Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Un perfume

El Sr. Musante, Borges y Corsini

Una tarde en el café recordó el Sr.Musante:-El que hizo una importante reforma teológica fue Borges. He contado que la verdad religiosa no es la de la Iglesia Apostólica Romana sino la de Emanuel Swedenborg.

Éste dice, y eso lo pude comprobar in situ durante los 30 años en que estuve muerto, que Dios no condena a nadie. Uno elige infierno o paraíso a gusto y piacere. Una tarde en que estaba sentado con Georgie en el café “El Pensamiento”, hizo una serie de reflexiones sobre Swedenborg.

¿-Borges recuperó la vista en el Cielo? Preguntó el tordo Laferlitta.

-Si, contestó el Sr Musante. Pero al café viene con parches en los ojos porque no soporta la luminosidad celestial. Sostiene, como el poeta Eugenio Mandrini, que en el reino de los ciegos, los ciegos ven.

Yo creo que se tapa los ojos porque no quiere ver ni a Gardel ni a Perón.

Pero volvamos a Swendenborg, a las reformas que realizó Borges en la teología, y que fueron aceptadas de buen grado por el místico sueco, que además es un gran tanguero. Dijo Borges una tarde, mientras se acomodaba los parches en los ojos: “En general se había creído que el hombre, para salvarse, debe salvarse éticamente. Pero Swedemborg dice que el hombre no se salva por su conducta sino que la salvación está en su inteligencia.

Y da un ejemplo.

Él se imagina a un pobre hombre que cifra todos sus deseos en llegar al cielo y vive sin cometer ningún pecado. Lleva la vida de los ascetas. Este hombre un día muere y llega al Cielo y ahí se encuentra que el Cielo es mucho más complejo que la tierra. En el Cielo hay ángeles que hablan de Teología, y gente de tango que se pregunta por la relación entre Estercita y la milonga entre magnates. Inquieren de manera muy aguda acerca de la conducta del hijo de “Giuseppe el zapatero”. El pobre hombre quiere participar de las conversaciones de ángeles y tangueros pero naturalmente está perdido. Es como un palurdo que llega a la ciudad desde los yuyos y no entiende nada. El Cielo lo aturde, le da vértigo.

Entonces él les pregunta a los ángeles que debe hacer. Los ángeles le dicen que al haberse dedicado a la pura virtud ha malgastado su época de aprendizaje en la tierra. Y finalmente Dios encuentra una solución, una solución un poco triste pero es la única. Enviarlo al infierno sería injusto. Ese hombre no podría vivir entre demonios. Y dejarlo en el cielo es condenarlo al vértigo y a la milonga. Y entonces en el espacio encuentran un lugar para él y encuentran un lugar que es el lugar de los mediocres y de las maestras normales de la Provincia de Buenos Aires. Y ahora ese hombre está ahí, está como estuvo en la tierra, pero más desdichado porque sabe que esa morada es su morada eterna, es la única morada eterna para él.”

-Pregunté: ¿Borges usted que hizo?

-Hablé con Swedenborg un día que lo encontré en el café. Le dije que me parecía injusto el destino de los pelmazos buenos. Estuvo de acuerdo y entonces realizamos un plan de trabajo. Todos los condenados a la morada de los mediocres podían salir de ella después de un plan de estudios.

Tenían que redimirse por el arte.

Debían comenzar leyendo a Virgilio, Homero, Shakespeare y Dante.

Y luego de años de estudiar y desarrollar su pobre inteligencia se presentaban a la prueba final que consiste en conocer todo el repertorio de Ignacio Corsini, “El caballero Cantor”, conocido también como el Príncipe de la calle Otamendi.

Una vez que con Emanuel tuvimos listo el programa de estudio se lo presentamos al “Espiritu Santo” para que Dios lo apruebe.

Unos días después el “Espíritu Santo” nos devolvió el programa aprobado pero con un agregado. Los mediocres después de estudiar y cultivar su inteligencia deberán por toda la eternidad escuchar tres canciones de Don Ignacio Corsini por día.

A esto, EL Señor lo llamó “El Corcinazo ”.

El que no cumple debe volver al mundo de las maestras normales del Partido de San Martín, y empezar todo de nuevo.

Como Sísifo, concluyó Georgie.

Continuó el Sr. Musante:-Borges, no sabía de su admiración por Corsini.

Contestó:-Lo descubrí acá, en el café “El Pensamiento”.

Me di cuenta que Corsini es un perfume. Cuando lo escucho aparece Madre abriendo un pesado frasco de vidrio de colonia “La Franco-Inglesa”, cuyo aroma invade toda la casa.

Entonces el llanto me quema los ojos.

Bibilografía:

Borges Profesor

Emecé. 2001.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Antepasados de Julio Sosa

Recuerda el Sr. Musante

-Musante, dijo Paredes el poeta del barrio.-Que el Zorzal se ría de Julio Sosa me sorprende.

-No sólo Gardel descalifica a Sosa. Jorge Luis Borges lo detesta.

-Cuente Musante, exigió el vidente Locuco.

-Con Borges he compartido la mesa del café “El Pensamiento”.

Se sentaban también Villoldo, Arolas, Vicente Greco y Don Jacinto Chiclana.

¿-Jacinto Chiclana está en el cielo? Preguntó asombrado Julio Paredes.

Contestó Musante:-No, Chiclana eligió infierno, pero viene de visita porque es muy amigo de Georgie, y a éste le gustan los guapos y tangueros

de la llamada Guardia Vieja. De los modernos distingue al uruguayo Alberto Vila y a Jorge Vidal. Es más, afirma que Vidal es superior a Gardel.

Una vez uno le preguntó a Borges por Julio Sosa y le agarró una especie de mal de San Vito, peor que el que le ataca cuando entra en el café el General Perón.

Refiriéndose al “Varón del Tango” Borges comentó que la primera vez que lo oyó iba en un taxi y pensó que los botelleros de su infancia habían resucitado. El taxista le comentó que era un cantor uruguayo.

Después se puso de moda, contó Georgie, y era imposible no escucharlo.

-Confundía la altanería machista con lo viril. Creía que gritando como un carrero demostraba su hombría. Alguien me lo describió físicamente y pensé: “Por suerte tomé la precaución de quedarme ciego”.

Pero no solamente Borges y Gardel lo desprecian.

El escritor Ezequiel Martínez Estrada definió a Sosa como al protoguarango: “el guarango necesita un público nutrido para la agresión.

Es incivil y su primer movimiento es el atropello. Esa es la esencia de ese seudo cantor llamado Julio Sosa. Después del guarango sigue el mono”.

Borges desarrolló lo dicho por Martínez Estrada:-Sosa confunde virilidad con alarido. Comparte la mesa con nosotros Don Jacinto Chiclana, capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida. Julio Sosa pertenece a esa caterva que en mi relato “Hombre de la esquina rosada” llamo “italianaje mirón.” Todos muy hombres pero cuando alguno sacaba el cuchillo eran los primeros en salir corriendo.

Sosa nunca entendió la melancolía, que es la esencia del tango.

-Con Julio Sosa juega otro factor que nadie tiene en cuenta, acotó Julio Paredes.

¿-Cuál es ese factor? Preguntó el tordo Laferlitta.

-La imagen, concluyó Paredes.

-Explíquese, susurró el Sr. Musante.

Continuó Paredes:-Julio Sosa es uno de los productos que surgen en la Argentina a fines de 1950, cuando va perdiendo fuerza la radio y empieza a ganar espacio la televisión. La oralidad, la magia de la radio, es reemplazada por la realidad de la imagen, la televisión.

Los años de oro de Julio Sosa van de 1960 a 1964, cuando muere en un accidente. Goar Mestre, dueño de Canal 13, y Ricardo Mejía, director de una grabadora y creador del “Club del Clan” se pusieron de acuerdo para inventar una caricatura , una especia de Golem del tango de acuerdo a la imagen que tenían de nuestra música en sus respectivos países, Cuba y Ecuador. Que gesticule y grite para que la imagen, una novedad en ese momento, convierta en ídolo a un cantor de cantina.

Fíjense que durante la década de 1950 con Sosa no pasó nada. Todavía tallaba la radio.

Lo bautizan “El varón del tango”, lo disfrazan de malevo, le explican que debe sobreactuar el machismo, y lo ponen en pantalla. El éxito es arrollador. Eso explica también porque Sosa es el cantor de tango preferido de los que odian el tango: lo vieron por televisión y lo recuerdan años después creyendo que era un grande.

Además murió joven y de manera trágica, lo que refuerza el mito.

Terminó su breve paso por la vida aplastado entre el volante de su automóvil y una providencial columna de hormigón.

Es un final que se repite entre los que se creen algo que no son, y además no tienen conciencia de que la fama es puro cuento, concluyo su alocución erudita Don Julio Paredes.

martes, 16 de noviembre de 2010

Recuerdos del Sr: Musante



Último sol en el café donde está reunida la Cátedra.
El Sr. Musante, el hombre que volvió de la muerte, mira por la ventana y al escuchar el silbido de una formación que se dirige a Tigre, piensa en el misterio de adiós que siembra el tren.
Su estado, de inquietante melancolía, fue interrumpido por el vozarrón de Julio Paredes, el poeta del barrio que preguntó:-Che Musante decime, en el otro mundo, ¿lo conociste a Julio Sosa?
El Sr. Musante contestó casi tranquilo:-Me lo crucé en alguna calle del cielo, pero al café “El Pensamiento” no venía.
¿-Por qué? Preguntó el tordo Laferlitta.
-Entre los tangueros nadie lo quiere, y aquí no hay nada personal contra “El varón del Tango”. Lo que pasa es que Sosa con su estilo oriental-expresionista rompió con la esencia del tango.
¿-Cuál es esa esencia? Preguntó Paredes.
-La tristeza, contestó el Sr. Musante. Julio Sosa es un eufórico. Tendría que haber cantado Cha-Cha-Cha. Se metió con nosotros, los tangueros, y ocupó un lugar que no le correspondía.
Lo mejor del tango es la belleza de la melancolía, y el goce sin igual de la tristeza.
Los principales detractores que tenía en “El Pensamiento” eran Gorrindo y Discépolo.
¿-Gardel qué opina de Sosa?
-No se lo toma en serio. Le da risa. Julio confundía lo viril con el machismo más absoluto.
Esa típica sobreactuación masculina del pueblo uruguayo. Además es un hombre de una gran vulgaridad.
Julio Sosa le hizo mucho daño al tango. Fijensé que es el cantor preferido de los que aborrecen nuestra música. Si usted le pregunta a alguien si le gusta el tango y esta persona dice que no, después de unos segundos contesta: “Julio Sosa me gusta”. En definitiva, un mamarracho.
-Discépolo y Gorrindo no lo querían nos dijo. Cuente algo más, insistió Paredes.
Al Café “El Pensamiento” venía el romano Publio Terencio, gran tanguero y precursor de la comedia costumbrista moderna. Algo así como un Claudio Martínez Paiva de la antigüedad. Martínez Paiva escribió “Joven, viuda y estanciera”.
Publio Terencio tiene una obra intitulada “La suegra”, escrita 160 años antes de Cristo. Se sentaba con Discepolín y Gorrindo.
Discépolo lo admiraba y decía que “Cambalache” había nacido leyendo a Terencio: “Hoy fui al mercado. Estaban mezclados ladrones y doctores, prostitutas y médicos”. Hay otra frase de Terencio que citaba Enrique Santos: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. Nada de lo humano me es ajeno. Ahí nació “Tres esperanzas”.
Con ellos se sientan a veces, porque no van al café todos los días, los filósofos Carlos Astrada y Rodolfo Kusch. Una noche en que yo compartía la mesa, Terencio le preguntó a Astrada si el tango era filosofía.
Sí, dijo el autor de “El Mito Gaucho”. Kusch no estuvo de acuerdo y expresó que el tango es experiencia de vida, y que se confunde la vida cotidiana con existencialismo. Creen, agregó Kusch, que Discépolo es Sartreano, y Don Enrique Santos no tiene nada de existencialista. Discépolo es un cínico sin conciencia de serlo. Cínico es equivalente a perro, y ese perro aparece en "Yira Yira." Y cuando habló por radio el personaje se llamaba “Mordisquito”.
-Musante, interrumpió Paredes. –Qué nos puede decir de Gorrindo.
-Con respecto a Gorrindo están de acuerdo Astrada y Kusch. El presocrático de Quilmes es un escéptico. Para un escéptico nada es verdad. Recuerden la letra de “Las Cuarenta”. También los filósofos citaban el tango “Afiches” de Homero Expósito: “La verdad es restregarse con arena el paladar”. Cuesta sacarla de la boca porque la verdad está oculta.
¿-Y Gorrindo qué dice?
-Nada, contestó Musante. Le da firme al scotch etiqueta negra, y mira las mujeres que caminan por la veredas celestiales a través de las grandes ventanas del café “El Pensamiento”.
Fuente:
Entrevista a Néstor Cordero especialista en filosofía presocrática.
Diario “Clarín”.
Noviembre 2010.