Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

domingo, 7 de marzo de 2010

Don Lisandro, la cuestión social y un tango.




En las vísperas del 70 aniversario del asesinato de Carlos Gardel, la Cátedra del Café realizó una sesión extraordinaria con motivo de fecha tan infausta.
El plenario se llevó a cabo en junio de 2005 en el salón de actos de la "Sociedad Científica Argentina", que fue desbordada por completo por admiradores del Morocho.
En primer término se dirigió al distinguido público el miembro de número de la agrupación “Testigos de Gardel”, Dr. Santo Laferlitta.
Dijo: “Se me conoce en el barrio como el tordo inconsolable del verbo gardeliano. Y me cabe el apodo. No tengo consuelo desde que murió Gardel. Ahora, con las recientes investigaciones del poeta Julio Paredes, la tristeza se transformó en una rabia sorda y vengativa, desde que se hizo público de que el glorioso Zorzal fue arteramente asesinado.
La Iglesia Católica tiene las manos manchadas de sangre. Hablo de venganza porque creo que no cabe otra cosa ante el incendio que produjo el tristemente célebre Vaticano en el cuerpo sagrado de Carlitos. Recuerdo ahora una frase escuchada de chico, cuando el finado mi viejo me llevaba a las reuniones de los anarquistas de la F.O.R.A.: con las tripas del último milico colgaremos al último de los curas.
Me imagino a Carlos Gardel ardiendo y mi corazón clama por venganza,” dijo el galeno finalizando su brillante alocución en estado de llanto.
Una ovación acompañó el cierre de la exposición del tordo inconsolable del verbo gardeliano.
A continuación hizo uso de la palabra el Sr. Musante, el tanguero resucitado.
-Sigo reponiéndome de mi muerte, tarea harto difícil, pero Carlos Gardel bien vale el esfuerzo. Todos saben que en el más allá el Morocho me honró con su amistad. Nos reuníamos en el café “El Pensamiento”, ubicado muy cerca de la entrada del Paraíso.
-¿Quiénes son los amigos de Gardel?, preguntó uno.
-Los pipiolos son los grandes amigos del Morocho, contestó el Sr. Musante.
-Nombre alguno, insistieron.
-Lisandro de la Torre es amigo de Gardel y he compartido la mesa con él.
¿-Y como está Don Lisandro?
-Fallecido, contestó Musante. -Es un hombre de una gran melancolía.
Lo conocí una noche que tomábamos una copa con Carlitos.
La impresión que brinda De la Torre es la de alguien triste, amargado y sin garufa. Le pregunté porque se había suicidado. Contestó:-Estaba viejo y enfermo. Tenía hipotecas que no podía levantar. Habían asesinado a mi gran amigo Enzo Bordabehere. Además yo veía arrollador el avance del fascismo. Si agregamos a eso la presencia de ese compadrito eclesiástico llamado Gustavo Franceschi no tuve más remedio que pegarme un tiro en el corazón.
-Usted tuvo una polémica con él, afirmó el Sr. Musante.
-Publiqué un libro llamado “La cuestión social y un cura”, pero qué polémica podes tener con un caballo, confirmó Don Lisandro.
En ese momento Gardel sacó de un bolsillo un ejemplar de la revista “Criterio”.
-Esto escribió el mentado monseñor el día que llegaron mis restos a Buenos Aires y se me hizo el velorio en el “Luna Park”. Leyó el Morocho: -Gandules de pañuelito al cuello, dirigiendo piropos apestosos a las mujeres; féminas que se habían embardunado la cara con harina y los labios con almagre; compadres de cintura quebrada y sonrisa cachadora. Buenas madres, persuadidas de la grandeza del héroe, que llevaban -pude comprobarlo por fotografías- a sus hijos a besar el ataúd…y según se me afirmó…diversas individuas llenas de compunción, pretendían ocupar lugares especiales porque fueron amigas, compañeras de Gardel, a quien convierten de este modo en Tenorio de conventillo o pachá de arrabal.
-Féminas, individuas. Además de ser un canalla escribía con los pies, concluyó Don Carlos.
-Y pensar que ese lamentable personaje, una tarde que San Pedro abrió el portón, rondaba “El Pensamiento” buscando el perdón de Carlitos, dijo el Sr. Musante. Y agregó:-Por hoy no diré nada más.
Un calido aplauso puso fin a las emotivas palabras del Catedrático resucitado.
Fue entonces que habló un grande del café, Don Julio Paredes, el poeta del barrio.
-Conociendo lo que había escrito Franceschi hace 70 años traje un ejemplar de la misma revista que él dirigía. Este es el último número de la revista “Criterio”.
“Respetuoso disenso con Monseñor Franceschi”, es el título del artículo y en un momento el cronista escribe: “Desde nuestra perspectiva lo escrito por Monseñor Franceschi sobre Gardel no parece sostenerse con argumentos de real valía, salvo que la intención de Franceschi haya estado dirigida a condenar la viveza criolla que tanta fama lamentable nos proporciona a los argentinos en el extranjero.”
Continuó Paredes:-Que linda forma de falsear la verdad la de estos hijos de puta.
Aunque es tradición vaticana la mentira artera, lo que escribe esa revista 70 años después del asesinato del Morocho, que ellos perpetraron, es una muestra más de hipocresía de la Iglesia tan temida.
Que digan ahora que Franceschi no se alegró con la muerte de Gardel, sino que quiso aclarar acerca de la viveza criolla, es la prueba cabal de lo que ya he dicho muchas veces: los curas te prenden fuego y pasados muchos años te piden disculpas.
Con un alarido Don Julio concluyó:-¡Después se la agarran con el macho porque quemó las Iglesias!
Dicen los hombres sabios del café que en la "Sociedad Científica Argentina", nunca se escucho una ovación igual.