Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Los celos del diablo.



Hombres sabios y pipiolos  conversábamos  en el café, cuando hizo su entrada un  señor muy mayor. 
¿-Ustedes son de la secta Testigos de Gardel? Preguntó el viejo mientras acercaba una silla.
-Afirmativo, contesté.
El recién llegado tomó asiento y escupió:-Así como me ven, triste y vencido,  yo soy el diablo.
Los pipiolos nos miramos incrédulos.
-Demuéstrelo.
Respondió el anciano mirando por la ventana: ¿-Ven esa señora que pasea  ese caniche asqueroso? El viejo señaló con el  índice  de su mano izquierda y el dedo emitió un rayo misterioso. El perro se desintegró envuelto en llamas.
¡-Tomá mate!
¿-Me creen ahora?
-Sipi.
-Vine a visitarlos porque  mi historia les puede interesar.
-Cuéntela.
Arrancó Satanás:-En el principió fue el Caos, y en el bolonqui que se armó la existencia para los ángeles era una papa. Aunque no lo crean, yo era hermoso, etéreo y con toda la pinta.
Me llamaba Lucifer, que quiere decir el que lleva la luz.
El Caos era un lugar parecido al Paraíso; abundaban figuras angelicales; había féminas ligeras y bandidas; flores y champagne en abundancia.
En esos años dorados, con mis compañeros teníamos largas charlas con el Padre y con Jesús, el Hijo, que era despierto y ligero, un ranún, como se dice ahora. Con el Espíritu Santo no había comunicación.
Era una delicia ver como pasaban los días. Pero un giorno muy ingrato mi hermano, el Arcángel Miguel, me vino con un cuento:- Che Luci, el Señor está pensando en la creación de alguien que va a ser más lindo que vos.
-Me vine loco. Al otro día lo encaré al number one y pregunté:-Jefe, dicen que usted va a crear a uno con más pinta que el que suscribe.
¡-Isa! Contestó Él.
¿-Por qué? Pregunté embroncado.
-Porque has cometido el peor de los  pecados, el de soberbia, te crees más poderoso que yo, y pensas derrocarme para ser el gran bacán de la creación, en compañía  de tus amigos, los magnates del Caos.
¡-Sos un guacho! Grité.
¡-No me faltes el respeto!
No fuimos a las manos; entre ángeles y querubines nos separaron.
El Señor montó en cólera y gritó: ¡-Fuera de mi vista! ¡Sos una lacra!
¡A partir de este momento sos el Ángel Caído!
Miguel, mi hermano, susurró:- Rajá de acá, y me arrojaron a la oscuridad del Infierno.
A partir de ese día el Padre comenzó a llamarme Belcebú, el Señor de las Moscas. Ahora bien, debo reconocer que el Infierno no estaba mal porque me siguieron al destierro ángeles  de ambos sexos, y a todos les  gustaba el guateque.
Mi única preocupación era que algún día habría alguien más hermoso que yo.
Pasaron los siglos y un día el Señor creó los cielos y la tierra.
Y puso en el mundo dos criaturas llamadas Adán y Eva.
Seres humanos, que le dicen.
Para conocerlos hice un viaje desde las tinieblas. Al entrar en el Edén adopté la forma de un sapo para burlar la vigilancia celestial, ejercida por mi primo el Arcángel Rafael, muy alcahuete.
La tarde que conocí a Eva me deslumbré. Era la primera mujer de verdad que veía, no como las que frecuentaba en los mundos del Caos, etéreas y angelicales, pero insulsas y de erotismo escaso.
Me propuse seducirla y hundir a su marido, el cándido Adán, en el descrédito absoluto ante el Señor.
Todos saben como terminó la historia. Adán en el Infierno en compañía de Eva.
Muchos me critican porque hice que la primera pareja se condene.
Es cierto. Pero para mi fueron tiempos de euforia ya qué logré una clara victoria sobre el Señor, que mordió la bronca de una derrota humillante.
Me había burlado del Omnipotente, quién rodeado de vigilantes que cuidaban a la pareja primigenia, todo lo veía. Los durmió un batracio, los durmió.
Fui el líder y el caudillo de la caída, acompañado en esa guerra sucia por mis aliados, los grandes burgueses de la oscuridad.
Brindé, además,  material a literatos y filósofos para que escriban con fundamento sobre el paraíso perdido. Sin mi tarea en la guerra civil de los cielos, no hubiesen existido Milton ni Dante Alighieri.
Muchos años después con Adán nos hicimos amigos. Empezó a contarme sus conversaciones con el Padre antes de su caída.
Una noche de garufa le pregunté  si sabía algo del secreto revelado a mi hermano Miguel.
Haciendo memoria Adán recordó que el Señor le había dicho que algún día habría un ser más hermoso que yo.
Cuando  comenzó a explayarse fuimos interrumpidos abruptamente por la llegada del Hijo a la tierra.
El Cristo se había ofrecido para lavar la mancha del Pecado Original que pesaba sobre la humanidad toda.
Y nació en Belén el aclamado Rey del Mundo. Cabía un repliegue táctico.
Me quede cayetano en el infierno donde me informaban de manera permanente sobre los movimientos del Hijo. De vez en cuando me acercaba para  verlo y escuchar sus parábolas.
Una tarde me tiré un lance y tenté a Jesús.
Estaba en el desierto. Después de cuarenta días de ayuno el quía tenía hambre. Me acerqué y susurré en su oído:-Si sos el rey de los moishes, haz que estas piedras se conviertan en pan. Respondió: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
-Estás desnudo y sin morfar, le dije.
-Estoy vestido con la tristeza del mundo, contestó.
Ya dije que había conocido al Hijo antes de mi caída en desgracia, y no era ningún vicenzo.
Me retiré en espera de los acontecimientos.
El final es conocido. Jesús fue crucificado, escupido, humillado y ofendido.
La muerte del Hijo fue un intento de redención a los pecadores que terminó en el fracaso absoluto.
El día de la crucifixión volví al país de las sombras para reanudar mis diálogos con Adán.
Decía el primigenio que el hermoso por nacer sería un destacado personaje que surgiría de improviso  en un oscuro arrabal del mundo.
Tras cartón, y sin decir agua va, apareció Carlos Gardel.
El espanto que me produjo la llegada a la gloria suprema de un bastardo francés fue terrible. Estaba desesperado, con una angustia que nunca había sentido. En esos años mis días transcurrían en estado de llanto.
Concluí que no me quedaba otra que destruirlo y eso no sería  tarea fácil. Si bien había derrotado al padre  cuando Adán y Eva, supe de entrada que con el Morocho no iba a ser un paseo. Criado en la calle y educado en los quilombos de la  calle Junín, Carlitos era pesado y transgresor.
Había que eliminarlo de  forma  que su muerte fuese una lección para el mundo y para el guanaco del Padre, que lo había creado. Por eso le prendí fuego. Para que su rostro sin par y su voz de otro mundo, se derritiesen entre alaridos y fierros al rojo.
Pero el Zorzal Criollo se vengó.
Con la ayuda de Julio Jorge Nelson, que día a día trabajaba para la gloría póstuma de Gardel, resurgió de sus cenizas y se convirtió en arquetipo inconfundible del ganador. Es el hijo pródigo que vuelve a casa con la frente levantada y el corazón en la mano para dárselo a su pobre viejita.
Lo que logré con su muerte fue convertirlo en mito.
Pero eso no volverá a suceder. Estamos trabajando, con mi amigo Simón Mago, para cambiar la historia del mundo.
¿-Cómo harán? Pregunté
-Fácil, modificaré la memoria de la humanidad.
Desde  el mundo de  las sombras haremos que la voz del Zorzal calle para siempre. A partir de 1890, año del nacimiento de Carlos Gardel, la historia mundial será distinta. En pocos días, y cuando le demos forma a todo esto, los últimos ciento veinte años serán muy diferentes a lo que ustedes conocen. El olvido será absoluto.
¿-Qué hará con el Mudo?
-Carlos Gardel morirá el 10 de diciembre de 1915. Esa noche, al salir del Armenonville, puso el pecho para proteger a Elías Alippi.
Recibió un balazo, y por directa mediación de Señor Jesús, que es un gardeliano de la primera hora, se salvó. Ahora no lo salva ni el Padre.
En poco tiempo nadie lo recordará.
Las guerras serán más sangrientas y el siglo XX será peor de lo que fue.
-Nos interesa el tango, dije
-El tango no da para más. Desaparecido Gardel la duda que tengo es a quién entronizaré como el mejor, si a Corsini  o  a Magaldi; uno de los dos tiene que ocupar el lugar del mudo. ¿Ustedes a cuál prefieren?
-Corsini.
Reflexionó Satanás:-El problema es que Corsini era una especie de santo laico ad-honorem. Amaba a su esposa, y cuando ésta murió no salió más de la casa.
Lo reinventaré ruin y pechador; cocainómano, borracho y bisexual.
La voz de Dios en la tierra no será más Carlos Gardel, símbolo de los sueños alucinados de los desechos sociales. El mito será Don Ignacio Corsini, y el rito será la peregrinación a su casa de la calle Otamendi 676, en el dantesco barrio de Almagro.
Al turro de Julio Jorge Nelson lo borraré para siempre de la faz de la tierra. No podrá salir de Villa Crespo. Si intenta cruzar los límites del barrio elegido, se ahogará en el inmundo cauce del arroyo Maldonado.
La década del cuarenta la haremos durar unos años más, pero el tango no tiene futuro.
-Usted le puede dar ese futuro.
-Todo será distinto. Las elecciones de febrero de 1946 serán ganadas por la fórmula Tamborini-Mosca. Luego de la derrota electoral el Coronel Perón se hará bailarín. Pedirá la baja del ejército para formar pareja de baile con su compañera.  Se presentarán como el manchado, María Eva y los perritos bandidos; junto a Varela, Varelita y  Rondineli.
Haré que vuele sobre Buenos Aires el célebre Avión Negro.
¿-Para qué?
-Para reavivar la viveza criolla, y la religiosa creencia  de que se puede volver a la edad de oro a través de la leyenda.
Habrá un resurgir de la poesía y del mito gaucho.
El Avión Negro sobrevolará el obelisco todos los días a las 12 en punto.
¿-Quién viajará en él? Pregunté.
-Eso depende de la imaginación de cada uno. El que espera desespera y el que tiene que llegar no llega más.
-Le quiero hacer un pedido, dije.
-Pida nomás.
-Ya que va a reinventar todo nos gustaría que la ciudadanía recuerde a Don Enrique Serrano, el mejor comediante argentino de todas las épocas.
-Concedido. El pelado Goyena estará presente a diario en el inconciente colectivo, suspiró el Diablo.
-¿Y usted?
-Volveré a ser el más hermoso, y cuando alguien pregunte si era lindo Belcebú, la respuesta será: ¿De que, de que? ¡Era más lindo que Gardel!