Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

viernes, 6 de mayo de 2011

Cátulo cuenta su historia

Nació en Boedo como Ovidio Catulo González Castillo, el 6 de agosto de 1906.
Su padre, el dramaturgo José González Castillo lo quiso llamar Descanso Dominical, inspirado en la ley de descanso obligatorio, sancionada por iniciativa de Alfredo Palacios.
En el Registro Civil lo hicieron desistir del nombre. Entonces eligió  Ovidio y Catulo, considerados los mejores escritores de poesía lírica.
Pero el burócrata de los nombres señaló que debía acentuar el nombre  Catulo.
-Pongamos un acento en la a  porque a su hijo en el colegio lo volverán loco.
Cuando José González volvió a su casa rumiando el acento se desató una lluvia torrencial. Tomo al niño en sus manos, lo llevó al patio y exponiéndolo al aguacero, gritó: - ¡Cátulo, que los dioses libertarios te hagan un buen anarco! Pocas horas después el pobre volaba de fiebre y contrajo una pulmonía doble. Salvó su vida de milagro, ayudado por los dioses  de su padre, y por los otros también, porqué negarlo.
Sus comienzos fueron como compositor   musical. No escribía letras porque para eso estaba su progenitor, autor de tangos notables como “Griseta”,Silbando”, y “Organito de la tarde”.
La actividad política familiar los lleva al exilio en Santiago de Chile. Cuando regresan, Cátulo tiene ocho años, estudia violín pero al poco tiempo cambia por el piano. A los quince años comienza con las prácticas de boxeo donde se destaca como un gran caminador del ring, con sorpresivos y fulminantes golpes de know-out. Tras 78 combates y siendo Campeón Argentino  de peso pluma es preseleccionado para competir en las Olimpíadas de París en 1924. Al quedar al margen del equipo abandona la práctica activa.
En esa época gana un premio por el tango “Organito de la tarde”, como autor de la música. La letra es de José González. Con el dinero emprenden juntos un viaje a Europa. Cuando regresa forma su primera orquesta con Miguel Caló y el cantor Alberto Maida.
Pero la magia de Cátulo se muestra a partir de 1937 cuando muere su padre y él se suelta como letrista.
En 1941 compone "Tinta Roja”, con música de Sebastián Piana. “El tango debe ser nostálgico, debe mostrar con melancolía las cosas del pasado. En Tinta Roja busqué el paraíso perdido de la infancia. La belleza del tango consiste en disfrutar  la tristeza”, decía Cátulo en un reportaje publicado en la revista Radiolandia.
En 1945 conoce al Coronel Perón y a su compañera Eva Duarte, con los que trabará una gran amistad. Sobre todo con Evita a la que dedica, cuando muere en 1952, el poema "Serenata a la muerte de Eva".
“No se olviden que duerme,
se han callado los astros,
la vida se detiene”.
Con respecto al General, Cátulo reconocía que  había aplicado las ideas socialistas que predicaba su padre. Redistribución de la renta, aguinaldo y vacaciones pagas, pero  muchas cosas no le gustaban.
Cuenta el poeta Héctor Blanco que una noche Cátulo comentó:- lo que me espanta de Juan Perón es su agnosticismo moral.  
Desde adolescente le habían atraído las ciencias ocultas. Es en una reunión de esotéricos que uno de ellos le dice que morirá un 19 de Octubre. Para agregar después:-si venís mañana te digo el año. No regresa nunca más a la casa de los brujos, pero se hace acuñar una medalla de oro cuyo único texto reza: “19 de octubre”.
Producido el golpe del 55 Cátulo es despedido de SADAIC y de la Comisión Nacional de Cultura. Se recluye en una vieja quinta de Ezeiza donde, además de rodearse de casi 70 perros, compone una obra maestra: “La última curda”. Sus versos son una metáfora de la noche aciaga que cubre a nuestro país donde la tortura es cotidiana,  y se fusila en míseros basurales.
Los amigos lo visitan, sobre todo Aníbal Troilo y un personaje singular, hoy olvidado, que abrumado por la muerte de su hija camina entre los perros y llorando les cuenta que la niña se suicidó por su culpa. Se trata de un calabrés errante llamado Vincenzo Scaramuzza, que además es un notable maestro de piano.
En 1967 Cátulo escribe, para el libro “Prostibulario”, un capítulo llamado “Prostíbulos y prostitutas”. Le envía un ejemplar a Perón que le contesta:
-Siempre dije que el hombre, además de calle debe tener quilombo.
En 1970 publica “Amalio Reyes, un hombre”, llevada al cine e interpretada por Hugo del Carril.
En esos años  la violencia se hace cada vez más intensa, Cátulo, abrumado, vive recluido con sus perros.
Cuando el justicialismo retoma el poder Cátulo, en un reportaje da una respuesta que lo pinta de cuerpo entero. Ante la pregunta del periodista sobre a que sector del peronismo pertenece, entre los infinitos grupos que votaron al gobierno popular, responde: -Al de peronista bueno.
En 1975 comienza la carnicería. En la reina del plata se mata por la calle, y como si fuera una señal de lo porvenir el 18 de Mayo muere Aníbal Troilo, su amigo más querido.
Cátulo no puede más, sabe que su fin está próximo y espera resignado el mes de Octubre. El 19 amanece radiante. Al levantarse sale de la casa y camina entre los perros buscando alguna señal. Se despide acariciándolos.
A media tarde el silencio es abrumador. Entonces se prepara. Cuando oscurece comienzan los ladridos. Los perros aúllan como nunca, y hay un momento en que todo Ezeiza es un grito desgarrado.
Cátulo espera sentado en la galería hasta que su corazón estalla.
Cuentan los amigos que al otro día, caminando al lado de la caja que llevaba los restos del poeta, los sepultureros se referían a la noche anterior diciendo que nunca habían escuchado con tal intensidad los alaridos de los muertos.