Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

jueves, 16 de julio de 2009


Leopoldo Lugones
Vida y muerte de un enemigo del Tango.

Leopoldo Lugones nació en la Provincia de Córdoba el 13 de Junio de 1874, descendiente de familias tradicionales del Perú.
Criado en un ambiente conservador, su madre, Doña Custodia Arguello, le enseñó las primeras letras, el miedo a lo diferente, y a desconfiar de todo lo que pudiese modificar su tradicional estilo de vida. Realizó sus estudios primarios en Santiago del Estero, y luego viajó a Buenos Aires donde se estableció con sus padres.
Comenzó desde joven a frecuentar a socialistas y se hizo amigo de José Ingenieros.
Se casó con Juana González en el año 1896, y de esa relación nació su único hijo, que luego sería famoso por ser el inventor de la picana eléctrica.
Del ideario socialista comenzó a apartarse de a poco porque el Partido estaba formado por gran cantidad de extranjeros que él detestaba. Descubrió además, que el verdadero nombre de Ingenieros era Giuseppe Ingignieri Tagliavia, un siciliano despreciable.
En Buenos Aires Lugones asistió perplejo al nacimiento del Tango. Los fantasmas inculcados por su madre reaparecían de manera cotidiana cuando caminaba por la calle Florida. Ante la multitud que lo acompañaba en dicha arteria, Lugones, mancillado su orgullo nacional, mascullaba:-“los salvajes italianos están de fiesta-”
Dominado por un sentimiento claramente persecutorio es que en el año 1923 pronuncia en el Teatro Coliseo su famosa conferencia sobre “La doble amenaza”. Esta era, para Lugones, la izquierda y el liberalismo. Estas dos fuerzas iban a echar a perder a nuestro país, si en este no asumía el poder un líder fuerte, carismático, ungido por el óleo sagrado de Samuel.
El quiebre definitivo se produce en 1929, y es cuando para Lugones, un hijo de Belcebú llamado Enrique Santos Discépolo, da a conocer el tango “Cambalache”. Analizada su letra, Lugones concluye que los italianos y el tango trabajaban de manera objetiva para el triunfo mundial del marxismo. Define nuestra música ciudadana como “Ese reptil de lupanar, tan injustamente llamado argentino en los momentos de su boga desvergonzada”, y anuncia “ha llegado la hora de la espada”.
Autoritario, se opone a los gobiernos democráticos, y es el primer propagandista del golpe de estado que dará el General Uriburu, en Septiembre de 1930. Como buen paranoico Lugones no es ajeno a la megalomanía. Al trabajar para la caída del gobierno democrático, imagina para él un destino de grandeza. Sueña con ocupar un ministerio o, admirador de Mussolini, ser Embajador en Italia.
Producido el golpe, Uriburu le destina un papel menor. Le encarga la redacción de algún discurso, y lo confirma como Director de la Biblioteca del Maestro. La frustración es mayúscula. La doble amenaza que ha denunciado en su momento, se ha vuelto contra él. Ahora, en su delirio persecutorio, agrega el tango como nuevo elemento. Sus grandes creadores son de origen peninsular, y lo que es peor, llegan al corazón del pueblo.
Una fuerte depresión lo va minando y lo cotidiano se transforma en un infierno.
En ese momento la vida le da una tregua.
Una adolescente, llamada Emilia Cadelago lo visita en la Biblioteca para decirle en persona, que admira al poeta de “Lunario Sentimental”. Es un amor a primera vista. La invita a tomar una taza de té en una confitería próxima al Palacio Pizzurno, para continuar la velada en un mueble de la calle Paraguay. Sexagenario, Lugones descubre la pasión, su capacidad de sentirla y sufrirla. Cuando cada noche se despide de Emilia, es otro hombre.
Los fantasmas de la depresión han desaparecido, no ve el momento de reencontrase con su amada, y disfrutar del amor inimaginado. Se olvida de Uriburu, de la doble amenaza, y hasta baila unos tanguitos con Emilia en sus tardes de sexo y bacanal.
Se escriben apasionadas cartas de amor que, para desgracia de ambos, caen en manos de su hijo, buchón, guardián del orden, las buenas costumbres, y de la sagrada familia argentina.
Es jefe de Policía del régimen y un destacado torturador. Por sus manos pasan, para ser debidamente electrificados, todos aquellos que se resisten al fascismo nacional. Enloquecido por la humana transformación de su padre, Leopoldo hijo se constituye en la
Biblioteca del Maestro, exige que rompa de inmediato con su amante, visita a los padres de Emilia y los amenaza con el escándalo.
Lugones, en estado de llanto, obedece su funesto destino y no ve a la joven nunca más.
Intuye que su final está próximo, sin Emilia su vida carece de sentido.
Sin embargo, en un acto de grandeza, posterga por un tiempo la decisión final para escribir lo que aún le falta.
Una calurosa tarde de febrero de 1938, en el Tigre, aborda una lancha colectiva de la Empresa “La Cachila”. Durante las dos horas de viaje por los barrosos arroyos del delta piensa que, en uno de sus poemas, describe el vuelo del pájaro diminuto que lo lleva hacia la muerte:-“un gemidito titila, por el aire donde en vilo, como colgada de un hilo, va subiendo la cachila”-. Desciende en el Recreo “El Tropezón”, donde se unen el Río Paraná y el Canal de la Serna. Un último hecho le irrita. El dueño del lugar es italiano, habla cocoliche y se apellida Giudice. Al otro día será quien lo encuente muerto.
En su declaración testimonial contará que Lugones bajó de la lancha, pidió una habitación, y se encerró en ella. Horas después ordenó un whisky y manifestó que no quería ser molestado. A la generosa medida de alcohol agregó el cianuro que llevaba en el bolsillo.
Su muerte fue espantosa. La tarde siguiente, como no salía de su pieza, el italiano fue a ver que pasaba. Lo encontró más rígido que nunca.
Cuentan isleros que en noches de invierno, escuchan el rugido del motor de una lancha colectiva. El barco fantasma, que irradia una luz intensa, lleva en su interior a Lugones, taciturno, sentado junto a Emilia.
El Capitán de la nave es Leopoldo Lugones hijo, el torturador. Luce el uniforme de gala de la Armada Argentina, y la lancha, después de remontar el curso del arroyo La Ñata, desaparece lentamente en la niebla de los Bajos del Temor.

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