Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

miércoles, 29 de junio de 2011

Y en tu esquina porteña, cualquier cacatúa, sueña con la pinta de Carlos Gardel

Los celos del Diablo



Lucifer (con valija) y Damian
Hombres sabios y pipiolos  conversaban amablemente en el café cuando entró el vidente Locuco, acompañado por un  señor muy mayor. 
Tomaron asiento y dijo el vidente:-Les quiero presentar al señor.
Así como lo ven es nada menos que el Diablo.
Los catedráticos miraron incrédulos.
-Así que usted es el diablo, dijo uno. –Demuéstrelo.
Respondió el anciano mirando por la ventana: ¿-Ven esa señora que pasea  un cuzquito? El viejo señaló con el  índice  de su mano izquierda y el dedo emitió un rayo misterioso; el perro se desintegró envuelto en llamas.
¡-Tomá mate! Acotó Don Julio Paredes, poeta y gran bacán del barrio.
¿-Me creen ahora?
¡-Le creemos! Contestaron los catedráticos a coro.
-Vine a visitar a mi amigo Locuco, y éste señaló que mi triste historia podría interesarles, dijo el Diablo.
-Cuéntela, ordenó Paredes.
Arrancó:-En el principió fue el Caos, pero en él la existencia para los ángeles era una papa. Así como me ven, yo era hermoso. Etéreo y con toda la pinta.
Mi nombre original es Lucifer que quiere decir el que lleva la luz.
El Caos era un lugar parecido al Paraíso; abundaban figuras angelicales, ligeras y bandidas, flores y champagne en abundancia.
Teníamos largas charlas con el Padre y con Señor Jesús, el Hijo, que era bastante ranún. Con el Espíritu Santo no había comunicación, como se dice ahora.
Y era una delicia ver como pasaban los días. Hasta que en una jornada muy ingrata mi hermano, el Arcángel Miguel, vino con un cuento:-Dijo uno que el Señor está planificando la creación de un espécimen que va a ser más lindo que vos.
-Me vine loco. ¿Sería cierto lo dicho por mi hermano? Me pregunté.
Al otro día lo encaré al Señor y le dije:-Jefe, dicen que dicen que usted va a crear a uno con más pinta que el que suscribe.
¡-Isa! Contestó el Señor.
¿-Por qué? Pregunté como con bronca.
-Porque has pecado de soberbia, te crees más poderoso que yo, y querés derrocarme para ser el gran bacán de la creación en compañía  de tus amigos, los grandes magnates del Caos.
¡-Sos un guacho! Grité.
¡-Y vos un guanaco!
No fuimos a las manos; entre ángeles y querubines nos separaron.
El Señor montó en cólera y gritó: ¡-Fuera de mi vista! Sos una lacra.
Quiero que sepas que el narcisismo es el último refugio de un miserable.  
¡A partir de este momento sos el Ángel Caído!
Mi hermano Miguel, un alcahuete, me dijo en el oído:-Tomátelas, y me arrojaron a la oscuridad del Infierno.
-A partir de ese día el Señor se refería a mí como Belcebú, el Señor de las Moscas, o como Satán. Debo decirles que el Infierno no estaba mal.
Me acompañaron ángeles  y querubinas a los que les  gustaba el guateque.
Mi única preocupación era que algún día habría alguien más hermoso que yo.
Pasaron los siglos y un día el Señor creó los cielos y la tierra.
Y puso dos criaturas llamadas Adán y Eva. Seres humanos, que le dicen.
Viajé desde las tinieblas para conocerlos; adopté la forma de un sapo para burlar la vigilancia celestial, ejercida por mi primo el Arcángel Rafael, otro alcahuete.
Cuando vi a Eva me deslumbré. La primera mujer de verdad, no como las que frecuentaba en los mundos del Caos, etéreas y angelicales, pero insulsas y de erotismo escaso.
Me propuse entonces seducir a Eva y hundir a su marido, el finado Adán, en el descrédito absoluto ante el Señor.
Todos saben como terminó la historia. Adán en el Infierno en compañía de Eva para mi regocijo.
Me critican porque hice que la primera pareja se condene.
Es cierto. Pero fueron tiempos de euforia ya qué logré una clara victoria sobre el Señor, que mordió la bronca de una derrota humillante.
El Omnipotente  todo lo veía, rodeado de vigilantes que cuidaban a la pareja primigenia. Un sapo los durmió a todos.
Fui el líder y el caudillo de la caída de Adán y Eva, acompañado por mis amigos, los grandes burgueses del Caos.
Además brindé  material a literatos y filósofos para que escriban sobre el  Paraíso perdido. Sin mi tarea no hubiesen existido John Milton ni Dante Alighieri.
Mucho tiempo después con Adán nos hicimos amigos, y empezó a contar sus conversaciones con el Señor antes de la caída.
Le pregunté entonces si sabía sobre el secreto revelado a mi hermano Miguel.
Adán dijo que el Padre le había dicho que algún día habría uno más hermoso que yo.
Mis charlas con Adán fueron abruptamente interrumpidas por la llegada del Hijo a la tierra.
El Cristo, conciente de la derrota del Padre infligida por mis ejércitos de las sombras, se ofreció para redimirlo. Un caballero.
Y nació en Belén. Si bien mi brillante intelecto me aconsejó un repliegue táctico, me tiré un lance y tenté a Jesús.
Éste estaba en el desierto. Después de cuarenta días de ayuno el quía tenía hambre. Me acerqué y susurré en su oído:-Si eres Hijo de Dios haz que éstas piedras se conviertan en pan. Respondió:”No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Ya dije que había conocido al Hijo antes de mi caída en desgracia, y no era ningún vicenzo.
Me retiré en espera de los acontecimientos.
Todos sabemos como terminó eso. Jesús fue crucificado, escupido, humillado y ofendido, la muerte del Hijo no hizo mella alguna sobre mi gran victoria inicial.
Volví a mis diálogos con Adán. Decía el primigenio que el que me haría sombra, según palabras del Padre, se destacaría en el mundo artístico en un oscuro arrabal del mundo.
Y de golpe, sin decir agua va, apareció Carlos Gardel.
El espanto que me produjo la llegada a la gloria suprema por parte de un francés de padre desconocido fue terrible. Estaba desesperado, con una angustia que nunca había sentido. Fueron años que mis días transcurrían en estado de llanto.
No me quedaba otra que destruirlo y eso fue tarea fácil. Si derroté al Padre cuando Adán y Eva, con el Morocho iba a ser un paseo. Y lo fue.
Había que eliminarlo de  manera que fuese una lección para el Mudo y para el Padre, que lo había creado. Por eso le prendí fuego. Para que su rostro sin par y su voz de otro mundo, se derritiesen entre alaridos y fierros al rojo.
Pero el Morocho se vengó.
Con la ayuda de Julio Jorge Nelson, el bronce que sonríe cada día canta mejor. Lo que logré con su muerte fue convertirlo en mito.
Ahora lo que estamos tramando con mi amigo el demonio Damián es cambiar la historia del mundo.
¿-Cómo es eso? Preguntó Paredes.
-Fácil, contestó Satán. –Vamos a modificar la memoria de la humanidad.
En el mundo de  las sombras estamos trabajando en esto.
-No termino de entender, agregó Locuco.
-A partir de 1890, año del nacimiento de Carlos Gardel, la historia mundial será distinta. En pocos días, y cuando le demos forma a todo ésto, los últimos ciento veinte años serán muy diferentes a lo que ustedes conocen.
El olvido será absoluto para Carlos Gardel
¿-Qué vas a hacer con el Mudo? Preguntó Locuco.
-Carlos Gardel morirá el 10 de diciembre de 1915. Ese día puso el pecho para proteger a su amigo Elías Alippi. Recibió un balazo, y por directa mediación del Hijo, gran gardeliano, se salvó. Ahora no lo salva ni Dios.
En poco tiempo nadie lo recordará.
Las guerras serán más sangrientas y el siglo XX será peor de lo que fue.
-Nos interesa el tango, dijo Paredes.
-Estoy en la duda entre Corsini y Magaldi, uno de los dos tiene que ocupar el lugar de Gardel. ¿Ustedes a cuál prefieren?
¡-Corsini! Exclamaron a coro los integrantes de la cátedra.
-El problema de Corsini es que era una especie de santo laico. Amaba a su esposa, y cuando ésta murió no salió más de su casa.
Lo reinventaré ruin y pechador, cocainómano, mujeriego y borracho.
Al turro de Julio Jorge Nelson lo borraré para siempre de la faz de la tierra.
La década del cuarenta la haremos durar unos años más, pero el tango no tiene futuro.
-Usted le puede dar ese futuro.
-No da para más. Vendrá otra cosa. Las elecciones de febrero de 1946 serán ganadas por la fórmula Tamborini-Mosca. Luego de la derrota electoral el Coronel Perón pedirá el retiro para formar pareja de baile con su compañera. “El manchado, María Eva y los perritos bandidos”.
Compartirán cartel con “El Cachafaz-Carmencita Calderón”.
Volará sobre Buenos Aires el célebre avión negro.
¿-Para qué? Preguntó uno.
-Para reavivar la viveza criolla y la religiosa creencia  de que se puede volver a la edad mítica, la edad de oro, a través del mito y el rito.
Un resurgir de la poesía y el mito gaucho.
La leyenda no será más Carlos Gardel, símbolo de los sueños alucinados de los desechos sociales. El mito será Don Ignacio Corsini, y el rito será la peregrinación a su casa de la calle Otamendi 676.
El avión negro sobrevolará el obelisco todos los días a las 12 en punto.
¿-Quién viajará en él? Preguntó Locuco.
-Cada uno que piense lo que quiera. El que espera desespera y el que tiene que llegar no llega más.
-Le quiero hacer un pedido, dijo Paredes.
-Pida nomás.
-Ya que va a reinventar todo nos gustaría que la ciudadanía recuerde a Don Enrique Serrano, el mejor comediante argentino de todas las épocas.
-Concedido. El pelado Goyena estará presente a diario en el inconciente colectivo, contestó el Diablo.
-¿Y usted?
-Volveré a ser el más hermoso.

domingo, 19 de junio de 2011

Corelli : La Follia

Jacobo Fijman aclara ciertas dudas



Hace una semana se abrió la puerta del café y entró el poeta Jacobo Fijman.
Nuestra sorpresa fue mayúscula ya que Fijman murió en 1970.
Después de sentarse, el finado  preguntó: ¿-Cuál de ustedes es Julio Paredes?
El bacán del barrio respondió:-Soy yo.
Entonces Fijman, dirigiéndose a él contó lo siguiente:
-Estuve 28 años internado en el Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda. El diagnóstico fue “Psicosis Delirante”. Loco, que le dicen.
Y el motivo, el que generó y desató mi locura fue Carlos Gardel.
Lo presentaban como la voz de Dios, y eso para mí era insoportable.
Yo a Gardel lo conocía porque éramos vecinos en el barrio de Abasto.
Nos saludábamos, y en una ocasión, cuando yo era periodista de Crítica, me pidió si podía publicar algo sobre él, cosa que hice. Eso fue en 1918.
Fue el año en que empecé a sentirme mal. Me seguían por la calle.
Le conté lo que me pasaba a Oliverio Girondo, que me dijo:-La única forma de escaparse de un perseguidor es viajar a París.
–No tengo un peso, contesté.
-Te invito.
-Nos fuimos en enero de 1920. En París conocí a Gide y a Paúl Claudel. Eran idénticos. La diferencia era que Claudel se confesaba. Conocí a Le Corbusier, Bretón, Eluard y Artaud. Eran ángeles de la rebelión. Eligieron su condenación. Un atardecer, en Notre Dame vi a Cristo. Lo vi y no lo podía creer. Vi y olí su esencia.
¿-Y cómo era Jesús?  Preguntó uno.
-He visto y oído tales cosas de las que no me es dado hablar en lengua humana. Era toda la dicha.
Cuando regresé me dediqué a la escolástica, pero un día me quemaron los libros al grito de ¡Gardel o muerte! ¡Viva Carlos Gardel!
Gardel era un hereje. Entonces busqué la música no herética. Wagner quería ser Satanás. La única música no herética, pensaba en ese momento, era el Kyrie del Canto Gregoriano y “La Locura” de Corelli.
¿-Y el tango?
-Yo pensaba que el tango era una de las formas del fuego, música de prostíbulo. ¿Saben una cosa? El diablo se entretiene en los quilombos. Es muy putero.
En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y Dios era la Palabra. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
Bueno acá aparece de nuevo Gardel. Era el Verbo Divino, la Palabra de Dios, pero todavía era para mí un hereje. Es la época que se despierta El Otro.
¿-Quién es el otro? Preguntamos.
-El Otro se llamaba Apolonio y era entrerriano. Escribí: “Bien dormía mi ser como los niños y encendieron sus velas los absurdos. Ahora el Otro está despierto”. Apolonio se metía dentro de mí y me insultaba, me decía judío de mierda. Usaba palabras e incordios que me angustiaban hasta la locura. A veces podía escupirlo. Expulsarlo de mi interior.
Hasta Plutón, rey de los muertos, tuvo miedo cuando le hablé de Apolonio el entrerriano.
Cuando era niño, en Rusia, me siguió un perro blanco.
Yo lo miré a los ojos y le dije: quieres mi alma. Ese día desapareció el perro. Cincuenta años después  lo vi en la calle Florida. Echaba espuma por la boca y todos huían de su lado. Cuando me acerqué me lamió las manos. Era un  perro blanco con cola negra. Dicen que los perros viven cien años.
Apolonio ya vivía conmigo; entonces me encerraron. Eso fue en 1942. Antes, en 1935, yo había festejado la muerte de Gardel.
¿-Es cierto que la Iglesia tuve que ver?
-Es cierto. Murió en la hoguera como los herejes. Me lo contó el Doctor Ramón Melgar, que siempre me protegió en el Hospicio. El diagnóstico, ya lo dije, era Psicosis Distímica, el tordo repetía que si yo reconocía la figura del Otro, de Apolonio el entrerriano, eso me aliviaría mucho, y podría dormir después de años de insomnio.
La cara de Apolonio la había visto pero no lo conocía. No lo asociaba con nadie. Una noche soñé despierto con la partera que me trajo al mundo; ella me confesó que yo nací hablando. ¿Y saben lo que decía? ¡Yo soy el Mesías!, y además lo decía en hebreo. La partera susurró antes de irse con la primera luz del día: “La identidad de Apolonio el entrerriano te la comunicará San Juan de la Cruz.”
Pasaron muchos años y habían comenzado en el Borda funciones de cine a las que yo no concurría.
Una noche me visitó San Juan de la Cruz que ha sido siempre mi amigo, y me dijo: “El lunes tenes que ir al cine del loquero.”
Cuando empezó la película tuve un súbito acceso de locura. Grité y grité. ¡Apolonio el entrerriano haciéndose el galan! Cuando pasó la crisis el Dr. Melgar me dijo que el cruel Apolonio, que me perseguía desde la infancia, era el actor Luis Sandrini.
-Es famoso, me escupió Melgar.-Raro que no lo hayas visto antes.
Agregó el tordo: Sandrini es un caso extraño porque resolvió su grave locura a través de la sobreactuación de su enfermedad.
Padecía una Psicosis Erotómana, o síndrome de De Clérambault.
La patología consiste en la convicción de ser amado por una persona de condición social superior. Sandrini manifestaba un delirio erotómano-paranoico que de alguna manera corrigió. Y eso es raro porque el psicótico erotómano no sale de su fantasía. La princesa o el aristócrata solo están presentes en su imaginación, y esta presencia al final se frustra. La relación nunca se concreta por oscuras razones, o por un complot mundial en su contra, como deduce el paranoico.
Sandrini, al volcar su psicosis en el cine, logró una compensación simbólica que lo ayudó a convivir  con su patología. En sus películas él es siempre un pobre infeliz. Una mujer rica y aristocrática se enamora, y al final se casan.
La compensación está en que las historias de Sandrini cierran con el casorio.
Pero es cine, pura fantasía. Además la madre de Sandrini no es real.
Decía llamarse María Esther Buschiazzo y era ciega. Él le devuelve la vista. Recuerden el famoso: “¿Ve los colores vieja?” ¡“La vieja ve!”
En un reportaje publicado en la revista “Sintonía”, en 1940, Sandrini declara: “María Esther no existe. Yo la inventé y ahora forma parte del imaginario colectivo.
Es de cartón. Fíjense que siempre fue vieja, aún siendo niña.
¿-Es cierto que no lo conocía a Sandrini? Pregunto Paredes a Jacobo.
-Apolonio el entrerriano, dirá usted. Estaba dentro de mí, pero logré expulsarlo.
¿-De qué manera?
-Con una terapia implementada por el Doctor Melgar. La original es de un psiquiatra inglés que no recuerdo el apellido. Se llama “Terapia de aversión”. Melgar la dio vuelta e inventó la “Terapia de la simpatía”.
Me ataron a una silla y durante el tratamiento tuve que ver todas las películas de Apolonio el entrerriano. Al principio no paraba de gritar cuando aparecía Apolonio haciéndose el gracioso. Mis alaradidos se escuchaban desde la calle del Hospicio. Pero poco a poco le fui tomando simpatía, y al final terminé queriendo al entrerriano. Es que Apolonio te hace reír y te hace llorar.
Después me sometí a otra terapia desarrollada también por el sabio Melgar.
Era el famoso “Gardelazo.” El paciente era atado a una silla y debía escuchar a Carlos Gardel durante cuatro horas. Te dejaban descansar otras cuatro y  te volvían a atar. Después de un mes de terapia dejabas la psicosis para siempre.
Yo me sometí voluntariamente y escuché al Morocho durante años.
Pero la reconciliación final con “El Zorzal” vino cuando lo conocí.
¿-Dónde lo conoció? Preguntó Paredes.
-En el café “El Pensamiento”, ubicado en el Paraíso.
Saludé y partí en 1970. Me presenté en el Paraíso con lo puesto. San Pedro me abrió el portón, y en el café conocí a Gardel que me distingue de manera especial.
Luis Sandrini frecuenta la misma gente y también soy amigo de él.
En el cielo estoy escribiendo historias breves, muy ponderadas por “El Mudo” y sus amigos.
Quiero que Gardel les ponga música pero me dijo que dan para una balada, que para eso está Piazzolla.
¿-Tiene alguna con usted? Preguntó Paredes.
-Si traje una. Es breve.
Jacobo Fijman sacó de entre sus ropas un grasoso papel de estrasa.
-Dice así:
Apolonio el entrerriano.
¿Saben por qué María Cristina, Regente de Entre Ríos no lo quería más a su marido Apolonio?
Ella tampoco lo sabía, quiso conocer las causas y las descubrió:
1)     Apolonio era amable y cariñoso. Ahora se mostraba grosero y tosco.
2)     Antes era elegante y majestuoso. Ahora se lo veía mal vestido y sin morfar, y no se cambiaba de ropa.
3)     Porque Apolonio no le había dicho que se había muerto.
Los integrantes de la cátedra se quedaron en silencio.
-Debo irme para alcanzar el tren al Paraíso. ¿Queda lejos la estación Carapachay?
-Yo lo alcanzo, dijo Paredes.
-Gracias, contestó Fijman.
Antes de salir agregó:
-Hice conducta de poesía, pagué por todo.

jueves, 9 de junio de 2011

Rolando Laserie Las 40

El secreto de Gorrindo


 Sir Thomas Beecham


Julio Jorge Nelson pasó el dato sobre el sentido oculto del tango  “Las Cuarenta”.
Promediando una noche de escabio, y con mucho moscato encima habló: -Ese tango está basado en un hecho real. El autor simuló como pudo, pero escribió sobre una historia verdadera, sobre una pasión prohibida.”
Años después, Elma, la viuda de Francisco Gorrindo, batió la justa:-El tango  escrito por mi esposo esconde un secreto inconfesable.
La historia se la contó a mi marido Julio Jorge Nelson.
En La Plata se produjo el drama familiar que narró Nelson. Lo que hizo Francisco fue contarlo  en  “Las Cuarenta”.
Fue así: Un distinguido matrimonio de esa ciudad tuvo tres hijos.
Dos mujeres, gemelas, y un varón. Lo único que recuerdo es el nombre del chico; se llamaba Giordano Bruno.
Le brindaron la mejor educación, fueron a muy buenos colegios, y sus padres eran un ejemplo de matrimonio feliz.
Los domingos, los cinco se daban cita en San Ponciano para escuchar misa.
Los chicos crecieron, y las mujeres se transformaron en las  más codiciadas de la ciudad. De gran belleza, de una sensualidad manifiesta y sin límites, pronto descubrieron en ellas una lujuria africana.
Giordano Bruno, el hermano, las veía desarrollarse, y no se decidía sobre cual de las dos lo atraía más. Las hermanas sentían lo mismo por él.
La pasión  desató en ellas una sangrienta batalla, la que se acentuó cuando se dieron cuenta que Giordano Bruno las espiaba, para aliviarse luego, cometiendo el pecado del segundo hijo de Judá, el popular  Onán Urrá.
Las mellizas se pusieron de acuerdo en rescatar a su hermano de la frustrante autogestión, y directamente le propusieron un menage a trois.
Giordano Bruno aceptó eufórico sin medir las consecuencias.
A partir de ese día retozaban en el borde del fangal. Hasta que un día  cayeron en el barro. Una de las mellizas esperaba un hijo.
Giordano Bruno se dio cuenta en lo que se había metido. Su hermana le dijo:
-Vayamos a un país donde podamos vivir como marido y mujer.
Giordano no estaba de acuerdo, y comenzó a presionar para que interrumpa el embarazo. La otra mujer hizo causa común con su hermano; la convivencia se transformó en un infierno.
Nació un varón al que llamaron José Pablo. Durante los días en la maternidad hubo cierta calma; ésta terminó cuando  llevaron el niño a casa.
Nomás llegar, el averno retornó para quedarse.
Giordano Bruno y su hermana acusaban con total hipocresía a la madre reciente, de ser el descrédito de la familia. Decían que toda la ciudad se burlaba de ellos, y además, tan respetable familia era cuestionada en su moral; algunos amigos le habían retirado el saludo.
La agresión fue de tal magnitud que en plena depresión post-parto la madre de José Pablo se arrojó ante el paso de un tranvía.
Al niño lo criaron su tía y su padre. Cuando creció, le contaron sin énfasis alguno, que su madre había muerto en un accidente.
José Pablo creció con la sospecha en el alma.
Parecía normal, y llevaba una vida como la de tantos chicos.
Pero todo lo sólido se desvanece; los fantasmas interiores se dejaron ver cuando José Pablo se puso de novio con una mujer veinte años mayor.
La novia era de terror. No se había visto en La Plata y alrededores mujer tan fea.
Cuando la presentó en su casa, Giordano Bruno y su hermana no pudieron reprimir un alarido.
Es que la habían visto de golpe, sin estar preparados.  
Por otro lado, Mabel, que así se llamaba el monstruo, era el ser más bueno de la tierra.
La presión familiar no dio resultado y José Pablo se casó.
Se lo podía ver caminando bajo los tilos con el esperpento del brazo; paseos que los vecinos consideraban una grosería, un atentado a la estética.
Julio Jorge Nelson decía:“¿Te das cuenta Francisco? Él nació de una relación entre hermanos. El pibe es un gargajo involuntario, y le pasó su propio drama a la jermu. Su fealdad encarna el horror del incesto.
José Pablo camina con su tragedia del brazo, y ambos son un resabio de la horda primordial”. 
Continuó Elma:-Entonces, con toda la información brindada y conocida, mi marido escribió “Las Cuarenta”.
Fue en 1936. Dos filósofos, Rodolfo Kusch  y  Carlos Astrada hicieron sendos análisis sobre esa letra. Kusch en su libro “De la mala vida porteña”; Astrada en “Sociología de la guerra y filosofía de la paz”.
Le erraron como ciego al timbre.
Fue el místico francés René Guenón, radicado en El Cairo, el que hizo una lectura correcta. Le escribió a Francisco una carta donde comparaba “Las Cuarenta” con una tercina de la “Divina Comedia”: “Soto il velame de li versi strani”. Decía Guenón que descorriendo ese velo se entendía la tragedia de José Pablo. La carta termina explicando que el caso pertenece a los arcanos universales, y a una metafísica del tango. 
En 1955 lo grabó Charlo. Esa versión dio la vuelta al mundo, y  fue un gran éxito en Londres.
El famoso compositor y director inglés, Sir Thomas Beecham, se interesó en él, y cuando vino a dirigir la ópera Otello en el teatro Colón, en 1959, lo llamó a Francisco para hablar de música y literatura.
Al mismo tiempo, su mujer,  Betty Hamby, estudiosa del folclore, se conectó con Santiago Ayala, el Chúcaro.
Mi marido le contó a Beecham cual había sido la letra original: “La mirada turbia y fría”, es la intuición, por parte de José Pablo, de ser un hijo de la insanía más terrible. “Curda ya de recuerdos”, los recuerdos son de terror: Fue señalado en el barrio como engendro demoníaco. “Con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos”. La angustia de José Pablo lo desborda. “La vez que quise ser bueno se me cagaron de risa”. Francisco le contó a Beecham que ese fue el primer verso que tuvo que cambiar. “Hoy no creo ni en mi mismo”. José Pablo nunca creyó en él mismo. La certeza de que algo terrible pasaba en su casa lo acompañó desde siempre: “La desgracia fue mi amante, la esquizofrenia mi amiga, el tabú tiene su contra y toda contra se da”.
Para continuar: “Hoy no creo ni en mi mismo”  Y el remate final: “Por eso no has de extrañarte, si alguna noche, borracho, con el incesto del brazo, alguien  me viera pasar.” Francisco le contó a Beecham que los amigos le dijeron que no podía escribir eso. Porque si bien el tango en sus orígenes tenía alguna connotación transgresora, sobre todo en lo referido a la mujer como excusa para la pasión entre los hombres, el incesto era otra cosa; seria y tenebrosa.
Francisco cambió el verso por :“con la tragedia del brazo”, hasta dar con la versión definitiva.
La historia impresionó a Sir Thomas, y comentó que podrían juntos componer una ópera, sobre la leyenda negra de la ciudad de La Plata.
Cuando Beecham regresó  su esposa se sentía mal.
Llamaron  a un médico que  ordenó internarla de inmediato.
Una hora después Betty había muerto.
Parco, Sir Thomas preguntó:¿-Hay cementerio británico en Buenos Aires? 
Durante la noche se presentó  en el hotel  Santiago Ayala, acompañado de algunos integrantes del ballet, para no dejar solo al viudo reciente.
El Chúcaro contó que en la tarde, mientras  bailaba con Betty, comenzó a revolear las boleadoras sobre la rubia cabeza de la mujer.
Un mal movimiento de muñeca del gran bailarín, hizo que una de las bolas diese de lleno en la frente de su pareja de baile.
El golpe produjo el deceso pocas horas después.
Beecham, luego de mirarlo pensativo, le sirvió un Scotch.
Al día siguiente,  echaron gruesos terrones negros sobre la caja que contenía el cuerpo de Betty Hamby.
Cuando se dirigían hacia la salida del Cementerio Británico, Sir Thomas susurró en el oído de Santiago Ayala: -Me voy a permitir darle un consejo: en la vida hay que probar todo, menos el incesto y la danza folclórica.
Después se tomo la Panagra.