Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

domingo, 28 de febrero de 2010

Vida de Don Vicente Greco



-Martín Fierro se cambió el apellido, afirmó el poeta Julio Paredes, uno de los catedráticos del café, en el plenario de los miércoles.
-Y si alguien se cambia el apellido es porque tiene algo que ocultar, agregó.
-Es que Fierro puso por escrito lo siguiente:
Les advierto solamente
Y esto a ninguno le asombre
Pues muchas veces el hombre
Tiene que hacer de ese modo.
Convinieron entre todos
En mudar allí de nombre

Prosiguió Paredes: “Contaba Ángel Santos Carreño, conocido en el ambiento del tango como “El Príncipe Cubano”, que Fierro había perdido la ferocidad de sus comienzos como gaucho alzado, y se había convertido en una especie de cura párroco. Daba consejos, y entre estos sugirió a sus hijos cambiarse el apellido.
Fierro no tuvo tiempo de cambiarse nada porque el Moreno lo mató después de la payada.
“El Príncipe Cubano”, aseguraba que él había visto a uno de los hijos de Martín bailando tango en la vereda.
El cubano contaba también que una noche, en el quilombo de la Ritana, Vicente Greco le dijo:
-Grone, tu abuelo amasijo al mío.
-Y el tuyo a mi tío Rosendo, contestó Carreño.
Hubo un silencio en la sala del prostíbulo y hasta el victrolero paró la música.
El Príncipe preguntó: -¿Queres seguirla?
Greco contestó tranquilo: -No. Solamente quería dejar sentado que soy nieto de Martín Fierro.
Vicente Greco, Garrote para los amigos, había nacido en 1888 en un hogar muy pobre. Se crió en la calle. No completó la escuela primaria porque desde los ocho años tuvo que vender diarios en las esquinas. Era un canilla más. A instancias de Francisco Canaro, que casualmente vivía en la casa de al lado, Vicente empezó con estudios de guitarra para después volcarse al bandoneón.
Su primer éxito como compositor tiene un nombre sugestivo: “El Morochito”.
Muy rápido Greco se convirtió en el músico preferido de la alta burguesía porteña.
Existen pocos testimonios sobre la vida de “Garrote”. Contamos con algunos comentarios dejados por amigos, sumado a lo que han escrito sobre él los hermanos Bates. Debemos agregar las siempre interesantes historias que aporta el ex-finado Sr. Musante, que lo conoció en el mundo de las sombras. Por todos estos informes sabemos ahora que Vicente Greco se supo herido de muerte cuando su padre le contó la verdadera historia de su origen.
Lo llenaba de vergüenza ser nieto de un gaucho racista, asesino de negros indefensos y de indios desarmados. Un criollo que terminó yendo a misa los domingos para después obligar a sus hijos, con falsa conciencia de gaucho, a cambiarse el apellido.
Su historia familiar le causaba profunda tristeza.
Esta desazón crecía en su pecho a medida que sus éxitos se hacían más resonantes.
Llegamos así a los años en que compone sus mejores tangos. “Rodríguez Peña” y “Racing Club”.
Don Julio Paredes interrumpió su charla para tomar agua.
Continuó: “Muchos se han preguntado si una institución como Racing Club amerita un tango memorable como el que compuso Greco, pero esa es otra historia.
La depresión de Vicente se fue acentuando con los años, y en 1924, cuando la Ritana le propuso tocar en el “Chantecler”, compartiendo cartel con Ángel Santos Carreño, “El Príncipe Cubano”, Vicente Greco, en vez de pensar en la comunidad organizada, que haría su alegre aparición pocos años después, no hizo mejor cosa que morirse de manera repentina.
Tenía apenas 38 años”.
Tango Racing Club.

domingo, 21 de febrero de 2010

Lugar común el tango

Papa Pío XII


El Sr. Musante, distinguido integrante de la Cátedra del Café, sobresale sobre los otros, por ser el único tanguero que volvió de la muerte.
¿-Cómo anda Musante? preguntamos cuando llega al café.
-Reponiéndome de mi fallecimiento, es la respuesta del ex-finado.
-Tema difícil, acotamos.
-Estar muerto no es grato, pero conocí tanta gente en el más allá que cuando vuelva amigos no me van a faltar, tranquiliza el Sr. Musante.
-Y de todos los que conocí en el mundo de los muertos se destaca Carlos Gardel. Además a través del morocho compartí la mesa con personajes que ni soñaba encontrame alguna vez, como los tenores Caruso y Mario del Mónaco.
-¿Son amigos de Gardel? preguntamos.
-Tienen devoción por Carlitos, contesta Musante. -Pero amigos somos pocos. El negro Celedonio Flores es como su hermano. Otros que Gardel honra con su amistad son el torero Rafael Gómez Ortega, conocido como “Gallito”, y el poeta uruguayo Isidoro Ducasse, Conde de Lautremont.
El señor conde insiste para que Carlitos haga una aparición nocturna sobre el cerro de Montevideo y diga que es uruguayo. Gardel contesta que sería faltar a la verdad.
-Sobre la muerte de Gardel se chamuyan fulerías. Se dice que Carlitos fue la última víctima de la Inquisición, comentamos.
-Eso es cierto, contestó Musante. A Gardel lo asesinó la Iglesia Católica.
Eso me lo contó Carlitos y fui testigo en el café “El Pensamiento”, del día en que Monseñor Gustavo Franceschi le vino a pedir disculpas. El cura se sentó a la mesa y habló.
Carlos Gardel lo escuchó en silencio y cuando el fraile, con el sombrero en la mano, esperaba la respuesta del morocho, ésta llego calma y firme.
¿-Aceptó las disculpas?
-No. Primero Carlitos le recordó que cuando el accidente en Medellín, la revista Criterio celebró su muerte en una editorial firmada por el monseñor.
-Fue una orden que recibí del Vaticano, acotó Franceschi.
-Y usted me prendió fuego porque se lo ordenaron, contestó el Zorzal.
-Si, a la Iglesia Católica nunca le gustó el tango y usted estaba considerado el demonio. Por eso el 27 de junio de 1935 escribí la editorial de la que ahora me arrepiento.
-Monseñor, usted dijo que en mi velatorio había “féminas que se habían embardunado la cara con harina y los labios con almagre”. Que había “Gandules de pañuelito al cuello dirigiendo piropos apestosos a las mujeres”.
-Eso dije, contestó el cura con la mirada baja.
-Además de escribir muy mal usted me hizo matar.
-Así es, pero ahora estoy arrepentido.
-Y por qué se arrepiente.
-Cuando llegué a este lugar me di cuenta que Swedemborg tenía razón. Dios no condena a nadie y cada uno elije, después de muerto, si quiere infierno o paraíso.
Y si el Señor deja que el libre albedrío continúe en este lugar sagrado, no tenemos derecho en la tierra a juzgar conductas e incendiar demonios como usted, con todo respeto, susurró Franceschi.
-¿Quién le dio la orden de matarme? preguntó el Morocho.
-Monseñor Pacelli cuando estuvo en Buenos Aires. Poco tiempo después lo premiaron convirtiéndolo en el Papa Pío XII.
-Hablando de Pío XII, que destino eligió. Por estos lados no ha sido visto, preguntó Don Carlos.
-Eligió el infierno porque dice que en el cielo el lugar común es el tango.
Ángel Vargas es el preferido de Dios, y a usted, Gardel, lo apañan la Virgen María y su hijo, que interpreta “Soy una fiera” de manera notable.
Para Pío XII esto es insoportable. Vive en las tinieblas rumiando su bronca con el tango.
Después de un largo silencio se oyó la voz de Franceschi:
-¿Me perdona Don Carlos?
-Sos un gil, respondió Carlitos. -Yo no condeno a nadie, ni siquiera a vos que me asesinaste de la manera más espantosa. Pero, que querés Franceschi, tu presencia me revienta. Si venís por el café sentate en un lugar donde yo no te vea.
-El Monseñor se levanto de la silla y masculló, al borde del llanto, un “gracias Don Carlos”.
-Después, arreglándose el moño Gardel se dirigió a nosotros y dijo:
-Triste destino el de la curas. Hoy te prenden fuego y 400 años después piden disculpas.
Carlos Gardel canta:"Soy una fiera"

domingo, 14 de febrero de 2010

La verdadera historia del "Píncipe Cubano"

Ángel Santos Carreño. El "Píncipe Cubano"

Una tarde en que el calor apretaba se reunió el Comité Central de la Cátedra del Café.
Era intención del mismo, a través de su presidente Don Julio Paredes, informar acerca de la última investigación realizada.
Se trataba de la muy particular existencia de Ángel Santos Carreño, conocido como en el mundo del tango como el “Príncipe Cubano”.
Don Julio Paredes se dirigió al numeroso público y expresó: -El Comité Central ha realizado un estudio sobre ciertos hechos de nuestra vida cultural que permanecían en la oscuridad. Con esta investigación pretendemos esclarecer de manera definitiva algunos mitos nacionales.
A continuación daré lectura al informe que se complementa con un manuscrito del propio Carreño.
Comenzó: “Ángel Santos Carreño, conocido artísticamente como el “Príncipe Cubano”, era argentino y más criollo que el mate amargo. Había nacido en Marzo de 1880.
El apodo se lo puso Madame Ritana, dueña de la boite Chantecler, ubicada en Paraná 440.
Esto fue en el año 1924 y Carreño era presentador de orquestas.
Un hombre muy querido por su cordialidad e ingenio.
Él lo bautizó a Juan D’Arienzo como “El rey del compás”, y además compuso varios tangos elegantes.
Pero lo que nos interesa del llamado “Príncipe Cubano” es su verdadero origen.
Todos ustedes conocen la vida del gaucho Martín Fierro.
Un antepasado de Carreño fue protagonista de una historia muy conocida con el famoso Fierro.
Este episodio merece su fama por el horror que despierta la conducta criminal del célebre gaucho matrero.
Carreño era sobrino nieto del negro que Martín Fierro provocó, para después asesinar en un baile de mala muerte.”
Don Julio Paredes aclaró: -Al comenzar comenté que leería un manuscrito escrito por el propio Carreño, cosa que haré a continuación:
“Martín Fierro mató sin causa alguna a mi tío Gervasio Carreño.
Lo asesinó solamente porque era negro.
Tío Gervasio quería divertirse y concurrió con su mujer, negra también, a un baile en una pulpería de Lobos.
Primero Fierro se metió con mi tía:
“Vaca yendo gente al baile”, le dijo.
Mi tía le contestó:
“Más vaca será tu madre”
Detrás de ella entró tío Gervasio y escuchó de boca de Fierro:
“A los blancos hizo Dios,
A los mulatos San Pedro
A los negro hizo el diablo
Para tizón del infierno”.


-Gaucho rotoso, contestó tío y se le fue al humo.
Pero Fierro con el cuchillo lo alzó y cuando lo supo muerto lo arrojó contra una pared.
Mi tía empezó a gritar y el asesino le quiso pegar pero la gente intervino recriminando a Fierro y este huyó.
Gervasio tenía nueve hermanos, uno de ellos era mi abuelo Rosendo.
Estos hicieron un juramento; vengarse matando a Fierro.
Pero Martín con su gran amigo Cruz se fue a vivir con los indios pampas y no se supo nada de él durante años. Es más, mis tíos lo dieron por muerto.
Pero todo llega. Un día un amigo del Tata Rosendo le avisó que había un cantor en una pulpería cercana que podía ser el gaucho Fierro. Tatita lo fue a buscar, lo ubicó y ahí nomás lo desafió con la guitarra.
Esa era la excusa. Lo que Tatita quería era matar a Fierro. El criminal estaba con dos de sus hijos y otro sujeto llamado “Picardía”, que dijo ser hijo de Cruz.
Abuelo Rosendo se presentó como “El Moreno” y empezó la payada.
Arrancó Fierro y dijo cosas lindas:
“Y seguiremos si gusta
Hasta que se vaya el día.
Era la costumbre mía
Cantar las noches enteras.
Había entonces, dondequiera
Cantores de fantasía”.


Pero Tatita no se quedaba atrás:
“A las sombras solo el sol
Las penetra y las impone.
En distintas direcciones,
se oyen rumores inciertos:
Son almas de los que han muerto,
que nos piden oraciones.”


De improviso Martín se supo perdido al darse cuenta quien era el contrincante. Inclusive quiso atenuar la cosa y cambió la palabra “negro” por “Hombre de humilde color”. Arrugó, como quien dice.
Terminada la payada el Tata Rosendo lo convidó a pelear.
Algunos dicen que Fierro se dejó matar. Eso no es cierto. Peleó como una fiera pero el Tata lo ensartó de la misma manera que había muerto su hermano. Lo levantó con el puñal y se los tiró a los hijos que estaban presentes.
Después limpió el cuchillo en los pastos y se fue silbando bajito.
Cuentan que los hijos de Fierro vinieron a Buenos Aires y se juntaron con los primeros orilleros. A uno de ellos, bastante mayor de edad, llegué a verlo bailando tango en la vereda con otro hombre.
Esto que cuento es lo que pasó.
Años después, cuando me había convertido en el famoso “Príncipe Cubano”, concurrían al “Chantecler” calaveras, bohemios y escritores.
Una noche un cegato que frecuentaba el cabaret, me contó la historia de la negritud en el Río de la Plata.
Dijo: -Nunca hubo mucho negro por acá porque era un artículo suntuario.
No los traían para levantar cosechas si no como sirvientes. Fueron usados como carne de cañón en la guerra de la independencia en el batallón de “Pardos y Morenos”. Y casi nos quedamos sin negros. En la actualidad se sorprenden porque hay tantos en Uruguay. La razón es simple. Brasil abolió la esclavitud en 1888, cuando por acá hacía años que eran libres. Negros de Río Grande, de Porto Alegre robaban un caballo y pasaban a Uruguay donde dejaban de ser esclavos.
Concluyó: -O sea que los negros de Montevideo son brasileños. Dicen que son orientales para darse corte.
Me gustó la historia y entonces le conté la de tatita.
Preguntó si la podía escribir como propia.
-Por supuesto, contesté, se la regalo.

domingo, 7 de febrero de 2010

Eduardo Bianco, el violinista preferido de Hitler

Paul Celan



A fines de 1930 Enrique Cadícamo pasaba la voz a sus amigos tangueros residentes en París: -No hablen de política delante de Bianco porque es informante de la Gestapo.
Sin embargo a Eduardo Bianco le tocó en suerte una vida exitosa.
De chico, influenciado por sus padres, comenzó con estudios de violín; querían que se formase como músico clásico.
Pero el azar y la magia de la noche lo fue llevando hacia el tango, y
a través de éste llegó a París en 1924, lugar soñado por todo tanguero que se precie.
En Europa formó una orquesta que logró imponerse de inmediato.
Fue la célebre agrupación Bianco-Bachicha que hacía furor en el Cabaret Palermo, en Place Pigalle.
Un año después formó su propia agrupación, y realizó giras por Europa, África del Norte, Estados Unidos y el Asia.
Bianco tocaba el violín, el bandoneón, cantaba, y hasta tuvo su propia editorial musical en París.
Le gustaba el bacanaje a este rosarino nacido en 1892, que cultivaba con esmero la relación con reyes, políticos y aristócratas.
Ese gran mundo lo volvía loco.
En 1929 compuso el tango “Plegaria”, que años después lograría triste fama; se lo dedicó “A su Majestad El Rey Alfonso XIII”.
1931 fue el año de “Evocación”, otro tango, en cuya primera hoja dice: “A su excelencia Don Benito Mussolini.”
Ya había conocido la obra de otra estrella rutilante del momento.
Contaba Bianco: -Actué durante casi dos años en la Unión Soviética, y el Mariscal Stalin en persona me felicitó luego de mi actuación en Moscú. Nos invitó a cenar a su datcha, desde donde maneja el país con mano de hierro. Para concluir:-Hacía ruido con la sopa. Un hombre vulgar.
Al realizar una gira por Alemania en 1936 quedó deslumbrado por la obra de Adolfo Hitler.
Presentó su orquesta en Berlín y entre el público estaba el Dr. Joseph Goebbels acompañado de Magda, su mujer. Quedaron hechizados por el sonido del violín de Bianco. Luego de la actuación se acercaron al camarín para saludarlo y Goebbels le propuso tocar para Hitler.
El concierto ante el Fuhrer fue un éxito total.
-El tango reemplaza con creces al jazz decadente, dicen que dijo Don Adolfo al término de la velada, mientras abrazaba eufórico a Goebbels.
Un edecán se dirigió a Bianco y le pidió partituras que el músico cedió gentilmente.
“Plegaria” se convirtió en el tango preferido de Hitler. Cuando Goebbels se enteró le dijo a su mujer:-Yo sabía que Adolfo era un sentimental.
Miles de copias se imprimieron para ser repartidas en las bandas de música de la Wehrmacht, y a través del ejército alemán el tango llegó a los campos de concentración.
“El trabajo los hará libres”, lucían los carteles en la entrada de Dachau, Buchenwald y Auschwitz.
En 1942 un judío rumano llamado Paul Antschel es alojado en el campo de trabajo de Janowska. El joven, después de sobrevivir al horror, trascenderá como poeta con el nombre de Paul Celan.
En 1947 Celan publicó “Tangoul mortii”, (Tango de la muerte), que había escrito cuando fue liberado por el ejército rojo.
Paúl Celan señaló que el poema se refería a la música que interpretaban las orquestas en los campos de exterminio. Se trataba de tango, y entre estos el que más gustaba a los S.S. era el llamado “Tango de la muerte”.
Este sonaba en el campo mientras los judíos eran conducidos a la cámara de gas.
El escritor español José Ángel Valente, biógrafo de Celan, precisa que ese tango, conocido entre los prisioneros como “El tango de la muerte” no era otro que “Plegaria”, de Eduardo Bianco.
Hay más pormenores sobre el tango en el Holocausto.
Nos referimos al libro del escritor polaco M.R.Frenkiel, titulado “Esto es un asesinato”.
Frenkiel también señala “Plegaria” como la música que acompañaba a los judíos a la muerte.
Cuando el ejército nazi comienza la retirada de la Unión Soviética, Bianco se da cuenta que tiene que irse de Alemania. Él y toda su orquesta son detenidos en Innsbruck. Don Eduardo se pega un susto soberano y comienzan sus problemas respiratorios.
Puede retornar a la Argentina en diciembre de 1943.
En Buenos Aires realizó un par de conciertos, pero su salud estaba resentida.
Al poco tiempo de su regreso y por consejo de amigos se radicó en Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut, donde el clima frío y seco podría llevar alivio a sus pulmones.
En un viaje a Buenos Aires, realizado para una revisación de rutina en el Hospital Tornú, muere durante un feroz ataque de asma en octubre de 1959.
Paul Celan lo sobrevivió 11 años.
Se arrojó al Sena desde el puente Mirabeau en 1970.
Dejó una carta dirigida a su hijo que decía
:-Ciégate para siempre: también la eternidad está llena de ojos.


Bibliografía:
Julio Nudler.
Tango judío.
Del ghetto a la milonga.
Editorial Sudamericana. 1998.

Plegaria. El tango de la muerte:

http://www.youtube.com/watch?v=VUDtqMbo4ko