseñó Estivel porque nosotros hacemos personajes. No bailamos solamente con las piernas sino con todo el cuerpo, hacemos un personaje como si fuera un actor y con todo el cuerpo. En mis espectáculos cada pareja tiene un personaje diferente, uno puede hacer un borracho, el otro el gaucho, y así vamos componiendo una imagen en tango de pies a cabeza".
"Hacemos un actor del bailarín, un artista. Nosotros hacemos como un cuadrito, porque si vos subís a un escenario y bailas un tango como en la milonga está bien, cuando bailas el segundo es igual y nadie entiende más nada, es todo igual. Nosotros, en la pareja interpretamos, actuamos, nos miramos. Cada tango es distinto. Yo tengo cuadros donde he bailado de payaso. Nosotros tenemos una presencia y caminamos el escenario de determinada forma, y somos muy musicales. Somos parte del tema musical. Como un cantor del 40 nosotros vamos con la música, con el pedido musical, y además la interpretación corporal. El extranjero empezó a bailar tango con nosotros a partir de "Tango Argentino". Porque la imagen de ellos era la del tango de salón que está manejado por los ingleses, introducido en China, Japón, Estados Unidos, Europa, y hacen distintas especialidades, rock, música española, música tropical, con coreografía fija que tienen que aprender, donde a las mujeres se las ve muy lindas, con gran vestuario, y a los hombres un poquito afeminados. Bailan bien pero está esquematizado. Hay concursos donde van 30.000 personas. Es un lujo y es un negocio. Ahí te venden todo. Ese es el tango que la gente conocía en todo el mundo. El tango argentino es completamente diferente porque es una improvisación. No hay nada esquematizado y ellos, con "Tango Argentino" descubrieron el abrazo, la comunicación. El cambio que es para ellos la forma de bailar del argentino, como se baila acá, como eso lo puede bailar la gente grande, y las pibas que viene a bailar les gusta bailar con gente grande. Por eso les digo a los chicos que hay que cuidar esto, el tango, para que dure más, porque si no lo cuidas es posible que en diez años ya no estemos. Si uno se prepara y hace las cosas para que el tango no se desvirtúe, y que el centro del tango siga siendo Buenos Aires. El Campeonato Mundial de Tango fue muy bueno. Tendría que tener más apoyo. Tendría que haber un ballet de tango que salga por todo el mundo promocionando esto, porque después de "Tango Argentino" es cuando la gente empezó a venir a bailar".
"Tendríamos que tener un ballet de Buenos Aires con todos los corógrafos que estuvieron en "Tango Argentino" puedan exponer sus ideas y transmitir conocimiento, formar gente. Dar becas de 5 años para estudiar, para aprender todo y después con el ballet y la orquesta recorrer el mundo para que la gente quiera bailar".
"En la vida siempre se dan milagros. Yo trabajé en varios milagros: "Yo te canto Buenos Aires", "Yo soy Porteño. "Tango Argentino" también lo fue. A esos milagros hay que alimentarlos porque sino es posible que tenga una decadencia rápida. En esto nadie es el dueño, nadie tiene la verdad, y puede ser que uno baile muy bien pero no tenga facilidad pera enseñar, y puede que alguien que no sabe mucho sea un especialista en hacer una cosa social, en reunir gente, y así la cosa va creciendo".
"Cuando nosotros trascendimos siempre respetamos el gusto tanguero. Los que andan en otras especialidades andan mucho por el aire y es más parecido al patinaje sobre hielo. Ese es el camino que no debemos seguir. En 1983 yo estaba trabajando en el "Café de los Angelitos" como bailarín y en el "Café Nacional" como director junto a Roberto Olguín. En el Nacional bailaba Copes. Claudio Segovia se conectó conmigo. No pudimos ir en la primera gira porque mi señora estaba embarazada. Fue Virulazo en mi lugar. Nosotros siempre tuvimos trabajo. Es que no había tantos bailarines y éramos únicos. Además Copes estaba afuera. El fenómeno de "Tango Argentino" es una cosa muy simple que yo le quiero decir a los bailarines: unir en un escenario diferentes formas de bailar el tango. En "Tango Argentino" todos éramos distintos. Juan Copes no tiene nada que ver con Virulazo. Este no tiene nada que ver con Nelson, y menos con Mayoral. Cada uno tenía su forma y todo puesto en el escenario. Todo eso puesto en el escenario en blanco y negro, en "Broadway", cuando todo era color y juventud. Nosotros subimos, toda gente grande, abrazados, con una comunicación de la pareja que todavía tenemos. Pensá que una pareja requiere cinco años como mínimo para largarse a bailar. Con "Tango Argentino" hicimos un suceso mundial, porque el tango no estaba bien visto".
¡"Los actores que nos venían a ver! Fuimos a comer con Liza Minelli, con Robert Duval. Estaba Dustin Hoffman en la primera fila.Robert Duval se vino a vivir acá. Yo lo traje acá y lo llevé a "Grandes Valores del Tango". El quería venir sin que hubiera mucho barullo, entonces yo lo llevé al canal. Después me llamaban de todos lados. Duval lo quería mucho a Virulazo. El tango es todo, el tango es mi vida. Yo tuve la suerte de trabajar con algo que me gusta. Durante muchos años luchamos contra todo, fuimos el sostén del tango.Ahora hay muchos chicos que vienen a bailar tango pero tienen las boleadoras en el bolsillo.Si mañana le va mal al tango sacan las boleadoras y a otra cosa".
"Yo digo que vos tenés algo que es tuyo, es una vida, vas a ganar o vas a morir con el tango, y viene otra persona solamente porque el tango anda bien. Hay que dedicarse a una sola cosa y hacerla bien. Porque nosotros, con Gloria también bailamos folclore. Pero dejamos todo por el tango. Uno cosa sola. En "Tango Argentino" nos ayudó mucho el "Sexteto Mayor" con Berlingieri y otros. Con los músicos de ahora es exactamente igual a los bailarines. Siempre hay buenos. Hay que esperarlos. Porque el que no tiene potrero no tiene potrero, y el potrero es una cosa que tarda. Es como la personalidad. Vos podes aprender la técnica, sos joven y podes aprender. La personalidad nace con vos después de equivocarte muchas veces. Hay orquestas ahora que tocan como Canaro, otras tocan como D·Arienzo, como Pugliese, ninguna toca como Troilo. ¿Sabes por que? Ninguno puede tocar como tocaba Troilo".




Post datum.
Agregó Eduardo Arquimbau: "El tango estaba mal visto. Nadie quería hablar de tango. Cuando fuimos a Japón con Francisco Canaro en 1961 actuamos en el Komo-Stadium de Tokio. Una noche nos vino a ver, con toda su comitiva el Dr. Arturo Frondizi, Presidente de la Nación, que estaba de gira por Oriente. Nos invitó para el día siguiente a una recepción en el New Hotel donde se alojaba. Fuimos todos con Pirincho a la cabeza y Frondizi, que hablaba muy bien, dijo después del brindis, que se sentía orgulloso de que una delegación cultural Argentina se encontrara en Japón. Habló de música popular, música ciudadana, del baile y los cantores. En ningún momento utilizó la palabra tango. Eso se terminó con "Tango Argentino", de Segovia y Orézzoli. Desde 1983 nos miran de otra manera".




Casa de Ignacio Corsini. Otamendi 676. Almagro.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires



Corsini y la Mazorca

Durante años existió un tema tabú entre los numerosos seguidores de Ignacio Corsini. Era el referido a la supuesta admiración que profesaba el Caballero Cantor hacia la mazorca, nuestro primer grupo de tareas.
Los devotos de Corsini se preguntaban también si existía alguna relación entre su retiro en el año 1948, y la estrepitosa derrota del fascismo.
Este tema preocupaba seriamente a varios admiradores de Ignacio. Por ese motivo, en el año 1958, a diez años del retiro voluntario del notable vocalista, se creó una comisión con el fin de conversar con el intérprete y develar la incógnita.
Varios de sus admiradores se opusieron porque preferían la duda a la certeza. ¿El maestro había sido un simple cantor criollo o un irredento autoritario?
Primó el criterio de una minoría ilustrada que, con el argumento de que no hay que temer a la verdad, decidió tomar el toro por las astas resolviendo realizar una investigación que llegase hasta las últimas consecuencias, y lo que es más importante, bancarse la verdad aunque doliese.
La comisión mencionada intentó comunicarse con Ignacio hasta que una tarde lo logró.
Por vía telefónica, plantearon sus inquietudes y le confirmaron que solamente él podia sacarlos de la angustia. Querían visitarlo en su residencia ubicada en la calle Otamendi 676, en el barrio de Almagro. El maestro contestó que no recibía a nadie en su casa, pero que todas las tardes, alrededor de las cuatro, caminaba por el cercano Parque Centenario. Que si se acercaban a él, y se presentaban debidamente, iba con todo gusto a conversar con ellos.
Fue así. En una helada tarde de invierno, la comisión en pleno detuvo la caminata del maestro, y en medio de las presentaciones de rigor, se dirigieron a los bancos de plaza, en la glorieta del Parque.
A un sorprendido Corsini se le preguntó a boca de jarro: -¿Usted admira a Juan Manuel de Rosas? El maestro respondió: -Por favor.
Seguramente ustedes me preguntan eso porque en mi repertorio incluía letras de Blomberg, que tocaban esa temática.
Con ese criterio también pueden decir que Agustín Magaldi fue el primer sovietólogo argentino porque cantaba aquello de “Moscú está cubierto de nieve”. Pero eso sería incorrecto. Blomberg era noruego, tenía un corso a contramano y tomaba un litro de ginebra por día. Como le escribió a los federales también le cantó a los unitarios. Recuerden el tango" La canción de Amalia", basado en la novela de Mármol.
Otro de los integrantes del grupo le preguntó si había relación entre su retiro en 1948 y la derrota del eje.
Visiblemente irritado Corsini contestó:- Me retiré ese año porque murió Victoria, mi compañera de toda la vida. Estábamos juntos desde 1911 y en ese año terrible terminó mi vida junto a la de mi mujer. Además es sabido que el gauchaje nunca quiso a los italianos, y yo nací en Troina, Sicilia, en 1891. ¿Cómo podría entonces cantarle al Restaurador? Con respecto a mi admiración por Mussolini es otra patraña inventada por un periodista de “El Alma que Canta”, al que no voy a nombrar. Siempre sintió celos por mi querida Victoria. Ya se los dije, mi vida terminó junto con la de ella. Esto que ustedes ven acá es un fantasma-. Y agregó:
-¿Para esto me llamaron?. Pero por qué no se dejan de joder, y levantándose alterado continuó con su diaria caminata.
Así terminó para siempre el diálogo entre la comisión de homenaje y el Caballero Cantor.
Corsini murió de tristeza el 26 de Julio de 1967.


Sigmund Freud y el tango "La gayola", de Armando Tagini.



El tango La Gayola, de Armando Tagini.
Una visión freudiana.
Conferencia dictada por el Dr. Harry Milkewitz




La década de 1960 dejó su impronta en la historia del mundo.
Se inició en 1961 con la invasión norteamericana a Cuba, y el fracaso en Bahía de los Cochinos.
Es el año de Iuri Gagarín en el espacio, y sus declaraciones al volver a la tierra:- no he visto a Dios. Es también el año de la construcción del Muro de Berlín.
La década del 60 se cierra el 25 de noviembre de 1970 con el suicidio ritual del escritor japonés Yukio Mishima, haciéndose el Seppuku, desesperado por la irrevocable decadencia espiritual.
Es la época en que junto a los hombres sabios del café asistía perplejo a la presunta muerte del tango, y al nacimiento arrasador del psicoanálisis.
Una tarde cualquiera del año 1965 en que me encontraba en la mesa de los sabios, alguien dijo: -hay un psiquiatra uruguayo que dará una conferencia. Este señor hace una lectura de “La gayola”, desde una perspectiva freudiana.
Los filósofos del café nos aconsejaron concurrir al evento para después analizar lo escuchado.
Esa noche nos dimos cita en un local de la calle Rodríguez Peña.
A la hora convenida un señor que dijo llamarse Enrique Pichón Riviére presentó al charlista, un médico llamado Harry Milkewitz, nacido en Berlín en 1931, pero radicado en la ciudad de Montevideo desde chico.
Milkewitz arrancó sin anestesia: "La personalidad del personaje que muestra su drama en la letra del tango “La gayola”, presenta síntomas y procesos mentales característicos de un cuadro psicológico donde resalta el complejo de Edipo y una fuerte fijación materna, con el agregado de una neurosis de abandono".
En ese momento me agarré fuerte de la silla.
Continuó el galeno: "El tango “La gayola” comienza con un: “No te asustes ni me huyas, no he venido pa’vengarme”.
"Hay una acusación implícita y si dice que no se va a vengar es por que él cree que tiene el derecho de hacerlo. Después aclara: “si mañana justamente ya me voy pa’no volver. He venido a despedirme”, continúa humilde, con el sombrero en la mano".
"El personaje del tango de Armando Tagini busca el afecto perdido:” y el gustazo quiero darme y en tus ojos campanearme”: esta última es una frase de gran efecto psicológico por que el protagonista no mira a su gran amor como es, si no que se mira a si mismo en los ojos de ella".
"Es Narciso contemplándose en el lago, o en los ojos de la mujer-madre".
En ese momento pensé: ¡-toma mate!
Continuó el Doctor: "es un claro intento de volver al pasado del que no ha podido despegarse".
“He venido pa’que juntos recordemos el pasado, como dos buenos amigos que hace rato no se ven”.
"El personaje quiere volver al pasado, revivir momentos gratos cuando se sentía seguro y querido".
“Y acordarme de aquel tiempo cuando yo era un hombre honrado, y el cariño de mi madre era un poncho que había echado sobre mi alma noble y buena contra el frío del desdén”.
"Acordarse del tiempo en que era un hombre honrado es recordar el tiempo en que era querido por su madre. Vuelve a su mujer amada a la que identifica con su madre. En un acto de pensamiento mágico cree que contemplándose en los ojos de su amada puede volver al pasado.
"Es de un gran simbolismo la imagen de poncho-madre".
“Una noche fue la muerte que vistió mi alma de duelo, mi querida madrecita se me fue a vivir con Dios”.
Siguió nomás el alemán-oriental: "La madre vuelve a vivir en la única condición posible de triunfo sobre la muerte: al lado de Dios".
“Y en mis sueños parecía que la pobre desde el cielo me batía que eras buena que confiara siempre en vos”.
Exaltado continuó:"estos versos demuestran sueños de realización, sin actuación de censura onírica. De esta manera resuelve el personaje su neurosis. El conflicto edípico es realizado a través de la posesión de su madre a través de la otra mujer. Pero debido a su neurosis de abandono siente de manera patológica la pérdida de su madre y esto lo trastorna".
"La primera pérdida materna se da a través de la muerte, la segunda, la de la mujer amada, se de a través de una traición.
Y la pérdida de la mujer-madre con la que tiene sexo es por otro hombre: “Pero me jugaste sucio y sediento de venganza mi cuchillo en una noche lo llevé hasta un corazón”: "En la primera frase se ve claro la etapa anal, en la segunda se refiere a una etapa oral, en la última estamos en presencia de una etapa fálico-genital".
Inquieto, empecé a buscar la puerta de salida.
Harry no se rendía: "desde el punto de vista psicoanalítico no hay duda de la equiparación del cuchillo como símbolo fálico. Se reactualiza el conflicto edípico de matar al rival que es el padre, para lograr la posesión de la mujer, la madre".
-A la marosca, susurré.
“Y más tarde ya sereno, muerta mi última esperanza, una lágrima rebelde la sequé en un bodegón”.
Continuó: "son lágrimas rebeldes de niño frustrado que no consigue afecto materno ni aún después de muerto el rival.
"A la frustración el personaje lo sustituye por el acto oral de la bebida".
"Las lágrimas cesan con la compensación simbólica que da la bebida. Y el bodegón sustituye al útero materno".
Pensé en los curdas amigos.
Harry seguía impasible: "viene ahora el momento del castigo, la rebelión contra el padre la pagara cara. Edipo se arrancó los ojos. El personaje del tango dice: “Me encerraron muchos años en la sórdida gayola”. La gayola actúa en este momento como un útero malo donde no se recibe ningún tipo de compensación".
-Chupate esta mandarina, pensé.
“Y una tarde me largaron pa’ mi bien o pa’ mi mal
Fui sin rumbo por las calles y rodé como una bola”,

"El personaje deambula, errante, como Edipo ciego. Ese deambular es más doloroso que la ceguera o la gayola".
“Pa’ tomar un plato e sopa cuantas veces hice cola,
Las auroras me encontraron atorrando en un umbral”.

"Pone de manifiesto la sensación de desamparo total que significa dormir al descampado".
“Hoy ya no me queda nada, ni un refugio, estoy tan pobre”,
"Padece de la peor de las pobrezas que es la falta de afecto. La pobreza afectiva es terrible".
Solamente vine a verte pa’dejarte mi perdón”.
"Esta estrofa debe interpretarse por el contrario. Él pide perdón. Acá voy a hacer una revelación. El que también pide perdón es Carlos Gardel en su versión de este tango, porque comete un lapsus".
"Dice Gardel: “dejarme mi perdón”. Es evidente la necesidad de Gardel de ser perdonado, de ser amado".
“Te lo juro estoy contento, que la dicha a vos te sobre”,
"Quiere decir: dame un poco de esa dicha que a vos te sobra. Como si fueras mi madre".
“Voy a trabajar muy lejos, a juntar algunos cobres”, "Acá nuevamente Gardel cambia la letra original, dice: voy al campo a laburar. Esto podría interpretarse como un intento de fuga frente a una situación que frustró los anelos de posesión afectiva. Situación donde se mezclan sentimientos de culpa con necesidad de afecto".
“Pa’que no me falten flores cuando esté dentro e’l cajón”.
"Este cajón sustituye al poncho anterior como albergue materno. El cajón es un símbolo mejor que gayola y bodegón".
Concluyó el Dr. Harry Milkewitz: "cajón y flores, sexo y claustro materno, ser amado después de muerto, así pues en un texto aparentemente sencillo como es el tema de “La Gayola” está la clave de la personalidad de alguien que es el reflejo de muchos seres humanos. Todo lo expresado en esta conferencia podrán encontrarlo en mi libro “Psicología del tango” publicado por “Alfa” hace poco tiempo. Nada más".
Un tibio aplauso se escuchó en la sala.
Salimos a la calle.
-Vamos a tomar algo, dijo uno. Contesté con un no rotundo.
Recordando al finado Sombra me fui como quien se desangra.



Carlos Gardel canta "La gayola"




Rodolfo Jorge Rossi y José María Muñoz. Año 1985.



Pasión de multitudes

En los comienzos fue el silencio, pero en 1927 el verbo se encarnó en Tito Martínez Delbox, que realizó la primera transmisión radial completa de un partido de fútbol.
Se medían Estudiantil Porteño y Sportivo Barracas.
Esto convierte al legendario Tito en el padre de la criatura.
Lo sigue en la historia Don Alfredo Aróstegui, conocido como “El Relator Olímpico”, porque fue quién contó, a través del éter, las Olimpíadas de Ámsterdam, en 1928.
A Don Alfredo lo sucedió Eduardo “Lalo” Pelliciari, millonario y oriental, que aparece en 1935. Buen narrador de historias, agregaba teatralidad al relato, inventaba grandes jugadas y goles notables, pero cometió un error grave: despreciaba el antes y el después de cada partido. Pelliciari, tomaba el micrófono a las 15,30 de la tarde. Su tarea finalizaba a la 17,15 en punto.
Pero un comentarista de Pelliciari es quien revoluciona el relato y le agrega ficción. Un narrador que demuestra que lo meramente deportivo puede ser parte de una historia literaria con un comienzo, desarrollo y final.
Nos referimos a Fioravanti, nacido Joaquín Carballo Serantes.
Culto, amante del idioma, podríamos compararlo con los aedos, los antiguos payadores griegos, creadores de Ulises y la Odisea.
Fioravanti, miope, relataba un partido que apenas veía, pero inventaba jugadas extraordinarias, chilenas de excepción, y planchazos descalificadores. Todo con un lenguaje de profesor universitario.
Fioravanti demostró que la literatura del fútbol es el relato radiofónico.
Despreciaba el negocio publicitario, y solamente permitía un solo auspiciante en sus transmisiones radiales. Durante años Cigarrillos Caravana, después Bodegas Giol. Fue el creador de las conexiones en las distintas canchas con toda la información deportiva al instante. El famoso: ¡-atento Fioravanti!
Acaparó la audiencia a partir de 1940 y mantuvo al país en vilo durante casi dos décadas.
A fines de los cincuenta, un ignoto relator de Radio Rivadavia comienza a crecer en audiencia, y a partir de la aparición de la radio portátil, en 1960, desplaza a Fioravanti en el gusto popular.
Se trata de José María Muñoz, un técnico aeronáutico que se hace llamar “el relator de América”.
Contaba Fioravanti años después, que el público de la platea que escuchaba su relato con la Spika en la oreja, se daba vuelta asombrado para mirarlo con sorpresa. -¿Qué historia nos está contando, Maestro?
A través de la portátil los oyentes se dan cuenta que el relato de Firovanti no es verosímil, y de manera masiva pasan a ser escuchas de Muñoz.
El maestro Antonio Carrizo ha dicho que Muñoz fue el personaje más importante en la radiofonía argentina, y es posible que esté en lo cierto.
Era un relator extraordinario que no necesita inventar el juego. El partido seguía su relato, cuya narración iba segundos antes de la jugada.
Sabemos que un segundo en el fútbol se asemeja a la eternidad.
Un aedo moderno que relataba un partido que después sucedería.
Creaba frases y muletillas, algunas no exentas de poesía, otras ridículas, que repetía domingo a domingo: “Van corriendo las agujas del reloj”. “Hace las veces de local”. “Luna llena en el estadio”. “El clima une a los pueblos a través de las isotermas”. “Hay arrugue de barrera”. “La patria se hizo a caballo”. O su célebre: “peligro de gol”.
Un creador de sobrenombres a jugadores. Roberto Perfumo era “El Mariscal”. Passarella, “el Gran Capitán”.
Desconcertaba al público con salidas inexplicables. Una tarde, durante un partido Argentina-Italia, dijo refiriéndose a un jugador italiano: -¡Causio es un reaccionario! Para agregar segundos después:-¡Reacciona cuando le sacan tarjeta amarilla!
O el día que el arquero Carlos Biasuto cumplió cuarenta años. Muñoz le dijo que tenía los reflejos de un pibe y parecía de veinte años. El comentarista acotó: -es como Dorian Grey. Corrigió Muñoz:-¡estoy hablando de arqueros argentinos!
Con su enorme audiencia desató el negocio. Hubo que poner un límite a la cantidad de anunciantes, y los mejores locutores comerciales trabajaban con él. Primero Cacho Fontana, después Orlando Ferreyro, al que el país esperaba los domingos para escuchar en su voz el comienzo de la transmisión diciendo: -¡fútbol, pasión de multitudes!
Muñoz era el gestor de las entrevistas con los anunciantes. Comenzaba con su paso como periodista en los Juegos Olímpicos de Helsinski, Finlandia, realizadas en el año 1952. Luego de 40 minutos de monólogo terminaba siempre con una referencia a la actualidad, a algún hecho que inventaba en el momento y que beneficiaba económicamente a la empresa que visitaba. Ante el silencio reverencial ejercido por empresarios de gran nivel que lo miraban como si estuvieran en presencia de Dios padre, al vendedor que lo acompañaba solo le quedaba informar el precio de la participación publicitaria.
Hay un relato en “Crónicas de Bustos Domecq”, del dúo Borges, Bioy Casares, titulado “Esse est percipi”, donde un señor Tulio Savastano tiene como tarea inventar, a través de un relator deportivo de apellido Ferrabás, los resultados del fútbol. Savastano dice: “-el fútbol es un género dramático a cargo de un solo hombre en una cabina”.
Hay muchas semejanzas entre Savastano y el relator de América.
Muñoz, a través de la velocidad y certeza de su garganta, que se adelantaba al juego propiamente dicho, creaba la mágica ilusión de que el partido era de su total invención.
Eso lo llevó a creer que la realidad era obra suya.
Fue esta percepción falsa la que lo perdió, desató su megalomanía, y se creyó llamado a cumplir con un destino mesiánico.
Cuando los integrantes del régimen que asaltó el poder en 1976 lo llamaron a colaborar, no dudó un instante.
El campeonato del mundo juvenil de 1979 es un hecho por todos conocido.
Muñoz inventó un festejo en las calles que no estaba en la cabeza de nadie, y llevó una multitud en caravana a desfilar por la calle Hipólito Irigoyen, donde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA estaba tomando denuncias sobre desaparecidos.
O informar a través de un clásico de domingo, la caída de las Islas Georgias en manos británicas.
Pero si nos atenemos al relato estricto, no habrá otro igual.
Muñoz tuvo lo que el poeta alemán Reiner María Rilke denominó: “- su propia muerte, la muerte que derive de su vida”.
Desde el sanatorio donde luchaba contra un cáncer terminal, un domingo de Octubre de 1992, dirigió por teléfono la transmisión de su último Boca-River. Terminado el partido entro en coma y murió horas después.
Lo sucedió Víctor Hugo Morales que ya venía tallando fuerte.
Nacido en Uruguay, Morales comenzó a trabajar en la Argentina en 1981.
Hombre sin pelos en la lengua, lo trajo por acá su mala relación con los gobernantes uruguayos, colegas de los argentinos en aquella época, y un deseo de crecer y destacarse no solo en el relato deportivo.
Melómano, culto, podría decirse que es el nuevo Fioravanti.
Antonio Carrizo ha expresado que con Muñoz el partido iba de los ojos directamente a la garganta, mientras que en el uruguayo, antes de ser verbalizado, el relato pasa por el cerebro.
Víctor Hugo superó, por su versatilidad, dos grandes escollos. El primero fue la presencia de Muñoz, que aunque en baja, seguía siendo un rival de peso.
El otro es la televisión actual.
A partir del dominio de la imagen, y de la transmisión en vivo de todos los partidos de primera, locales e internacionales, y de las infinitas copas a disputarse, hay fútbol televisado todos los días. Y hasta el comentarista Marcelo Araujo comenzó a hacer radio en televisión, dándole otra dinámica a la narración del partido televisado.
Todo esto hace que el relato deportivo haya perdido el clima de comunión mágica con los oyentes.
Además la audiencia radiofónica se atomizó. Cada club tiene su relator, y cada hincha sigue a su equipo en una emisora distinta.
Víctor Hugo, capaz de bautizar a Leonardo Astrada como “El Jefe”, de inventar una metáfora a partir de un caño o una rabona, persiste en utilizar un lenguaje culto, al mejor estilo de Fioravanti.
Insiste en la emoción y veracidad del relato radial con la tenacidad del último charrúa.



El Cachafaz y Carmencita
Calderon.

Ovidio José Bianquet, el Cachafaz
Una semblanza.

Se destacó desde chico por su insolencia.
En el barrio de Balvanera, para ser precisos en la calle La Rioja, donde Ovidio irrumpió en febrero de 1885, los vecinos se escondían a su paso.
No había vidrio ni farol próximo a su casa que el niño no destrozara.
Hasta que un día alguien llamó a la policía. Cuando esta llegó la madre de Ovidio, que era italiana y hablaba cocoliche dijo: -m’ico e benito. Entonces un novato botón lo anotó en la denuncia como Benito Bianquet.
El Benito le quedo de por vida.
Unos días después, el purrete arrabalero piropeó a una vecina.-“adios, corazón de arroz, todo lo que cuelga”. Por razones de buen gusto dejamos el piropo inconcluso. La señora, indignada, habló con el padre del chico, que como toda explicación expresó:-¡mi hijo es un cachafaz!
Ya tenemos nombre artístico y apodo.
A los 20 años era el mejor bailarín de tango de Buenos Aires.
Feo, picado de viruela, atropellador con las mujeres, conoce a Carlos Gardel y se hacen amigos.
Frecuentan la cantina “Chantacuatro”, en el barrio del Abasto.
En 1920 viaja a París donde tiene un éxito notable. Gana mucho dinero dando lecciones particulares de tango a miembros de la alta burguesía.
Pero Benito se aburre en Francia. Los viejos bulevares no significan nada para él y retorna, con toda la tarasca, a Buenos Aires.
Declara en una nota hecha por la revista “Sintonía”: -volví por que no me gustaron los franceses. Son malolientes, ruines y sacadores de minas.
El dinero ganado en París se va enseguida. El Cachafaz pensaba en el pasado esplendor cuando en la orquesta sonaba el tango “Noches de Colón”: “también los goces, que da el dinero, en otros tiempos los tuve yo”.
Pero, la verdad es que poco le importaba.
Se relaciona con una jovencita de veinte años que será su pareja de baile en la película “Tango”, el primer film sonoro argentino.
Su nueva compañera, Carmencita Calderón, lo acompañará hasta su muerte, ocurrida en Mar del Plata en febrero de 1942.
La muerte de Bianquet se produjo después de una exhibición artística en un lugar llamado “El Rancho Grande”.
Carmencita declaró: -hacía mucha calor y Benito se pasmó.
El Cachafaz se perdió la fiesta argentina de 1946.
Cosas del destino.
Carmencita Calderón vivió hasta los cien años.
Murió en 2005 en una desangelada torre del Complejo Habitacional Lugano II.
Un tanguero que volvió de la muerte nos contó que el barrio donde vivía Carmencita le traía recuerdos del infierno.

Post Scriptum:
La manera de bailar de “El Cachafaz” motivó diversas glosas y comentarios.
La última cuarteta referida a su particular manera de caminar la pista la escuchamos en Vicente López en el “Café de París”, surgida de la imaginación de Don Julio Paredes, el poeta del barrio:
Dice así:


“Un tal Benito Bianquet
Apodado El Cachafaz
Con el tango hacia adelante
En la vida para atrás.”



Benito Bianquet y Carmencita Calderon bailan en la película "Tango".http://www.youtube.com/watch?v=nMwNdNFm-sw&feature=related




Enrique Santos Discepolo




Discépolo


Enrique Santos Discépolo nació el 27 de marzo de 1901 en el barrio de Once, parroquia de Balvanera, y una sospecha lo acompañó durante toda su infancia. Lo angustiaban las reiteradas humillaciones a las que lo sometía su hermano Armando, quince años mayor, cuando lo visitaba en casa de sus tíos donde el huérfano Enrique vivía, en el barrio de Palermo.
En los años de la Escuela Normal, las dudas quedaron de lado ante el desbocado maltrato de Armando.
El desprecio fraterno dejaba las cosas en claro: ni su hermana Otilia ni él eran hijos del napolitano Santo, el fracasado.
Años después los encontramos habitando una casa en la calle Rioja, en el porteño Parque de los Patricios. Enrique tiene 15 años, Armando 30. Frecuentan el grupo Artistas del Pueblo, integrado por el pintor Facio Hébequer y el grabador Adolfo Bellocq, entre otros. Planean todas las noches la revolución social y demonizan a Emilio Pettoruti, un pintor de origen proletario que se ha volcado a la vanguardia.
El único que defiende al hijo del modesto carbonero platense es el adolescente Enrique. Con argumentos inteligentes y desde la perspectiva de la libertad total, con un sólido discurso anarquista se destaca en los debates. Aplicando lecturas de Bakunin y del cajetilla Kropotkin seduce sin parar, y el remate final de sus discursos siempre es desopilante.
Los artistas lo adoptan como a un hijo.
A su hermano le da asco.
En esta época comienza en Buenos Aires la gran fama de Armando como dramaturgo. Se nutre hasta el robo de la enorme capacidad de su despreciado fratellino. No soporta que el producto del amor entre su madre y un desconocido brille con luz propia y tenga ese talento sin par. La ofensa es cotidiana.
Una noche, Enrique va con amigos a escuchar a una cancionista española que entona con éxito sus tangos. La visita en el camarín y ella, desenvuelta, lo invita a pasear en su Buick por los bosques de Palermo. Con Tania, Enrique por primera vez en su vida se siente querido.
Gracias a la gallega se libera para siempre de su parasitario hermano.
Es el año del estreno del tango “Malevaje”.
Se trata de la historia de un compadre que se enamora, y en lugar de pelear, pensando en su amada se larga a correr. El tango, estrenado por Azucena Maizani en el teatro Astral, impresiona a todos por el hecho inédito de que un malevo confiese su amor de esa manera:”pensé en no verte y temblé”, dice en estado de llanto.
Por esos años Enrique es colaborador del diario Crítica. Allí conoce a un joven dos años mayor que él, quién por no estar de acuerdo con su poética, lo desprecia públicamente.
Se trata de un compadrito frustrado llamado Jorge Luís Borges, que en las largas charlas de la redacción de la Avenida de Mayo, lo detesta con pasión.
Contaba Edmundo Guibourg, compañero de ambos, que le preguntó a Borges porque esa descalificación visceral por Enrique:-a los italianos no me conformo con odiarlos, también los difamo, contestó Georgie. Y balbuceó -Desde hace años estoy inventando una mitología de cuchillos, estoy dejando la vista en aras de una canción de gesta orillera, intentando crear una leyenda de la nada, y ese napolitano resentido me viene a escupir el asado.
-Si un guapo arroja el puñal y se larga a correr, que hago entonces con los hermanos Iberra, Nicanor Paredes, y todo ese lumpenaje que solo existe en mi imaginación. -El tango “Malevaje” me deja en ridículo porque se burla de los códigos del coraje acerca de los que estoy escribiendo.
-A un malevo nunca lo puede vencer el amor, concluye.
Todo lo dicho en la redacción fue suficiente para que Enrique desistiera de seguir colaborando con el diario.
Pocos días después es requerido por el cineasta Eduardo Morera para realizar junto a Carlos Gardel, lo que puede denominarse el primer Video-Clip nacional. La decepción periodística pasa a segundo plano En ese Video-Clip debe, en breve diálogo con el Zorzal, explicar la temática del tango “Yira…yira”. En el corto Gardel le pregunta por el significado del tango, y él responde:” el personaje es un hombre que ha vivido la bella esperanza de la fraternidad durante cuarenta años. Y de pronto, a los cuarenta años se desayuna con que los hombres son unas fieras”. Gardel acota:”Pero dice cosas amargas”. Entonces Enrique remata: “No pretenderás que diga cosas divertidas un hombre que ha esperado cuarenta años para desayunarse.”
Cuando el morocho se retira de la grabación sale a la calle junto a Morera. Dicen que dijo Don Carlos:-A este muchacho le he grabado muchos tangos. Me lo agradece pero no pasa de ahí. He tratado de hacerme amigo, pero él no sale de su tristeza. Luego se acomodó el sombrero y se perdió en la noche porteña.
En 1933, con el estreno del tango “Tres Esperanzas”, Enrique da todo por terminado: “no doy un paso más alma otaria que hay en mi”, y agrega: “cachá el bufoso y chau, vamo a dormir”. Es que Discépolo, herido de muerte desde la cuna, ya no quiere más. El dolor es su sentimiento cotidiano y está harto. La agonía durará 18 años.
De todos modos sigue componiendo y deja obras que lo consagran como el más original de los poetas de tango.
Ese lento camino hacia la muerte es interrumpido una mañana por el sonido del teléfono. En línea está Raúl Apold, nuestro Goebbels, que ostenta el cargo de Subsecretario de Informaciones de la Presidencia. Lo cita de manera perentoria para ese mismo día. El autor de la frase “Perón cumple, Evita dignifica” quiere que Enrique monologue por radio haciendo campaña política para la reelección del General.
Discépolo duda, dice que no, pero termina cediendo ante la prepotencia del funcionario. El día 2 de Julio de 1951, a las 20,35, comienzan sus charlas radiales denominadas “Pienso y digo lo que pienso”. Duran cinco minutos y son reproducidos por Noticias Gráficas. Se trata del célebre mordisquito.
A partir de ese momento el infierno cotidiano se acentúa. Comienzan a llegar al domicilio del poeta, en Callao 765, los discos de pasta de sus tangos, partidos al medio. Los contras no perdonan y hasta paquetes con excrementos llegan a su casa. Enrique permanece encerrado.
Una noche Tania lo convence para ir a comer al restaurante “Bologna”.
En la calle se cruzan con el actor Orestes Caviglia que, exiliado en Montevideo está de incógnito en Buenos Aires porque su nieta está enferma de poliomielitis. Habían trabajado juntos en 1930 en la obra “Invitación al Viaje”, de Jean Jacques Bernard y tenían desde entonces una excelente relación.
Enrique cuando lo ve sonríe y abre sus brazos. Caviglia lo mira a los ojos, le dice:-sos un mierda, y le escupe el rostro.
Es el fin. A partir de ese día su único alimento será whisky con pedazos de ajo. Bebe a diario la hiel de su desdicha. Tania pide ayuda y lo ven los mejores especialistas de Buenos Aires, entre ellos el célebre clínico español Juan Cuatrecasas que nada puede hacer ante un fundamentalista de la desesperación.
El 23 de diciembre de 1951 el cuadro se agrava.
Por la tarde se presentan sus amigos para despedirse en un caluroso día de verano. Discépolo no pierde el humor y parece agradarle la partida.
Le dice a Osvaldo Miranda, su compinche de toda la vida: - hasta la soledad me dejó solo.
Cuando oscurece su cuerpo es invadido por un azul de frío.
Susurra: -Tania, dame el pulóver de vicuña.
A medianoche hace mutis por el foro.




Carlos Gardel canta "Malevaje":


http://www.youtube.com/watch?v=JAZq2vddb90



Pepe Stalin


Un polaco y la guerra

Relato tanguero



(a Julio Tapia)


No recuerdo el año preciso en que apareció por el barrio, pero debe haber sido cuando empezó la malaria.
El esplendor se apagaba lentamente como las bujías del viejo cine donde concurríamos a ver el continuado.
Al volver, soñando con Hopalong Cassidy, hacíamos una escala en el almacén de los basureros.
Nos abríamos paso como podíamos mientras los concurrentes le daban parejo al moscato. Esquivando musolinos y borrachos, nos acercábamos al cisne plateado que derramaba agua fría.
Luego de beber con avidez salíamos corriendo espantando los caballos, que atados a los carros de basura, dormitaban mientras sus patrones chupaban a destajo.
Un día el almacén cerró para siempre. La causa, se dijo, fue una pelea entre cirujas.
El local estuvo abandonado durante años, pero una tarde vi que la puerta estaba abierta y había movimiento. Comenzaba su reconstrucción.
Las vecinas, cuando barrían la vereda pasaban el dato en voz baja: -dicen que van a poner una fonda.
A diario avanzaban los arreglos.
Una tarde, al volver a casa lo vi. Era muy alto, flaco y de abundante pelo rubio. Llamaba la atención su peinado muy prolijo con Brancato.
-Es polaco, dijo uno.
La obra avanzaba sin pausa. Una tarde colocaron un cartel que decía, con letras rojas sobre un fondo blanco “Restaurante Polska”, abajo, más pequeño: “de Otonor Papierniuk.”
En poco tiempo se convirtió en el lugar obligado del domingo a mediodía.
Su especialidad era la cocina centroeuropea; con mi familia descubrimos el borsh, los arenques y los blinis con crema ácida.
Mientras comíamos Otonor permanecía detrás de la caja, sin pestañar, sin moverse, inanimado. Siempre vestido con traje negro, e impecable camisa blanca abrochada hasta el botón del cuello. Sin corbata. Cuando el mozo gritaba: ¡-cerrando la mesa 1!, el polaco, con gran economía gestual, anotaba lo pertinente para entregar la adición.
Una tarde, a punto de irnos, Otonor salió de su sopor, se acercó a la mesa de al lado, y en un español infame se dirigió al profesor.
Este era un conocido médico clínico que almorzaba solo.
Dijo: -Quiero que usted atienda a mi mujer, Anita. No la conoce porque está en la cocina.
-Que me vea mañana en el consultorio, respondió, parco, el galeno, y siguió comiendo.
Otonor, siempre de negro y Brancato, volvió a su mutismo habitual y a concentrarse en la ventana.
Meses después, al fin del almuerzo, Otonor, dirigiéndose al médico sorprendió a todos con un eufórico: -Profesor, no le cobro porque Anita se curó.
El doctor contestó que si no le cobraba no concurriría más al restaurante. Otonor dijo: -entonces no le cobro hoy. Y pidió que el público despidiese al profesor con un aplauso. Cuando caminaba hacia la puerta entre la bulla de los comensales que lo felicitaban, la eminencia saludaba con más verguenza que emoción.
Una tarde en que nos encontrábamos en la puerta de casa el polaco pasó caminando con un ramo de flores rojas. Vestía el traje negro de siempre y llevaba la inmaculada camisa blanca abotonada hasta el cuello.
Durante años me pregunté adonde iría.
La rutina de los domingos se mantuvo durante años.
Otonor en el mismo lugar, con su traje negro, su pelo rubio engominado, inexpresivo. La vista clavada en la ventana. Mudo.
Tiempo después, cuando terminamos el secundario con unos amigos decidimos festejar comiendo en el “Polksa” que a esta altura había echado buenas, y de fonda primigenia se había convertido en un lugar distinguido donde se daban cita los burócratas de la ciudad.
A los postres, comenzamos a discutir sobre el final de la segunda guerra mundial.
Nuestra promoción del Colegio Nacional estaba dividida en dos grupos formados por los aliadófilos, que eran mayoría y los que simpatizaban con el eje.
Alguien comentó la invasión del ejército Alemán a la Unión Soviética diciendo que fue el más grande error de Hitler.
En ese momento yo estaba mirando a Otonor. Las palabras de mi compañero obraron como una descarga eléctrica en el cuerpo del polaco.
Emergió de su letargo, dejó de mirar fijo la ventana, y dirigiéndose a nosotros nos gritó en su jerga canina:-¿Qué saben ustedes de la guerra?
Se apartó de la caja, buscó una botella de vodka, un vaso diminuto, y se sentó con nosotros.
Ante nuestra sorpresa expresó:-Yo fui soldado de Hitler.
Después de servirse una copa y de vaciar su contenido de un solo trago, continuó:-cuando Hitler invadió Polonia, con un grupo de admiradores nos unimos a sus fuerzas. Era un esclarecido. Con algunos camaradas habíamos formado una organización de apoyo al nazismo. Hitler nos deslumbró por su visión del mundo, y su lucidez sobre el problema judío. Mi patria estaba amenazada por judíos, y comunistas.
¡La Divina Providencia mandaba un alemán a salvarnos!
Mirándonos con odio, dijo: ¿-Qué idea pueden tener ustedes del problema judío y del comunismo en esta ciudad de empleados públicos?
Continuó: -Adolfo Hitler explica el problema de manera clara en “Mi Lucha”, libro que estudié en profundidad y que debería ser de lectura obligatoria en los colegios. Ahí desentraña y da vuelta como un guante la realidad del mundo demostrando que el judío es un pueblo con características bien definidas.
-¿Y cuales son esas características? , preguntamos.
-El judío es un parásito en el organismo nacional, contestó Otonor y agregó:- Si hasta el propio Schopenhauer decía que el judío era el maestro del embuste.
¡El judío es un flagelo del demonio!, aulló después de tomar otro vaso de vodka.
-Simulaba su germanismo o su amor por Polonia pero era siempre el mismo judío. Y demostró Hitler que la Bolsa es su lugar natural y que a través de ella crece su influencia en el terreno económico con gran rapidez.
Cada vez más alterado, continuó: -Un judío fundó la teoría marxista intentando destruir los fundamentos de la nación y de la raza. Y dice Hitler que esa destrucción es la verdadera esencia de la doctrina marxista, si se puede dar a la repugnante creación de un cerebro criminal el nombre de doctrina.
Después de tomar otro trago, siguió: -Rápidamente Hitler puso orden en Polonia. Los nazis mataron como ratas a los comunistas.
Con los judíos, la solución final. Después de la limpieza, comenzaron su marcha hacia el este.
Un domingo de 1941, a la madrugada, Alemania invadió la Unión Soviética, iniciando la cruzada mundial contra el bolchevismo.
A los voluntarios polacos nos alistaron en el ejército del sur junto a dos ejércitos rumanos. La idea de Hitler era quedarse con el trigo de Ucrania y con el petróleo del Cáucaso. Además aplastar a todos los judíos y comunistas.
¡Y para allá fuimos!
Ucrania fue un paseo. A nosotros se no ordenó marchar hacia el sudeste. A Stalingrado, que era la puerta del petróleo.
En noviembre alcanzamos Rostov del Don con una fuerte nevada. El petróleo estaba al alcance de la mano. Pocos días después acampamos en las afueras de Stalingrado. La batalla estaba ganada.
Pero ahí comenzaron los problemas. De manera inesperada Hitler relevó al comandante del VI ejército al que pertenecíamos, y designó en su lugar al General Von Paulus, que a la larga demostró ser un inútil y un traidor.
Empezó el invierno que fue terrible con días de 20 grados bajo cero. Fallaba la logística, teníamos hambre. Los soviéticos resistían y eran feroces en la batalla cuerpo a cuerpo en las calles de la ciudad. Un día tomábamos un barrio de Stalingrado, y ellos, asiáticos y judíos, juntaban fuerza por la noche y lo recuperaban al otro día. Nuestra situación era cada vez peor porque no llegaban alimentos ni medicinas.
Von Paulus mostraba su inoperancia con órdenes contradictorias.
De manera inesperada se agregó un nuevo elemento en la estrategia judío-comunista. Una mañana en la que estaba envuelto en una frazada, con un frío espantoso, y después de aguantar dos días de morteros en las trincheras, se hizo el silencio. Esa tranquilidad casi eterna fue rota por una música desconocida.
-Es un tango, dijo un alemán que tiritaba a mi lado.
A partir de ese momento, después de bombardearnos con los terribles cohetes Katiuska y morteros durante días, se hacía el silencio.
Sabíamos, aterrados, que empezaba el tango.
Tardamos en darnos cuenta como aparecía esa música mortal.
Los comunistas preparaban programas de 30 minutos grabados en un disco de gramófono de cuerda. Lo escuchábamos a través de altavoces montados en furgones con un cable conectado por atrás.
Una voz en alemán decía: ¡-Stalingrado, tumba masiva del ejército de Hitler!, y la música siniestra del tango comenzaba a escucharse en toda la estepa.
El cantor era letal, porque la música era acompañada por una voz cuyo efecto era peor que los morteros.
Siempre comenzaban con el mismo tango. Después de unos minutos se hacía el silencio. Estábamos inmovilizados por el hambre, el frío, los morteros, los Katiuska, pero lo peor empezaba cuando aparecía el cantor.
En esos días Von Paulus nos traiciono y se rindió a los comunistas.
Ahí comenzó nuestra huida.
Había que retirarse de inmediato porque los soviéticos, con el tango como bandera, comenzaron un operativo cerrojo conocido después como “Operación Urano”. Todavía no se como, pero luego de mil penurias llegué a Berlín pocos días antes del suicidio del maestro.
Terminada la guerra, y con el oso soviético presente, conseguí un pasaporte de la Cruz Roja y a fines del 46 llegué a Buenos Aires.
Una tarde, en el hotel donde nos hospedaban, alguien encendió una radio y escuché el tango que sonaba en las trincheras. Me tuvieron que agarrar entre varios porque los nervios me dominaron y quería tirar la radio contra la pared. Cuando me calmé supe que el cantor que nos había enloquecido en Stalingrado era argentino, se llamaba Ignacio Corsini y vivía en Buenos Aires.
Cuando vine a esta ciudad no me animaba a prender la radio por que tenía miedo de escuchar la voz mortal de las trincheras. Con el tango volvía el frío, la desolación y hasta el olor de Stalingrado.
La curiosidad me venció y pregunté por Corsini. Mis camaradas me dijeron que era un hombre muy fino, conocido como el caballero cantor. Un día, hojeando una revista vi su foto. Me sorprendió su cara de galán de cine. Por radio pasaban sus canciones. Me acostumbré y empecé a conocer su repertorio. Asombrado descubrí que tenía una angustia en la garganta. Su voz emocionaba hasta el llanto.
Pasaron los años y un día Corsini se murió.
Decidimos, con los veteranos de la guerra, concurrir a su entierro para rendir el homenaje de los vencidos al torturador de la estepa. Yo dejé sobre su ataúd un ramo de claveles rojos y blancos, colores de la bandera de mi patria.
Otonor interrumpió su monólogo para tomar un trago de vodka.
Siguió: -algunas veces vienen a comer los dirigentes del Partido Comunista de la ciudad, luego de las reuniones del Comité Central, o para celebrar la revolución de Octubre. Hablan de la guerra y analizan la batalla de Stalingrado.
Yo me quedo en la caja, sin moverme, mirando por la ventana como pasan los tranvías.
Afirman, con la falsa seguridad que dan el vino y el materialismo histórico, que la guerra se ganó en el este, en Stalingrado.
Creen que Stalin fue un gran estadista y, según ellos, la figura principal de los vencedores.
Pobrecitos, no saben nada. Yo estuve ahí y se con fundamento que la guerra no la ganó Stalin. ¡Que va a ganar ese criminal!
El polaco guardó silencio. Agarró la botella, se la llevó a la boca, y tomo un largo trago directamente del pico.
Pregunté:-Otonor, ¿quién ganó la guerra?
Se secó los labios con el dorso de la mano, miró fijo la pared, y habló convencido: -la guerra la ganó Corsini.



Post scriptum:
Siempre pensé que la historia contada por Otonor era producto de su polaca imaginación.
Muchos años después asistí a una conferencia ofrecida por el periodista y escritor Julio Nudler, cuyo tema giraba acerca de su libro “Tango judío. Del ghetto a la milonga”, publicado en 1998.
Al finalizar, Nudler comentó que un investigador inglés había demostrado que en las trincheras de Stalingrado los soviéticos, después de bombardear las posiciones alemanas sin interrupción durante días, acercaban a las líneas enemigas furgones con discos de gramófono, y a través de potentes altavoces emitían tango.
Agregó que esto podría leerse en un trabajo próximo a publicarse, cuyo autor era un historiador llamado Antoni Beevor.
El libro, titulado “Stalingrado”, fue editado por “Crítica Barcelona”, en Octubre de 2002.
En las página 260 y 279 el autor hace referencia concreta a nuestra música nacional y su efecto mortal sobre las tropas alemanas.

Ignacio Corsini, el terror de las estepas, canta "El adios"

http://www.youtube.com/watch?v=osiYd0-5NK0&feature=PlayList&p=9488B1648E996B13&playnext=1&playnext_from=PL&index=28



Carlos Gardel


Sueño y milagros de Carlos Gardel


Existe una leyenda popular según la cual Carlos Gardel, el francesito del Abasto, hace milagros.
El mito del morocho empezó así.
Pocos días antes de morir en 1928, María Salomé Loredo de Subiza conocida como la Madre María, mujer muy popular, esotérica y sanadora, citó a Gardel en su casa y le dijo:-Carlos, la misión que me había sido encomendada llega a su fin. Mi cuerpo enfermo no resiste más y usted, que es la voz de Dios en la tierra, debe continuar con el legado divino. Le entrego mi anillo. Con él podrá ayudar y hacer milagros, úselo en beneficio propio pero también para ayudar a los demás. Sobre todo a pobres y enfermos.
La casualidad hizo que Gardel tuviese que partir de gira pocos días después.
Lo hizo con el talismán y sus guitarristas. Por la noche, en el barco que lo llevaba a Europa, frotaba el anillo y pedía que la gira emprendida fuera un éxito. Y lo fue. En París, caminando por Place Pigalle se acercaba a los pobres que mendigaban en la calle para apoyar su mano derecha en la cabeza y curarlos de todo mal. También visitó el Hospital Bichard, donde, rodeado de médicos frotó el anillo sobre una enferma terminal logrando resultados notables.
Una noche en que iba a cantar en el Hotel Casino de Niza entre el público estaba Charles Chaplin. Después de la actuación se sentaron a la mesa para tomar una copa. Chaplin estaba conmovido por la gola del zorzal y después de dar cuenta de varias botellas de champagne el actor sintió que una voz le decía que Gardel, por motivos que desconocía, podía curarlo de la terrible y vergonzante enfermedad que padecía. Don Carlos lo escuchó con atención y una vez que el actor terminó con su discurso, se quitó el anillo que portaba en el anular de su mano derecha y le dijo: -Charlie, te presto mi anillo por un día. Ponételo y acaricialo de manera constante. Mañana a medianoche me lo devolves y estarás curado.
Y así fue. Chaplin vivió hasta que se cansó pero Gardel, acosado por su doble fama de cantor y curandero debió partir para Nueva York.
A los pocos días de instalado en Manhattan se presentó en su hotel un señor con su pequeño hijo. Gardel los recibió en la suite que ocupaba. Escuchó: -Me llamo Vincenzo Piazzolla y este es mi hijo Astor Pantaleón. Somos de Mar del Plata y acá trabajo de peluquero. Astor, que estudia bandoneón, podría colaborar con usted. Hacerle algún mandado, en fin, ayudarlo. Gardel contrató al pequeño Astor como intérprete y hasta le hizo desempeñar un breve papel de vendedor de diarios en la película “El día que me quieras”, filmada para la Paramount en 1935. El morocho notó enseguida el gran talento de Astor para el fuelle.
En esa fecha Gardel inicia la gira que lo llevará a la muerte. Los Piazzolla lo van a despedir. Las versiones están divididas. Algunos aseguran que el morocho, antes de subir al avión le dio el anillo al pequeño Astor. Y así explican la genialidad de Piazzolla y se quedan cortos al compararlo con Bartok. Otros dicen que el morocho murió en el accidente aéreo de Medellín con el anillo puesto.
Esto nunca se podrá saber.
Lo único que se conoce son los milagros diarios del fantasma del zorzal y la devoción popular por Gardel.
Todos los 24 de Junio, fecha de su muerte, miles de personas se congregan frente a su tumba en el porteño cementerio de la Chacarita. En completo orden se suceden los discursos sobre el mítico cantor. Se hacen largas colas para colocar entre los dedos de Gardel un cigarrillo encendido y de esa manera tener acceso al dedo anular de la mano derecha. Lo que agradecen el milagro arriesgan su vida al subir al monumento del bronce que sonríe. Está a casi cuatro metros de altura, y si te caes que pase el que sigue. Colocan un cigarrillo encendido para poder tocar los dedos y agradecerle a Carlitos. Aseguran los hombres sabios del café que el pedido debe realizarse con seis meses de antelación. Es que el pobre Don Carlos no da abasto.
Ahora bien, es sabido que todo santo tiene contra, y los detractores del morocho comentan que es un milagrero del montón. Que Carlitos solo puede realizar milagros menores. Por ejemplo que alguien pueda cambiar el taxi o conseguir la pierna ortopédica que anda faltando, pero nada más.
Nunca el morocho podrá curar un cáncer de próstata o un grosero tumor cerebral.
Pero una organización iniciática conocida como “Testigos de Gardel” ha hecho los estudios pertinentes, demostrando que el grupo que descalifica y se burla del zorzal está conformado en su totalidad por neoliberales y fundamentalistas de Corsini.
Ahora bien, hay varias dudas que ensombrecen la imaginación de los estudiosos de la vida del malogrado cantor.
Si Gardel le entregó su anillo al pequeño Astor en vísperas de su viaje hacia el incendio en 1935, ¿que se hizo del milagroso zarzo una vez muerto Piazzolla? Y si a Astor Pantaleón el uso del anillo le dio el resultado por todos conocido, ¿quién luce ahora en su anular derecho el milagroso objeto?
Por otra parte, si Gardel regaló su anillo, ¿como es posible que tocando sus dedos se cumple el pedido?
El tema está siendo estudiado.
“Testigos de Gardel”, de pié junto al zorzal y portando sonrisa gardeliana, aseguran que la resolución del misterio esta muy cerca.
Al alcance de la mano.







Almafuerte:Fundamentalista de la miseria.

El escritor Ignacio B. Anzoátegui, en una página dedicada a Almafuerte, señala que nació en San Justo en 1854.
Agresivo, afirma que nadie relevante pudo haber dado “ese pueblo polvoriento”.
Continúa Don Ignacio: “Almafuerte tenía adentro la miserable confusión del mar y la prepotencia de las cosas inútiles”.
No estamos de acuerdo con la definición del mar.
La magia del océano está en esa confusión, en lo que oculta.
Por otra parte la prepotencia puede explicarse.
Almafuerte, nacido Pedro Bonifacio Palacios, no conoció a sus padres,
lo criaron parientes, y no tuvo otra alternativa que inventarse a si mismo. Si bien el resultado no fue el mejor, Don Pedro B. hizo lo posible para llegar a donde llegó.
Prácticamente no tenía estudios y aún así, a los diez y siete años dictaba clases en una escuela primaria.
Anzoátegui afirma con sorna que la pasión de Almafuerte fue la miseria:

Y voy a cantarte a ti.
¡Oh mi chusmaje querido!
porque lo vil y caído,
me llena de amor a mí.

También se burla Anzoátegui, del interés del poeta por la cuestión social.
Almafuerte se decía el abogado de los pobres.
En sus versos, además, daba clases de higiene, estaba contra el alcohol y el tabaquismo.

Escribía:

Primeramente hijos míos,
mucho aseo, mucha higiene,
todo cuerpo limpio tiene,
más resistencia y más bríos.
Mucho jabón y agua clara,
hasta dejarse la piel,
como pliego de papel,
como un mármol de Carrara.


Lo curioso es que ambos, Almafuerte y Anzoátegui, tenían en común un odio visceral por el tango.
Palacios veía a los hombres bailar tango en la vereda y se avergonzaba.
Rumiaba:- bailan entre ellos porque las mujeres están en el quilombo.
Anzoátegui coincidía con Leopoldo Lugones, el tango era un reptil de lupanar.
Como todo socialista que se precie (aunque negaba su pertenencia al Partido) Almafuerte tenía una militancia feroz contra el tabaco, el alcohol y el prostíbulo, integrantes esenciales de nuestra música.
Ingenuo, hablaba de higiene sin comprender el camino paralelo entre la sífilis y el tango.
En la cruzada moral de Anzoátegui, la música estaba acompañada por italianos, gorriones y maestras normales.
En esto siempre estuvieron de acuerdo la izquierda y la derecha:
los males de nuestro país comenzaron con el tango y culminaron con Perón.
Para sorpresa de todos, con los años, Almafuerte devino popular.
Daba recitales de poesía y reunía multitudes.
Es la época en que conoce a Carlos Gardel, un delicado cantor criollo.
Tímidamente Don Carlos le pidió una letra y Almafuerte le dio el horroroso “A mi madre”, con la condición de que no componga un tango.
Don Carlos, respetuoso, compuso un estilo que solamente él puede sostener. Hemos dicho en otro análisis de este Blog que hay temas que solamente Gardel puede cantar. “A mi madre” es uno de ellos.
En esos años Almafuerte se radica en la ciudad de La Plata.
Los estudiantes universitarios lo idolatran y él los arenga en contra del tango.
Quiere convencerlos que hay que volver a los dioses del Olimpo, a la mitología. Invocar a Júpiter, el gran benefactor, y rechazar a Saturno que además de comerse a sus hijos es un gran melancólico, y por lo tanto un milonguero miserable.
Escribe el famoso “Dijo Sarmiento”, donde el poeta de San Justo comete su mayor injuria al despreciar al Quijote, uno de los prototangueros más destacados.

“Loco sí, (se refiere a Sarmiento)
más de aquellos delirantes que mueren en la ley de su locura,
y no en manos de fígaros y curas,
como el vil mentecato del Cervantes”.


Estos versos cayeron muy mal entre el malevaje.
Enrique Cadícamo le contestó con aquel famoso:

“Vivía allá por La Plata,
en el barrio del mondongo.
¡Había que verlo al poeta
ir paseando en camiseta
y con un loro en el hombro!


Los pipiolos se burlaban porque Almafuerte, en su ceguera, trataba de mentecato al gran Alonso Quijano.
En la ciudad de las diagonales se empiezan a comentar fulerías sobre su conducta, pero el poeta parece feliz.
Ha podido construir una modesta casa; se pasea por el barrio vestido con bata de seda cruda y bastón de caña.
Cumple así con lo dicho por el arquitecto suizo Le Corbusier: “el hombre y el ratón se parecen. Los dos aspiran a tener casa propia”.
Pero, la historia, implacable, le pasa por encima.
El tango es cada vez más popular y él no puede soportar ese ultraje.
En febrero de 1917 muere en circunstancias dudosas porque hasta
sus amigos hablan de un posible suicidio.
Un vecino, último en verlo con vida, contó al cronista del diario “El Día” que vio al poeta pasar mascullando algo sobre el triunfo de Saturno sobre Júpiter,pero pensó que venía del Hipódromo.
Ese año glorioso para el tango Carlos Gardel grabó “Mi noche triste”, de Pascual Contursi y Samuel Castriota, dando comienzo al ascenso mundial de nuestra música.
A Don Pedro Bonifacio la muerte lo encanó en el mejor momento.

Carlos Gardel canta "A mi madre".

http://www.youtube.com/watch?v=SXDUsOT_QGU&feature=PlayList&p=60A401D9539A85BA&playnext=1&playnext_from=PL&index=22

Cátulo Castillo

Biografía apócrifa de Cátulo Castillo


Nació en Boedo como Ovidio Catulo González Castillo, el 6 de agosto de 1906.
Su padre, el dramaturgo José González Castillo lo quiso llamar Descanso Dominical, inspirado en la ley de descanso obligatorio, sancionada por iniciativa de Alfredo Palacios.
En el Registro Civil lo hicieron desistir del nombre. Entonces eligió Ovidio y Catulo, considerados los mejores escritores de poesía lírica.
Pero el burócrata de los nombres señaló que debía acentuar el nombre Catulo.
-Pongamos un acento en la a porque a su hijo en el colegio lo volverán loco.
Cuando José González volvió a su casa rumiando el acento se desató una lluvia torrencial. Tomo al niño en sus manos, lo llevó al patio y exponiéndolo al aguacero, gritó: - ¡Cátulo, que los dioses libertarios te hagan un buen anarco! Pocas horas después el pobre volaba de fiebre y contrajo una pulmonía doble. Salvó su vida de milagro, ayudado por los dioses de su padre, y por los otros también, porqué negarlo.
Sus comienzos fueron como compositor musical. No escribía letras porque para eso estaba su progenitor, autor de tangos notables como “Griseta”, “Silbando”, y “Organito de la tarde”.
La actividad política familiar los lleva al exilio en Santiago de Chile. Cuando regresan, Cátulo tiene ocho años, estudia violín pero al poco tiempo cambia por el piano. A los quince años comienza con las prácticas de boxeo donde se destaca como un gran caminador del ring, con sorpresivos y fulminantes golpes de know-out. Tras 78 combates y siendo Campeón Argentino de peso pluma es preseleccionado para competir en las Olimpíadas de París en 1924. Al quedar al margen del equipo abandona la práctica activa.
En esa época gana un premio por el tango “Organito de la tarde”, como autor de la música. La letra es de José González. Con el dinero emprenden juntos un viaje a Europa. Cuando regresa forma su primera orquesta con Miguel Caló y el cantor Alberto Maida.
Pero la magia de Cátulo se muestra a partir de 1937 cuando muere su padre y él se suelta como letrista.
En 1941 compone “Tinta Roja”, con música de Sebastián Piana. “El tango debe ser nostálgico, debe mostrar con melancolía las cosas del pasado. En Tinta Roja busqué el paraíso perdido de la infancia. La belleza del tango consiste en disfrutar la tristeza”, decía Cátulo en un reportaje publicado en la revista Radiolandia.
En 1945 conoce al Coronel Perón y a su compañera Eva Duarte, con los que trabará una gran amistad. Sobre todo con Evita a la que dedica, cuando muere en 1952, el poema “Serenata a la muerte de Eva”:
“No se olviden que duerme,
se han callado los astros,
la vida se detiene”.

Con respecto al General, Cátulo reconocía que había aplicado las ideas socialistas que predicaba su padre. Redistribución de la renta, aguinaldo y vacaciones pagas, pero muchas cosas no le gustaban.
Cuenta el poeta Héctor Blanco que una noche Cátulo comentó:- lo que me espanta de Juan Perón es su agnosticismo moral.
Desde adolescente le habían atraído las ciencias ocultas. Es en una reunión de esotéricos que uno de ellos le dice que morirá un 19 de Octubre. Para agregar después:-si venís mañana te digo el año. No regresa nunca más a la casa de los brujos, pero se hace acuñar una medalla de oro cuyo único texto reza: “19 de octubre”.
Producido el golpe del 55 Cátulo es despedido de SADAIC y de la Comisión Nacional de Cultura. Se recluye en una vieja quinta de Ezeiza donde, además de rodearse de casi 70 perros, compone una obra maestra: “La última curda”. Sus versos son una metáfora de la noche aciaga que cubre a nuestro país donde la tortura es cotidiana, y se fusila en míseros basurales.
Los amigos lo visitan, sobre todo Aníbal Troilo y un personaje singular, hoy olvidado, que abrumado por la muerte de su hija camina entre los perros y llorando les cuenta que la niña se suicidó por su culpa. Se trata de un calabrés errante llamado Vincenzo Scaramuzza, que además es un notable maestro de piano.
En 1967 Cátulo escribe, para el libro “Prostibulario”, un capítulo llamado “Prostíbulos y prostitutas”. Le envía un ejemplar a Perón que le contesta:
-Siempre dije que el hombre, además de calle debe tener quilombo.
En 1970 publica “Amalio Reyes, un hombre”, llevada al cine e interpretada por Hugo del Carril.
En esos años la violencia se hace cada vez más intensa, Cátulo, abrumado, vive recluido con sus perros.
Cuando el justicialismo retoma el poder Cátulo, en un reportaje da una respuesta que lo pinta de cuerpo entero. Ante la pregunta del periodista sobre a que sector del peronismo pertenece, entre los infinitos grupos que votaron al gobierno popular, responde: -al de peronista bueno.
En 1975 comienza la carnicería. En la reina del plata se mata por la calle, y como si fuera una señal de lo porvenir el 18 de Mayo muere Aníbal Troilo, su amigo más querido.
Cátulo no puede más, sabe que su fin está próximo y espera resignado el mes de Octubre. El 19 amanece radiante. Al levantarse sale de la casa y camina entre los perros buscando alguna señal. Se despide acariciándolos.
A media tarde el silencio es abrumador. Entonces se prepara. Cuando oscurece comienzan los ladridos. Los perros aúllan como nunca, y hay un momento en que todo Ezeiza es un grito desgarrado.
Cátulo espera sentado en la galería hasta que su corazón estalla.
Cuentan los amigos que al otro día, caminando al lado de la caja que llevaba los restos del poeta, los sepultureros se referían a la noche anterior diciendo que nunca habían escuchado con tal intensidad los alaridos de los muertos.



Edmundo Rivero canta, de Cátulo Castillo, "La última curda".



Réne Guénon: Un malevo frustrado.



René Guénon: el encuentro de Dante Alighieri y Antonio Podesta.



El pensador francés convertido al Islam, René Guénon, nacido en la ciudad de Blois en 1886, en una carta enviada a su amigo el esotérico italiano Julius Evola fechada en 1923, destaca la rareza del tango, y compara algunas tercinas de “La Divina Comedia” escrita por Dante Alighieri, con nuestra música popular.
De manera concreta Guénon se refiere al pasaje del Inferno IX 61-63

O voi ch’avete l’íntelletti sani
mirate la dottrina che s’asconde,
sotto il velame de il versi strani

La pregunta es que hay “Sotto il velame de il versi strani”.
Debajo del velo.
“Velamistas”, era el irónico apelativo que Humberto Eco usaba para referirse a los que buscaban una lectura esotérica del Dante y del tango.
Sabemos que Eco cambió de parecer cuando en Buenos Aires escuchó la voz de Agustín Magaldi, tradujo sus tangos al italiano, y convenció a Jacques Lacan de que en la voz de Magaldi estaba la morada del ser. Posteriormente Lacan tradujo al francés “Portero suba y diga”. (Ver en este Blog “El destino de Magaldi).
Volviendo a Guénon fue el primero en señalar al tango como música mistérica, es decir que presenta misterios y no se plantea una explicación.
Como si fuese una religión, el tango, para Guénon, era una manera de vivir.
En su libro “El Esoterismo del Dante”, publicado en la ciudad de El Cairo donde Guénon vivió luego de su conversión al Islam, el metafísico francés estudió los misterios de la obra del ilustre florentino, y de algunos tangos muy precisos.
En la gran variedad que presenta la música de Buenos Aires, Guénon menciona “Como abrazado a un rencor”, con letra de Antonio Miguel Podestá, como paradigma de su filosofía.
El mencionado Julius Evola, en su trabajo: “Un maestro de los tiempos últimos: Réne Guénon”, publicado en “La Destra”, 1932, no está de acuerdo en que alguien del nivel intelectual del pensador francés descienda al ritmo del dos por cuatro.
Dice Evola: “Guénon ha sido saboteado en múltiples formas por parte de las fuerzas más oscuras, en gran medida por parte de democráticos, masones, judíos. Ahora está cooptado por los tangueros”.
En el tango mencionado a Guénon no le interesa tanto interpretar a Podestá, sino que trata de exponer su propia filosofía sobre los múltiples estados del ser.
Para el metafísico existen tres estados del ser y aplica su teoría a los tres cantos de la “Divina Comedia”, Infierno, Purgatorio y Paraíso, y a las tres partes en que según él se dividía su tango preferido.
Para René existen estados del ser inferiores a la condición humana.
Como ejemplo menciona el Infierno y la primera parte de “Como abrazado a un rencor”: “Está listo, sentenciaron las comadres y el varón, ya difunto en el presagio, en el último momento de su pobre vida rea, dejó al mundo el testamento de estas amargas palabras, piantadas de su rencor".
En estos versos Podestá desciende, como el Dante, a los estados prehumanos en función de las sucesivas transformaciones del personaje en presencia de la muerte cercana.
Continúa en el Infierno cuando dice: "Esta noche para siempre terminaron mis hazañas, un chamuyo misterioso me acorrala el corazón, alguien chaira en los rincones el rigor de la guadaña, y anda un algo cerca’ el catre, olfateándome el cajón".
El estado intermedio, el Purgatorio de Dante estaría en Podestá cuando dice una verdad descarnada: "Yo quiero morir conmigo, sin confesión y sin Dios, crucificado en mis penas, como abrazado a un rencor".
El estado superior se caracteriza por la toma de conciencia del iniciado, es el Paraíso en la comedia y los siguientes versos en el tango: "Solo a usted, madre querida, si viviese le daría, el derecho de encenderle cuatro velas a mi adiós, de volcar todo su pecho sobre mi hereje agonía, de llorar sobre mis manos, y pedirme el corazón".
Guénon, hijo de un arquitecto llamado Jean-Baptiste, y de Anna Jolly, recibió una educación rigurosa y sin afecto. Pupilo durante toda su infancia, se liberó de sus padres cuando marchó a París a estudiar matemáticas.
En la ciudad luz, además del Teorema de Gödel, descubrió, en el año 1913, la Teosofía y el Tango.
En una carta a su amigo el escritor polaco Ferdinand Ossendowski, confiesa que eligió para su estudio el tango de Podestá por los versos que dicen:
"Los recuerdos más fuleros me destrozan la zabeca,
una infancia sin juguetes, un pasado sin honor".

La muerte lo sorprendió en El Cairo en 1951.
René Guénon saludó y se fue cuando la década del cuarenta estaba en su apogeo.


Carlos Gardel canta "Como abrazado a un rencor"
http://www.youtube.com/watch?v=PWsRbfeIcqk