Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

sábado, 19 de diciembre de 2009

De las formas del infierno en el tango


Dante Gabriel Rossetti.

Dante Alighieri, considerado por sabihondos y suicidas como uno de los prototangueros más distinguidos, puso en boca de Francesca da Rímini la frase: “Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria”, ( “ningún mayor dolor que el recordar el tiempo feliz en la miseria”).
Toda la poesía tanguera está presente en esta estrofa donde Francesca reconoce que disfruta la tristeza.
En el Canto V del Infierno, Dante se encuentra con Francesca da Rímini y su amante Paolo Malatesta.
Francesca cuenta su vida. Casada por poder con el deforme Gianciotto Malatesta, se enamora del hermano de su marido, Paolo.
Sorprendidos in fraganti, Gianciotto los apuñala.
Esta historia, que podría pertenecer a una sangrienta ranchera escrita por Julio Navarrine, en la “Comedia” se transforma en un tango magistral.
Francesca y Paolo están en el Infierno, no quieren salir da él por que no podrían verse más. El amor es más fuerte que las llamas.
Sin embargo en el Canto VIII, Dante ubica en el Infierno a los acidiosos y melancólicos. No repara, el florentino, que la pereza y la nostalgia son la esencia del tango. A Hugo Díaz, notable intérprete de armónica y creador de una de las mejores versiones del tango “Sur”, se le preguntó una vez por que había elegido la armónica.
–Por que se puede tocar en la cama, contestó.
Ahora, según el Dante, Hugo Díaz comparte con Troilo, Grela y Don Enrique Cadícamo las aguas pantanosas del Infierno.
Y en el canto IX ubica entre las llamas a los que participaron en falsas teorías religiosas. Antonio Podestá y René Guenón, que hicieron del tango una religión, sufren en sepulcros ardientes cabeza abajo.
Dante Alighieri es contradictorio pero tuvo una percepción que se da solo en los grandes. Intuyó algo que siglos después corroboraron Borges, y el injustamente olvidado Tulio Carella: el tango como arquetipo platónico. Primero está la tanguidad; esta da origen al tango.
El tema de Francesca y Paolo es retomado siglos después por otro personaje que vivió en un infierno tanguero.
Nos referimos a Dante Gabriel Rossetti.
Hijo de un profesor italiano nació en Londres en 1828.
Dedicó pinturas y poemas a Francesca da Rímini.
Rossetti entro en el infierno cotidiano cuando murió su modelo y amante Elizabeth Siddal. Gabriel la enterró y puso bajo las manos de su amada toda su obra poética. Luego se sumergió en el alcohol.
Ocho años después sus amigos lo convencieron para que recuperase sus poemas. Desenterró a Elizabeth, rescató toda su obra pero perdió para siempre la poca razón que le quedaba. Murió en 1882.
El otro gran poeta que nació en el infierno y nunca pudo salir de él fue Don Enrique Santos Discépolo.
En “Tormenta” describe su vida.

“Si la vida es el infierno,
y el honrao vive entre lágrimas.
¿Cuál es el bien?
Del que lucha en nombre tuyo
limpio y puro,
¿Para qué?
¿Lo que aprendí de tu mano,
no sirve para vivir?

Y en otro tango pregunta:

¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?

Dios nunca dice donde está, si es que está en algún lado, y menos al sufrido Job porteño.
La vida de Discépolo fue una lucha perdida de antemano contra la crueldad y el sufrimiento.
Un día dejó de comer. Solo tomaba Whisky con trozos de ajo. Quería conmover a alguien, pero no tuvo éxito.
Horas antes de su muerte le dijo a su gran amigo, el actor Osvaldo Miranda:-Hasta la soledad me dejó solo.
Cerca de la medianoche del 23 de diciembre de 1951 saludó y se fue.