Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Informe para una Academia




Uno de los integrantes de la Cátedra del café, el poeta Julio Paredes, aprovechó un viaje a Londres para entrevistar a Ronald Biggs, el famoso asaltante al tren postal en 1963.
De regreso, Paredes presentó el siguiente informe ante la Cátedra del café.
-Nos pusimos de acuerdo para que la conversación fuese en español, idioma que Biggs domina a la perfección.
Comenzó:-El robo del tren postal se me ocurrió en 1949 por una información que escuché en un Pub. A diario salía desde Glasgow, Escocia, un tren nocturno a Londres con la recaudación de los bancos. Esperé catorce años para dar el golpe porque el cálculo que hice era que necesitaba más de diez personas.
Todo un tema. Yo soy muy especial con mi gente.
No quiero buchones ni asesinos. Simplente bohemios, ladrones, y poetas.
La esencia del buen ladrón es su base literaria. Si no leyeron a Dante Gabriel Rossetti, Coleridge, Tennyson y Milton, no los quiero en mi banda. Además todos tenían la obligación de conocer a Shakespeare en profundidad.
El armado de la banda me llevó mucho tiempo. Recién a principios de 1963 estábamos listos para el gran golpe.
Esperamos hasta el mes de agosto porque el 5 era feriado bancario, y por distintos motivos el tren recién haría el trayecto Glasgow-Londres el 8 de agosto. Durante cuatro días, los bancarios, juntaron bolsas con libras esterlinas, que una banda de borrachos y poetas se iba a encargar de gastar en libros, whisky y putarracas.
La idea nuestra era la siguiente: mi gran amigo Buster Edwards y yo, una vez repartida la platita, nos iríamos a Buenos Aires.
A los dos nos gustaba la música, y de casualidad habíamos descubierto el tango. Queríamos conocer a Aníbal Troilo y Floreal Ruíz. Además teníamos contactos con hampones y poetas de Buenos Aires.
Pichón Laginestra y Jorge Villarino eran nuestros amigos.
Conseguimos una chacra cerca del lugar donde asaltaríamos al tren.
El golpe sería a las 2 de la mañana y detener el convoy era muy simple.
Antes de salir en busca de nuestro destino pedí un minuto de silencio por los ladrones muertos, y comenzé mi alocución final para motivar a mis amigos.
Repetí la arenga de Enrique V a sus soldados, una banda de hambrientos, antes de la batalla de San Crispín.
"Aquel que sobreviva y vuelva sano a casa. Aquel que robe en este día y llegue a viejo, la víspera del robo festejará y dirá: mañana es el día más glorioso en la historia del choreo. Mañana es el día del robo del siglo.
¡Yo estuve ese día! Entonces mostraremos nuestras cicatrices y diremos: estas heridas las recibimos en el robo al tren postal. Y después de este robo seremos recordados hasta el final de los tiempos."
Detener el tren fue cosa de chicos. El primer vagón enganchado a la locomotora traía las bolsas con la teca. Desenganchamos los demás vagones y ahí tuvimos el único problema. El maquinista se hizo el héroe. No quería poner en marcha la máquina. Con un chirlo solucioné todo.
Cuarenta y cinco minutos después estábamos de regreso en la chacra contando plata. Había más de dos millones de libras esterlinas.
Seis millones de dólares de 1963.
Repartimos la recaudación y huimos. Primero yo estuve en Australia y después me fuí a Río de Janeiro, como escala previa a la reina del plata.
Pero Scotland Yard me ubicó en Brasil y me encanaron. Pensé que me había agarrado la noche, pero una mañana se presentó un guardia y dijo:
-Ronald Biggs, con todo.
Estaba en libertad. Yo tenía una compañera en Río y estaba embarazada. Con un hijo brasileño no había extradición. Me convertí en un personaje público.
Seguía con la idea de ir a Buenos Aires a conocer a Troilo, pero era mucho riesgo. Yo había hecho contacto, a través de un grupo de esotéricos, con Cátulo Castillo y Floreal Ruíz.
Una tarde recibí un llamado telefónico:-Acaba de morir Anibal Troilo.
De inmediato tomé un vuelo a Buenos Aires. En Ezeiza me esparaba Jorge Villarino que me condujo al velorio de Pichuco. Le di un beso en la frente. Me presentaron a Cátulo y a Ruíz. Conocí a todos los tangueros presentes, gente con códigos porque ninguno me deschavó.
Al otro día visité a Laginestra en Olmos, y a la noche volví a Río.
Poco tiempo después me hice amigo de John Lennon. Lamenté que no hubiese conocido a Troilo. Pero si conoció a Floreal Ruíz, que pasaba largas temporadas en mi casa de Río de Janeiro. Hacían unos dúos extraordinarios.
¿-Por qué se entregó? Preguntó Paredes.
-En 2001 me detectaron un cáncer. Ya los millones me los había gastado.
Estaba harto del color local de Brasil y del calor.
Mi sueño era tomar un Scotch frente al Támesis, ver al Arsenal y volver a sentir el glorioso frío de Londres.
Además como ya no había una moneda el estado británico me tenía que mantener. Toda una paradoja. Me entregué. Por supuesto que me encerraron en la sórdida gayola pero el año pasado me largaron.
Lo único que lamento es que Lennon no haya conocido a Troilo.
-Hay un integrante del café en Buenos Aires, el Sr. Musante, que estuvo muerto más de veinte años. Él cuenta que en el otro mundo uno elige cielo o infierno. No dudo que Lennon está en el cielo, lo mismo que Troilo, dijo Paredes.
-Que alegría me da, contestó Biggs. -A mi me falta poco para el mutis, cuando esté en el otro mundo lo junto a Troilo con Lennon para que toquen "Imaginen".
¿Se da cuenta lo que puede ser esa composición cantada por John Lennon acompañado por el bandoneón de Pichuco?