Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

miércoles, 7 de julio de 2010

Carlos Gardel aclara ciertas dudas


Dijo el vidente Locuco:-Se presentó anoche uno de los integrantes de la secta “Testigos de Gardel”. Contó que el Mudo quiere vernos para aclarar ciertas dudas.

El próximo viernes a medianoche se presentará en mi casa de Munro.

-Si lo veo a Gardel me muero, gimió el tordo inconsolable.

-Estuviste con él en la fiesta del Bicentenario.

-No es lo mismo. Dicen que cuando el Zorzal desciende a la tierra los que lo ven enloquecen, concluyo el Doctor Lafaerlita, y se largó a llorar.

¡-Tenga mano tallador!, contestó Paredes, el poeta del barrio. Agregó con desprecio: ¡-Un hombre macho no debe llorar!

Malena, la que esconde una esperanza humilde, mientras tomaba entre sus manos las de Laferlita, expresó:-Usted es muy sensible. Cálmese, que hablar con Gardel le devolverá la paz perdida.

-Eso sí, acotó con sabiduría Musante, el tanguero que volvió de la muerte.

La Cátedra completa se dio cita en la versallesca casona del vidente Locuco, situada en la calle Sargento Baigorria, frente a la estación Munro.

Cuando llegó la medianoche se materializó un personaje de escracho sombrío,

cruza de chino y mulato, que explicó:-Soy el jefe de la custodia del Morocho.

Debo informar al comisariato sobre quienes estarán cuando se de cita Don Carlos.

El vidente Locuco presentó a cada uno de los integrantes de la Cátedra del café.

De inmediato el chino acotó:-Todo bien, y llevándose dos dedos a la boca emitió un silbido del otro mundo. Se apagaron las luces y la oscuridad fue total durante unos segundos. Una extraña luminosidad invadió la estancia donde se encontraban los Catedráticos. Se materializaron tres personas pertenecientes a la custodia, y una rosa en llamas comenzó a girar por la habitación.

Se detuvo frente a la mesa redonda donde los Catedráticos estaban sentados, y desde el fuego se escuchó “La Voz:”

-Amigos de la América Latina les habla Carlos Gardel.

Continuó:- No llore Laferlita, la vida es dura, con la filosofía poco se goza. Musante, ¿usted por acá? Lo tenemos presente porque dejó un recuerdo muy grato en el café “El Pensamiento”.

Cuando me vieron en el cielo con motivo del Bicentenario, les prometí una visita.

Mis amigos Manzi y Lucio Demare me contaron que estuvieron y lo pasaron muy bien, así que decidí constituirme.

Dijo el ex rengo Cutulli:-Antes que nada quiero agradecerle su gestión ante el Espíritu Santo con motivo de mis problemas de movilidad. Desde el regreso mis piernas mejoraron, y puedo caminar como cualquier cristiano.

-El Espíritu Santo hace milagros, pero es un esquenún.

¿-Por qué? Preguntó Paredes.

-Tiene gustos musicales que me dan en los quimbos. Se emociona con canciones tirolesas y es devoto del bambuco colombiano.

-Le gusta Alberto Margal, agregó Paredes.

-Es cierto. No quiero hablar del tema porque tengo una buena relación con Margal, que es una bellísima persona. Pero como cantor deja mucho que desear.

¿-Tuvo diferencias con Homero Manzi? Preguntó Paredes.

-Si. Él escribió una nota en la revista “Micrófono”, en 1934 donde trató muy mal a Lepera. Lo cuestionó desde una perspectiva nacionalista. La pasión política del momento lo llevó a eso. Yo era conservador, Homero radical, y se la agarró con Alfredito que no le interesaba la política, vivía en Francia escribiendo guiones y teatro.

En las horas libres corría minas por la calle.

Fue en París cuando le conté a Edmundo Guibourg que tipo de cine quería hacer, y me dijo:-Tengo el hombre para vos. Al día siguiente comí con Alfredo y no nos separamos nunca más.

Con Manzi la cosa se arregló en el Paraíso. Ya está todo olvidado y nos vemos a diario.

Además me contó que entre ustedes está la verdadera Malena y supongo que es la señora acá presente. Es un gran honor conocerla, dijo “La Voz”, desde la rosa en llamas.

-Muy agradecida, contestó Malena.

¿-Era amigo de Guibourg? Preguntó Paredes.

-Por supuesto. Nos unía el idioma francés, aunque yo nací a los dos años en el barrio del Abasto.

Malena preguntó:-Don Carlos, ¿Por qué habla desde la rosa en llamas y no lo podemos ver?

-Todo un tema, contestó el Morocho. Mi rostro inmarcesible produce tal conmoción que los humanos cuando me embrocan se quedan ciegos. Pierden la vista para siempre y se transforman en luz. Por eso hay tanto ciego en el tango.

-¿Continúa su amistad con Guibourg? Insistió Paredes.

-Por supuesto, contestó “La Voz”. Edmundo es una fuente inagotable de sorpresas. Ahora me presentó a un poeta italiano, un hombre muy fino llamado Giuseppe Ungaretti. Sabe de tango y lleva puesta cierta melancolía carioca, porque fue Cónsul en Río de Janeiro. Estamos trabajando, con Edmundo y Ungaretti sobre un poema de éste titulado “El ángel del pobre”, que resume lo que uno siente cuando las miserias humanas han quedado sepultadas por el soplo divino. Le estoy poniendo música y Edmundo, con la venia de Ungaretti, lo está adaptando.

Cuando esté terminado volveré y serán los primeros en escucharlos.

-Adelantenos algo, pidió Malena.

-Solamente porque usted, la verdadera Malena me lo pide.

Se hizo el silencio y “La Voz” recitó en italiano:

Ora si svegli l’angelo del povero,

Gentilezza superstite dell’anima…

Col gesto inestinguibile dei sécoli

Dicenda a capo del suo vecchio popolo

Im mezzo alle ombre.”


Hubo un nuevo silencio y los Catedráticos fueron sorprendidos por el sonido

inconfundible de las guitarras de Barbieri, Aguliar y Riverol:

“La Voz” cantó:


“Hoy el ángel del pobre se despierte

La nobleza que queda en nuestras almas.

Con el gesto imborrable de lo siglos

Descienda al frente de su viejo pueblo

En medio de las sombras.”


La rosa en llamas comenzó a apagarse y segundos después se había extinguido por

completo.

Se escuchó la garganta de papel de lija del jefe de la custodia del Morocho:

-Amanece, hay que rajar.

Dirigiéndose al vidente Locuco preguntó: ¿-Jefe, dónde queda la estación Carapachay?

-Veinticinco cuadras hacia el norte.

-Desde ahí sale el tren al Paraíso.