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viernes, 11 de noviembre de 2011

Los celos del diablo.



Hombres sabios y pipiolos  conversábamos  en el café, cuando hizo su entrada un  señor muy mayor. 
¿-Ustedes son de la secta Testigos de Gardel? Preguntó el viejo mientras acercaba una silla.
-Afirmativo, contesté.
El recién llegado tomó asiento y escupió:-Así como me ven, triste y vencido,  yo soy el diablo.
Los pipiolos nos miramos incrédulos.
-Demuéstrelo.
Respondió el anciano mirando por la ventana: ¿-Ven esa señora que pasea  ese caniche asqueroso? El viejo señaló con el  índice  de su mano izquierda y el dedo emitió un rayo misterioso. El perro se desintegró envuelto en llamas.
¡-Tomá mate!
¿-Me creen ahora?
-Sipi.
-Vine a visitarlos porque  mi historia les puede interesar.
-Cuéntela.
Arrancó Satanás:-En el principió fue el Caos, y en el bolonqui que se armó la existencia para los ángeles era una papa. Aunque no lo crean, yo era hermoso, etéreo y con toda la pinta.
Me llamaba Lucifer, que quiere decir el que lleva la luz.
El Caos era un lugar parecido al Paraíso; abundaban figuras angelicales; había féminas ligeras y bandidas; flores y champagne en abundancia.
En esos años dorados, con mis compañeros teníamos largas charlas con el Padre y con Jesús, el Hijo, que era despierto y ligero, un ranún, como se dice ahora. Con el Espíritu Santo no había comunicación.
Era una delicia ver como pasaban los días. Pero un giorno muy ingrato mi hermano, el Arcángel Miguel, me vino con un cuento:- Che Luci, el Señor está pensando en la creación de alguien que va a ser más lindo que vos.
-Me vine loco. Al otro día lo encaré al number one y pregunté:-Jefe, dicen que usted va a crear a uno con más pinta que el que suscribe.
¡-Isa! Contestó Él.
¿-Por qué? Pregunté embroncado.
-Porque has cometido el peor de los  pecados, el de soberbia, te crees más poderoso que yo, y pensas derrocarme para ser el gran bacán de la creación, en compañía  de tus amigos, los magnates del Caos.
¡-Sos un guacho! Grité.
¡-No me faltes el respeto!
No fuimos a las manos; entre ángeles y querubines nos separaron.
El Señor montó en cólera y gritó: ¡-Fuera de mi vista! ¡Sos una lacra!
¡A partir de este momento sos el Ángel Caído!
Miguel, mi hermano, susurró:- Rajá de acá, y me arrojaron a la oscuridad del Infierno.
A partir de ese día el Padre comenzó a llamarme Belcebú, el Señor de las Moscas. Ahora bien, debo reconocer que el Infierno no estaba mal porque me siguieron al destierro ángeles  de ambos sexos, y a todos les  gustaba el guateque.
Mi única preocupación era que algún día habría alguien más hermoso que yo.
Pasaron los siglos y un día el Señor creó los cielos y la tierra.
Y puso en el mundo dos criaturas llamadas Adán y Eva.
Seres humanos, que le dicen.
Para conocerlos hice un viaje desde las tinieblas. Al entrar en el Edén adopté la forma de un sapo para burlar la vigilancia celestial, ejercida por mi primo el Arcángel Rafael, muy alcahuete.
La tarde que conocí a Eva me deslumbré. Era la primera mujer de verdad que veía, no como las que frecuentaba en los mundos del Caos, etéreas y angelicales, pero insulsas y de erotismo escaso.
Me propuse seducirla y hundir a su marido, el cándido Adán, en el descrédito absoluto ante el Señor.
Todos saben como terminó la historia. Adán en el Infierno en compañía de Eva.
Muchos me critican porque hice que la primera pareja se condene.
Es cierto. Pero para mi fueron tiempos de euforia ya qué logré una clara victoria sobre el Señor, que mordió la bronca de una derrota humillante.
Me había burlado del Omnipotente, quién rodeado de vigilantes que cuidaban a la pareja primigenia, todo lo veía. Los durmió un batracio, los durmió.
Fui el líder y el caudillo de la caída, acompañado en esa guerra sucia por mis aliados, los grandes burgueses de la oscuridad.
Brindé, además,  material a literatos y filósofos para que escriban con fundamento sobre el paraíso perdido. Sin mi tarea en la guerra civil de los cielos, no hubiesen existido Milton ni Dante Alighieri.
Muchos años después con Adán nos hicimos amigos. Empezó a contarme sus conversaciones con el Padre antes de su caída.
Una noche de garufa le pregunté  si sabía algo del secreto revelado a mi hermano Miguel.
Haciendo memoria Adán recordó que el Señor le había dicho que algún día habría un ser más hermoso que yo.
Cuando  comenzó a explayarse fuimos interrumpidos abruptamente por la llegada del Hijo a la tierra.
El Cristo se había ofrecido para lavar la mancha del Pecado Original que pesaba sobre la humanidad toda.
Y nació en Belén el aclamado Rey del Mundo. Cabía un repliegue táctico.
Me quede cayetano en el infierno donde me informaban de manera permanente sobre los movimientos del Hijo. De vez en cuando me acercaba para  verlo y escuchar sus parábolas.
Una tarde me tiré un lance y tenté a Jesús.
Estaba en el desierto. Después de cuarenta días de ayuno el quía tenía hambre. Me acerqué y susurré en su oído:-Si sos el rey de los moishes, haz que estas piedras se conviertan en pan. Respondió: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
-Estás desnudo y sin morfar, le dije.
-Estoy vestido con la tristeza del mundo, contestó.
Ya dije que había conocido al Hijo antes de mi caída en desgracia, y no era ningún vicenzo.
Me retiré en espera de los acontecimientos.
El final es conocido. Jesús fue crucificado, escupido, humillado y ofendido.
La muerte del Hijo fue un intento de redención a los pecadores que terminó en el fracaso absoluto.
El día de la crucifixión volví al país de las sombras para reanudar mis diálogos con Adán.
Decía el primigenio que el hermoso por nacer sería un destacado personaje que surgiría de improviso  en un oscuro arrabal del mundo.
Tras cartón, y sin decir agua va, apareció Carlos Gardel.
El espanto que me produjo la llegada a la gloria suprema de un bastardo francés fue terrible. Estaba desesperado, con una angustia que nunca había sentido. En esos años mis días transcurrían en estado de llanto.
Concluí que no me quedaba otra que destruirlo y eso no sería  tarea fácil. Si bien había derrotado al padre  cuando Adán y Eva, supe de entrada que con el Morocho no iba a ser un paseo. Criado en la calle y educado en los quilombos de la  calle Junín, Carlitos era pesado y transgresor.
Había que eliminarlo de  forma  que su muerte fuese una lección para el mundo y para el guanaco del Padre, que lo había creado. Por eso le prendí fuego. Para que su rostro sin par y su voz de otro mundo, se derritiesen entre alaridos y fierros al rojo.
Pero el Zorzal Criollo se vengó.
Con la ayuda de Julio Jorge Nelson, que día a día trabajaba para la gloría póstuma de Gardel, resurgió de sus cenizas y se convirtió en arquetipo inconfundible del ganador. Es el hijo pródigo que vuelve a casa con la frente levantada y el corazón en la mano para dárselo a su pobre viejita.
Lo que logré con su muerte fue convertirlo en mito.
Pero eso no volverá a suceder. Estamos trabajando, con mi amigo Simón Mago, para cambiar la historia del mundo.
¿-Cómo harán? Pregunté
-Fácil, modificaré la memoria de la humanidad.
Desde  el mundo de  las sombras haremos que la voz del Zorzal calle para siempre. A partir de 1890, año del nacimiento de Carlos Gardel, la historia mundial será distinta. En pocos días, y cuando le demos forma a todo esto, los últimos ciento veinte años serán muy diferentes a lo que ustedes conocen. El olvido será absoluto.
¿-Qué hará con el Mudo?
-Carlos Gardel morirá el 10 de diciembre de 1915. Esa noche, al salir del Armenonville, puso el pecho para proteger a Elías Alippi.
Recibió un balazo, y por directa mediación de Señor Jesús, que es un gardeliano de la primera hora, se salvó. Ahora no lo salva ni el Padre.
En poco tiempo nadie lo recordará.
Las guerras serán más sangrientas y el siglo XX será peor de lo que fue.
-Nos interesa el tango, dije
-El tango no da para más. Desaparecido Gardel la duda que tengo es a quién entronizaré como el mejor, si a Corsini  o  a Magaldi; uno de los dos tiene que ocupar el lugar del mudo. ¿Ustedes a cuál prefieren?
-Corsini.
Reflexionó Satanás:-El problema es que Corsini era una especie de santo laico ad-honorem. Amaba a su esposa, y cuando ésta murió no salió más de la casa.
Lo reinventaré ruin y pechador; cocainómano, borracho y bisexual.
La voz de Dios en la tierra no será más Carlos Gardel, símbolo de los sueños alucinados de los desechos sociales. El mito será Don Ignacio Corsini, y el rito será la peregrinación a su casa de la calle Otamendi 676, en el dantesco barrio de Almagro.
Al turro de Julio Jorge Nelson lo borraré para siempre de la faz de la tierra. No podrá salir de Villa Crespo. Si intenta cruzar los límites del barrio elegido, se ahogará en el inmundo cauce del arroyo Maldonado.
La década del cuarenta la haremos durar unos años más, pero el tango no tiene futuro.
-Usted le puede dar ese futuro.
-Todo será distinto. Las elecciones de febrero de 1946 serán ganadas por la fórmula Tamborini-Mosca. Luego de la derrota electoral el Coronel Perón se hará bailarín. Pedirá la baja del ejército para formar pareja de baile con su compañera.  Se presentarán como el manchado, María Eva y los perritos bandidos; junto a Varela, Varelita y  Rondineli.
Haré que vuele sobre Buenos Aires el célebre Avión Negro.
¿-Para qué?
-Para reavivar la viveza criolla, y la religiosa creencia  de que se puede volver a la edad de oro a través de la leyenda.
Habrá un resurgir de la poesía y del mito gaucho.
El Avión Negro sobrevolará el obelisco todos los días a las 12 en punto.
¿-Quién viajará en él? Pregunté.
-Eso depende de la imaginación de cada uno. El que espera desespera y el que tiene que llegar no llega más.
-Le quiero hacer un pedido, dije.
-Pida nomás.
-Ya que va a reinventar todo nos gustaría que la ciudadanía recuerde a Don Enrique Serrano, el mejor comediante argentino de todas las épocas.
-Concedido. El pelado Goyena estará presente a diario en el inconciente colectivo, suspiró el Diablo.
-¿Y usted?
-Volveré a ser el más hermoso, y cuando alguien pregunte si era lindo Belcebú, la respuesta será: ¿De que, de que? ¡Era más lindo que Gardel!

sábado, 29 de octubre de 2011

El secreto de Gorrindo (versión corregida)



Promediando una noche de escabio se escuchó: -Ese tango está basado en un hecho real. El autor simuló como pudo, pero escribió sobre una historia verdadera, sobre una pasión prohibida. 
De esa manera Cátulo Castillo informaba sobre el sentido oculto del tango  “Las Cuarenta”.
Años después, Elma, la viuda de Francisco Gorrindo, batió la justa:-El tango  escrito por mi esposo esconde un secreto inconfesable.
Continuó:-En La Plata se produjo el drama familiar que contó Cátulo.
Lo que hizo Francisco fue insinuarlo  en  “Las Cuarenta”.
Fue así: Un acaudalado matrimonio de esa ciudad tuvo tres hijos.
Dos mujeres, gemelas, y un varón. Lo único que recuerdo es el nombre del chico; se llamaba Giordano Bruno.
Le brindaron la mejor educación, fueron a muy buenos colegios, y sus padres eran un ejemplo de matrimonio feliz.
Los domingos, los cinco se daban cita en la Catedral para escuchar misa.
Los chicos crecieron, y las mujeres se transformaron en las  más codiciadas de la ciudad. De gran belleza, de una sensualidad manifiesta y sin límites, pronto descubrieron en ellas una lujuria africana.
Giordano Bruno, el hermano, las veía desarrollarse, y no se decidía sobre cual de las dos lo atraía más. Las hermanas sentían lo mismo por él.
La pasión  desató en ellas una sangrienta batalla, la que se acentuó cuando se dieron cuenta que Giordano Bruno las espiaba, para aliviarse luego, cometiendo el pecado del segundo hijo de Judá, el popular  Onán Urrá.
Las mellizas se pusieron de acuerdo en rescatar a su hermano de la frustrante autogestión, y directamente le propusieron un menage a trois.
Giordano Bruno aceptó eufórico sin medir las consecuencias.
A partir de ese día retozaban en el borde del fangal. Hasta que un día  cayeron en el barro. Una de las mellizas esperaba un hijo.
Giordano Bruno se dio cuenta en lo que se había metido. Su hermana le dijo:-Vayamos a un país donde podamos vivir como marido y mujer.
Giordano no estaba de acuerdo, y comenzó a presionar para que interrumpa el embarazo. La otra mujer hizo causa común con su hermano; la convivencia se transformó en un infierno.
Nació un varón al que llamaron José Pablo. Durante los días en la maternidad hubo cierta calma; ésta terminó cuando  llevaron el niño a casa.
Nomás llegar, el averno retornó para quedarse.
Giordano Bruno y su hermana acusaban con total hipocresía a la madre reciente, de ser el descrédito de la familia. Decían que toda la ciudad se burlaba de ellos, y además, tan respetable familia era cuestionada en su moral; algunos amigos le habían retirado el saludo.
La agresión fue de tal magnitud que en plena depresión post-parto la madre de José Pablo se arrojó ante el paso de un tranvía.
Al niño lo criaron su tía y su padre. Cuando cursaba el secundario le contaron, sin énfasis alguno, que su madre había muerto en un accidente.
José Pablo creció con la sospecha en el alma.
Parecía normal, y llevaba una vida como la de tantos chicos.
Pero todo lo sólido se desvanece; la oscuridad  interior se materializó cuando José Pablo se puso de novio con una mujer veinte años mayor.
La novia era de terror. No se había visto en La Plata y alrededores mujer tan fea.
Cuando la presentó en su casa, Giordano Bruno y su hermana no pudieron reprimir un alarido.
Es que la habían visto de golpe, sin estar preparados.  
La presión familiar no dio resultado y José Pablo se casó.
Se lo podía ver caminando bajo los tilos con el esperpento del brazo; paseos que los vecinos consideraban una grosería, un atentado a la estética.
Cátulo decía:-¿Te das cuenta Francisco? Él nació de una relación entre hermanos. El pibe es un gargajo involuntario, y le pasó su propio drama a la jermu. Su fealdad encarna el horror del incesto.
José Pablo camina con su tragedia del brazo, y ambos son un remanente de la horda primordial. 
Continuó Elma:-Entonces, con toda la información brindada y conocida, mi marido escribió “Las Cuarenta”. Eso fue en 1936.
Dos filósofos, Rodolfo Kusch  y  Carlos Astrada hicieron sendos análisis sobre esa letra. Kusch en su libro “De la mala vida porteña”; Astrada en “Sociología de la guerra y filosofía de la paz”.
Le erraron como ciego al timbre.
Fue el místico francés René Guenón, radicado en El Cairo, el que hizo una lectura correcta. Le escribió a Francisco una carta donde comparaba “Las Cuarenta” con una tercina de la “Divina Comedia”: “Soto il velame de li versi strani”. Decía Guenón que descorriendo el velo se entendía la tragedia de José Pablo. La carta terminaba explicando que el caso pertenecía a los arcanos universales y a una metafísica del tango. 
En 1955 Charlo grabó una antológica versión de “Las cuarenta” que fue éxito mundial.
En Londres se convirtió en  gran suceso, y la atravesada letra del tango hizo que el famoso compositor y director inglés, Sir Thomas Beecham se interesara en ella.
En 1959 Beecham vino a dirigir la ópera Otello en el teatro Colón; lo llamó a Francisco para hablar de música y literatura.
Al mismo tiempo, su mujer,  Betty Hamby, estudiosa del folclore, se conectó con el bailarín Santiago Ayala, conocido como “El Chúcaro”.
Mi marido le contó a Beecham cual había sido la letra original de “Las cuarenta” y los cambios a los que tuvo que avenirse por presión de la empresa grabadora : “La mirada turbia y fría”, es la intuición, por parte de José Pablo, de ser un hijo de la insanía más terrible. “Curda ya de recuerdos”, los recuerdos son de terror: Fue señalado en el barrio como engendro demoníaco. “Con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos”. La angustia de José Pablo lo desborda. “La vez que quise ser bueno se me cagaron de risa”. Francisco le contó a Beecham que ese fue el primer verso que tuvo que cambiar. “Hoy no creo ni en mi mismo”. José Pablo nunca creyó en él mismo. La certeza de que algo terrible pasaba en su casa lo acompañó desde siempre: “La desgracia fue mi amante, la esquizofrenia mi amiga, el tabú tiene su contra y toda contra se da”.
Para continuar: “Hoy no creo ni en mi mismo”  Y el remate final: “Por eso no has de extrañarte, si alguna noche, borracho, con el incesto del brazo, alguien  me viera pasar.” Francisco le contó a Beecham que los amigos le dijeron que no podía escribir eso. Porque si bien el tango en sus orígenes tenía alguna connotación transgresora, el incesto era otra cosa, que el sexo entre hermanos es  serio y tenebroso.
Francisco cambió el verso:“con la tragedia del brazo”, hasta dar con la versión definitiva.
La historia impresionó a Sir Thomas, y comentó que podrían  componer una ópera con la leyenda negra de la ciudad de La Plata.
Cuando Beecham regresó al hotel  su esposa se sentía mal.
Llamaron  a un médico que  ordenó internarla de inmediato.
Una hora después Betty había muerto.
Parco, Sir Thomas preguntó: ¿-Hay cementerio británico en Buenos Aires? 
Durante la noche se presentó  en el hotel  Santiago Ayala, el Chúcaro, acompañado por algunos integrantes de su ballet, para hacer compañía  al viudo reciente.
El bailarín contó que en la tarde, mientras  practicaba una coreografía con Betty, comenzó a revolear las boleadoras sobre la británica testa de la mujer.
Un mal movimiento de muñeca  hizo que una de las bolas diese de lleno en la frente de su pareja de baile.
El golpe produjo el deceso pocas horas después.
Beecham, luego de mirarlo pensativo, le sirvió un Scotch.
Al día siguiente,  arrojaron terrones negros sobre la caja que contenía el cuerpo de Betty Hamby.
Cuando se dirigían hacia la salida del Cementerio, Sir Thomas susurró en el oído de “El Chúcaro”: -Mi amigo, le voy a dar un consejo: en la vida hay que probar todo, menos el incesto y la danza folclórica.
Después se tomo la Panagra.

martes, 5 de julio de 2011

Atención pido al silencio



Lectores de diversos países de la América Latina nos han pedido aclaraciones sobre la publicación
“Los celos del Diablo”.
Aquí van:
Isa: Si. Afirmativo
Ranún: Vivo.
Vicenzo: Pavote.
Julio Jorge Nelson: Periodista y divulgador de la obra de Carlos Gardel. Fue el creador de las frases “El bronce que sonríe” y “Cada día canta mejor”.
Década del cuarenta: En realidad duró veinte años. Desde 1935 y hasta 1955.
Fue la época de oro del tango.
Tamborini-Mosca: Fórmula presidencial derrotada en los comicios por “Perón-Quijano”. Febrero de 1946.
“El manchado”: Era uno de los sobrenombres de Perón.
“Perritos bandidos”: Los caniches de Perón. Él los llamaba de esa manera.
“Avión negro”. Leyenda de una gran belleza. Cuando Perón fue derrocado en 1955, se decía que volvería de improviso en un avión negro. La gente miraba para arriba.
Enrique Serrano: Fue un gran actor. El pelado Goyena era un personaje creado por él.

miércoles, 29 de junio de 2011

Y en tu esquina porteña, cualquier cacatúa, sueña con la pinta de Carlos Gardel

Los celos del Diablo



Lucifer (con valija) y Damian
Hombres sabios y pipiolos  conversaban amablemente en el café cuando entró el vidente Locuco, acompañado por un  señor muy mayor. 
Tomaron asiento y dijo el vidente:-Les quiero presentar al señor.
Así como lo ven es nada menos que el Diablo.
Los catedráticos miraron incrédulos.
-Así que usted es el diablo, dijo uno. –Demuéstrelo.
Respondió el anciano mirando por la ventana: ¿-Ven esa señora que pasea  un cuzquito? El viejo señaló con el  índice  de su mano izquierda y el dedo emitió un rayo misterioso; el perro se desintegró envuelto en llamas.
¡-Tomá mate! Acotó Don Julio Paredes, poeta y gran bacán del barrio.
¿-Me creen ahora?
¡-Le creemos! Contestaron los catedráticos a coro.
-Vine a visitar a mi amigo Locuco, y éste señaló que mi triste historia podría interesarles, dijo el Diablo.
-Cuéntela, ordenó Paredes.
Arrancó:-En el principió fue el Caos, pero en él la existencia para los ángeles era una papa. Así como me ven, yo era hermoso. Etéreo y con toda la pinta.
Mi nombre original es Lucifer que quiere decir el que lleva la luz.
El Caos era un lugar parecido al Paraíso; abundaban figuras angelicales, ligeras y bandidas, flores y champagne en abundancia.
Teníamos largas charlas con el Padre y con Señor Jesús, el Hijo, que era bastante ranún. Con el Espíritu Santo no había comunicación, como se dice ahora.
Y era una delicia ver como pasaban los días. Hasta que en una jornada muy ingrata mi hermano, el Arcángel Miguel, vino con un cuento:-Dijo uno que el Señor está planificando la creación de un espécimen que va a ser más lindo que vos.
-Me vine loco. ¿Sería cierto lo dicho por mi hermano? Me pregunté.
Al otro día lo encaré al Señor y le dije:-Jefe, dicen que dicen que usted va a crear a uno con más pinta que el que suscribe.
¡-Isa! Contestó el Señor.
¿-Por qué? Pregunté como con bronca.
-Porque has pecado de soberbia, te crees más poderoso que yo, y querés derrocarme para ser el gran bacán de la creación en compañía  de tus amigos, los grandes magnates del Caos.
¡-Sos un guacho! Grité.
¡-Y vos un guanaco!
No fuimos a las manos; entre ángeles y querubines nos separaron.
El Señor montó en cólera y gritó: ¡-Fuera de mi vista! Sos una lacra.
Quiero que sepas que el narcisismo es el último refugio de un miserable.  
¡A partir de este momento sos el Ángel Caído!
Mi hermano Miguel, un alcahuete, me dijo en el oído:-Tomátelas, y me arrojaron a la oscuridad del Infierno.
-A partir de ese día el Señor se refería a mí como Belcebú, el Señor de las Moscas, o como Satán. Debo decirles que el Infierno no estaba mal.
Me acompañaron ángeles  y querubinas a los que les  gustaba el guateque.
Mi única preocupación era que algún día habría alguien más hermoso que yo.
Pasaron los siglos y un día el Señor creó los cielos y la tierra.
Y puso dos criaturas llamadas Adán y Eva. Seres humanos, que le dicen.
Viajé desde las tinieblas para conocerlos; adopté la forma de un sapo para burlar la vigilancia celestial, ejercida por mi primo el Arcángel Rafael, otro alcahuete.
Cuando vi a Eva me deslumbré. La primera mujer de verdad, no como las que frecuentaba en los mundos del Caos, etéreas y angelicales, pero insulsas y de erotismo escaso.
Me propuse entonces seducir a Eva y hundir a su marido, el finado Adán, en el descrédito absoluto ante el Señor.
Todos saben como terminó la historia. Adán en el Infierno en compañía de Eva para mi regocijo.
Me critican porque hice que la primera pareja se condene.
Es cierto. Pero fueron tiempos de euforia ya qué logré una clara victoria sobre el Señor, que mordió la bronca de una derrota humillante.
El Omnipotente  todo lo veía, rodeado de vigilantes que cuidaban a la pareja primigenia. Un sapo los durmió a todos.
Fui el líder y el caudillo de la caída de Adán y Eva, acompañado por mis amigos, los grandes burgueses del Caos.
Además brindé  material a literatos y filósofos para que escriban sobre el  Paraíso perdido. Sin mi tarea no hubiesen existido John Milton ni Dante Alighieri.
Mucho tiempo después con Adán nos hicimos amigos, y empezó a contar sus conversaciones con el Señor antes de la caída.
Le pregunté entonces si sabía sobre el secreto revelado a mi hermano Miguel.
Adán dijo que el Padre le había dicho que algún día habría uno más hermoso que yo.
Mis charlas con Adán fueron abruptamente interrumpidas por la llegada del Hijo a la tierra.
El Cristo, conciente de la derrota del Padre infligida por mis ejércitos de las sombras, se ofreció para redimirlo. Un caballero.
Y nació en Belén. Si bien mi brillante intelecto me aconsejó un repliegue táctico, me tiré un lance y tenté a Jesús.
Éste estaba en el desierto. Después de cuarenta días de ayuno el quía tenía hambre. Me acerqué y susurré en su oído:-Si eres Hijo de Dios haz que éstas piedras se conviertan en pan. Respondió:”No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Ya dije que había conocido al Hijo antes de mi caída en desgracia, y no era ningún vicenzo.
Me retiré en espera de los acontecimientos.
Todos sabemos como terminó eso. Jesús fue crucificado, escupido, humillado y ofendido, la muerte del Hijo no hizo mella alguna sobre mi gran victoria inicial.
Volví a mis diálogos con Adán. Decía el primigenio que el que me haría sombra, según palabras del Padre, se destacaría en el mundo artístico en un oscuro arrabal del mundo.
Y de golpe, sin decir agua va, apareció Carlos Gardel.
El espanto que me produjo la llegada a la gloria suprema por parte de un francés de padre desconocido fue terrible. Estaba desesperado, con una angustia que nunca había sentido. Fueron años que mis días transcurrían en estado de llanto.
No me quedaba otra que destruirlo y eso fue tarea fácil. Si derroté al Padre cuando Adán y Eva, con el Morocho iba a ser un paseo. Y lo fue.
Había que eliminarlo de  manera que fuese una lección para el Mudo y para el Padre, que lo había creado. Por eso le prendí fuego. Para que su rostro sin par y su voz de otro mundo, se derritiesen entre alaridos y fierros al rojo.
Pero el Morocho se vengó.
Con la ayuda de Julio Jorge Nelson, el bronce que sonríe cada día canta mejor. Lo que logré con su muerte fue convertirlo en mito.
Ahora lo que estamos tramando con mi amigo el demonio Damián es cambiar la historia del mundo.
¿-Cómo es eso? Preguntó Paredes.
-Fácil, contestó Satán. –Vamos a modificar la memoria de la humanidad.
En el mundo de  las sombras estamos trabajando en esto.
-No termino de entender, agregó Locuco.
-A partir de 1890, año del nacimiento de Carlos Gardel, la historia mundial será distinta. En pocos días, y cuando le demos forma a todo ésto, los últimos ciento veinte años serán muy diferentes a lo que ustedes conocen.
El olvido será absoluto para Carlos Gardel
¿-Qué vas a hacer con el Mudo? Preguntó Locuco.
-Carlos Gardel morirá el 10 de diciembre de 1915. Ese día puso el pecho para proteger a su amigo Elías Alippi. Recibió un balazo, y por directa mediación del Hijo, gran gardeliano, se salvó. Ahora no lo salva ni Dios.
En poco tiempo nadie lo recordará.
Las guerras serán más sangrientas y el siglo XX será peor de lo que fue.
-Nos interesa el tango, dijo Paredes.
-Estoy en la duda entre Corsini y Magaldi, uno de los dos tiene que ocupar el lugar de Gardel. ¿Ustedes a cuál prefieren?
¡-Corsini! Exclamaron a coro los integrantes de la cátedra.
-El problema de Corsini es que era una especie de santo laico. Amaba a su esposa, y cuando ésta murió no salió más de su casa.
Lo reinventaré ruin y pechador, cocainómano, mujeriego y borracho.
Al turro de Julio Jorge Nelson lo borraré para siempre de la faz de la tierra.
La década del cuarenta la haremos durar unos años más, pero el tango no tiene futuro.
-Usted le puede dar ese futuro.
-No da para más. Vendrá otra cosa. Las elecciones de febrero de 1946 serán ganadas por la fórmula Tamborini-Mosca. Luego de la derrota electoral el Coronel Perón pedirá el retiro para formar pareja de baile con su compañera. “El manchado, María Eva y los perritos bandidos”.
Compartirán cartel con “El Cachafaz-Carmencita Calderón”.
Volará sobre Buenos Aires el célebre avión negro.
¿-Para qué? Preguntó uno.
-Para reavivar la viveza criolla y la religiosa creencia  de que se puede volver a la edad mítica, la edad de oro, a través del mito y el rito.
Un resurgir de la poesía y el mito gaucho.
La leyenda no será más Carlos Gardel, símbolo de los sueños alucinados de los desechos sociales. El mito será Don Ignacio Corsini, y el rito será la peregrinación a su casa de la calle Otamendi 676.
El avión negro sobrevolará el obelisco todos los días a las 12 en punto.
¿-Quién viajará en él? Preguntó Locuco.
-Cada uno que piense lo que quiera. El que espera desespera y el que tiene que llegar no llega más.
-Le quiero hacer un pedido, dijo Paredes.
-Pida nomás.
-Ya que va a reinventar todo nos gustaría que la ciudadanía recuerde a Don Enrique Serrano, el mejor comediante argentino de todas las épocas.
-Concedido. El pelado Goyena estará presente a diario en el inconciente colectivo, contestó el Diablo.
-¿Y usted?
-Volveré a ser el más hermoso.

Jacobo Fijman aclara ciertas dudas



Hace una semana se abrió la puerta del café y entró el poeta Jacobo Fijman.
Nuestra sorpresa fue mayúscula ya que Fijman murió en 1970.
Después de sentarse, el finado  preguntó: ¿-Cuál de ustedes es Julio Paredes?
El bacán del barrio respondió:-Soy yo.
Entonces Fijman, dirigiéndose a él contó lo siguiente:
-Estuve 28 años internado en el Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda. El diagnóstico fue “Psicosis Delirante”. Loco, que le dicen.
Y el motivo, el que generó y desató mi locura fue Carlos Gardel.
Lo presentaban como la voz de Dios, y eso para mí era insoportable.
Yo a Gardel lo conocía porque éramos vecinos en el barrio de Abasto.
Nos saludábamos, y en una ocasión, cuando yo era periodista de Crítica, me pidió si podía publicar algo sobre él, cosa que hice. Eso fue en 1918.
Fue el año en que empecé a sentirme mal. Me seguían por la calle.
Le conté lo que me pasaba a Oliverio Girondo, que me dijo:-La única forma de escaparse de un perseguidor es viajar a París.
–No tengo un peso, contesté.
-Te invito.
-Nos fuimos en enero de 1920. En París conocí a Gide y a Paúl Claudel. Eran idénticos. La diferencia era que Claudel se confesaba. Conocí a Le Corbusier, Bretón, Eluard y Artaud. Eran ángeles de la rebelión. Eligieron su condenación. Un atardecer, en Notre Dame vi a Cristo. Lo vi y no lo podía creer. Vi y olí su esencia.
¿-Y cómo era Jesús?  Preguntó uno.
-He visto y oído tales cosas de las que no me es dado hablar en lengua humana. Era toda la dicha.
Cuando regresé me dediqué a la escolástica, pero un día me quemaron los libros al grito de ¡Gardel o muerte! ¡Viva Carlos Gardel!
Gardel era un hereje. Entonces busqué la música no herética. Wagner quería ser Satanás. La única música no herética, pensaba en ese momento, era el Kyrie del Canto Gregoriano y “La Locura” de Corelli.
¿-Y el tango?
-Yo pensaba que el tango era una de las formas del fuego, música de prostíbulo. ¿Saben una cosa? El diablo se entretiene en los quilombos. Es muy putero.
En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y Dios era la Palabra. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
Bueno acá aparece de nuevo Gardel. Era el Verbo Divino, la Palabra de Dios, pero todavía era para mí un hereje. Es la época que se despierta El Otro.
¿-Quién es el otro? Preguntamos.
-El Otro se llamaba Apolonio y era entrerriano. Escribí: “Bien dormía mi ser como los niños y encendieron sus velas los absurdos. Ahora el Otro está despierto”. Apolonio se metía dentro de mí y me insultaba, me decía judío de mierda. Usaba palabras e incordios que me angustiaban hasta la locura. A veces podía escupirlo. Expulsarlo de mi interior.
Hasta Plutón, rey de los muertos, tuvo miedo cuando le hablé de Apolonio el entrerriano.
Cuando era niño, en Rusia, me siguió un perro blanco.
Yo lo miré a los ojos y le dije: quieres mi alma. Ese día desapareció el perro. Cincuenta años después  lo vi en la calle Florida. Echaba espuma por la boca y todos huían de su lado. Cuando me acerqué me lamió las manos. Era un  perro blanco con cola negra. Dicen que los perros viven cien años.
Apolonio ya vivía conmigo; entonces me encerraron. Eso fue en 1942. Antes, en 1935, yo había festejado la muerte de Gardel.
¿-Es cierto que la Iglesia tuve que ver?
-Es cierto. Murió en la hoguera como los herejes. Me lo contó el Doctor Ramón Melgar, que siempre me protegió en el Hospicio. El diagnóstico, ya lo dije, era Psicosis Distímica, el tordo repetía que si yo reconocía la figura del Otro, de Apolonio el entrerriano, eso me aliviaría mucho, y podría dormir después de años de insomnio.
La cara de Apolonio la había visto pero no lo conocía. No lo asociaba con nadie. Una noche soñé despierto con la partera que me trajo al mundo; ella me confesó que yo nací hablando. ¿Y saben lo que decía? ¡Yo soy el Mesías!, y además lo decía en hebreo. La partera susurró antes de irse con la primera luz del día: “La identidad de Apolonio el entrerriano te la comunicará San Juan de la Cruz.”
Pasaron muchos años y habían comenzado en el Borda funciones de cine a las que yo no concurría.
Una noche me visitó San Juan de la Cruz que ha sido siempre mi amigo, y me dijo: “El lunes tenes que ir al cine del loquero.”
Cuando empezó la película tuve un súbito acceso de locura. Grité y grité. ¡Apolonio el entrerriano haciéndose el galan! Cuando pasó la crisis el Dr. Melgar me dijo que el cruel Apolonio, que me perseguía desde la infancia, era el actor Luis Sandrini.
-Es famoso, me escupió Melgar.-Raro que no lo hayas visto antes.
Agregó el tordo: Sandrini es un caso extraño porque resolvió su grave locura a través de la sobreactuación de su enfermedad.
Padecía una Psicosis Erotómana, o síndrome de De Clérambault.
La patología consiste en la convicción de ser amado por una persona de condición social superior. Sandrini manifestaba un delirio erotómano-paranoico que de alguna manera corrigió. Y eso es raro porque el psicótico erotómano no sale de su fantasía. La princesa o el aristócrata solo están presentes en su imaginación, y esta presencia al final se frustra. La relación nunca se concreta por oscuras razones, o por un complot mundial en su contra, como deduce el paranoico.
Sandrini, al volcar su psicosis en el cine, logró una compensación simbólica que lo ayudó a convivir  con su patología. En sus películas él es siempre un pobre infeliz. Una mujer rica y aristocrática se enamora, y al final se casan.
La compensación está en que las historias de Sandrini cierran con el casorio.
Pero es cine, pura fantasía. Además la madre de Sandrini no es real.
Decía llamarse María Esther Buschiazzo y era ciega. Él le devuelve la vista. Recuerden el famoso: “¿Ve los colores vieja?” ¡“La vieja ve!”
En un reportaje publicado en la revista “Sintonía”, en 1940, Sandrini declara: “María Esther no existe. Yo la inventé y ahora forma parte del imaginario colectivo.
Es de cartón. Fíjense que siempre fue vieja, aún siendo niña.
¿-Es cierto que no lo conocía a Sandrini? Pregunto Paredes a Jacobo.
-Apolonio el entrerriano, dirá usted. Estaba dentro de mí, pero logré expulsarlo.
¿-De qué manera?
-Con una terapia implementada por el Doctor Melgar. La original es de un psiquiatra inglés que no recuerdo el apellido. Se llama “Terapia de aversión”. Melgar la dio vuelta e inventó la “Terapia de la simpatía”.
Me ataron a una silla y durante el tratamiento tuve que ver todas las películas de Apolonio el entrerriano. Al principio no paraba de gritar cuando aparecía Apolonio haciéndose el gracioso. Mis alaradidos se escuchaban desde la calle del Hospicio. Pero poco a poco le fui tomando simpatía, y al final terminé queriendo al entrerriano. Es que Apolonio te hace reír y te hace llorar.
Después me sometí a otra terapia desarrollada también por el sabio Melgar.
Era el famoso “Gardelazo.” El paciente era atado a una silla y debía escuchar a Carlos Gardel durante cuatro horas. Te dejaban descansar otras cuatro y  te volvían a atar. Después de un mes de terapia dejabas la psicosis para siempre.
Yo me sometí voluntariamente y escuché al Morocho durante años.
Pero la reconciliación final con “El Zorzal” vino cuando lo conocí.
¿-Dónde lo conoció? Preguntó Paredes.
-En el café “El Pensamiento”, ubicado en el Paraíso.
Saludé y partí en 1970. Me presenté en el Paraíso con lo puesto. San Pedro me abrió el portón, y en el café conocí a Gardel que me distingue de manera especial.
Luis Sandrini frecuenta la misma gente y también soy amigo de él.
En el cielo estoy escribiendo historias breves, muy ponderadas por “El Mudo” y sus amigos.
Quiero que Gardel les ponga música pero me dijo que dan para una balada, que para eso está Piazzolla.
¿-Tiene alguna con usted? Preguntó Paredes.
-Si traje una. Es breve.
Jacobo Fijman sacó de entre sus ropas un grasoso papel de estrasa.
-Dice así:
Apolonio el entrerriano.
¿Saben por qué María Cristina, Regente de Entre Ríos no lo quería más a su marido Apolonio?
Ella tampoco lo sabía, quiso conocer las causas y las descubrió:
1)     Apolonio era amable y cariñoso. Ahora se mostraba grosero y tosco.
2)     Antes era elegante y majestuoso. Ahora se lo veía mal vestido y sin morfar, y no se cambiaba de ropa.
3)     Porque Apolonio no le había dicho que se había muerto.
Los integrantes de la cátedra se quedaron en silencio.
-Debo irme para alcanzar el tren al Paraíso. ¿Queda lejos la estación Carapachay?
-Yo lo alcanzo, dijo Paredes.
-Gracias, contestó Fijman.
Antes de salir agregó:
-Hice conducta de poesía, pagué por todo.

El secreto de Gorrindo


 Sir Thomas Beecham


Julio Jorge Nelson pasó el dato sobre el sentido oculto del tango  “Las Cuarenta”.
Promediando una noche de escabio, y con mucho moscato encima habló: -Ese tango está basado en un hecho real. El autor simuló como pudo, pero escribió sobre una historia verdadera, sobre una pasión prohibida.”
Años después, Elma, la viuda de Francisco Gorrindo, batió la justa:-El tango  escrito por mi esposo esconde un secreto inconfesable.
La historia se la contó a mi marido Julio Jorge Nelson.
En La Plata se produjo el drama familiar que narró Nelson. Lo que hizo Francisco fue contarlo  en  “Las Cuarenta”.
Fue así: Un distinguido matrimonio de esa ciudad tuvo tres hijos.
Dos mujeres, gemelas, y un varón. Lo único que recuerdo es el nombre del chico; se llamaba Giordano Bruno.
Le brindaron la mejor educación, fueron a muy buenos colegios, y sus padres eran un ejemplo de matrimonio feliz.
Los domingos, los cinco se daban cita en San Ponciano para escuchar misa.
Los chicos crecieron, y las mujeres se transformaron en las  más codiciadas de la ciudad. De gran belleza, de una sensualidad manifiesta y sin límites, pronto descubrieron en ellas una lujuria africana.
Giordano Bruno, el hermano, las veía desarrollarse, y no se decidía sobre cual de las dos lo atraía más. Las hermanas sentían lo mismo por él.
La pasión  desató en ellas una sangrienta batalla, la que se acentuó cuando se dieron cuenta que Giordano Bruno las espiaba, para aliviarse luego, cometiendo el pecado del segundo hijo de Judá, el popular  Onán Urrá.
Las mellizas se pusieron de acuerdo en rescatar a su hermano de la frustrante autogestión, y directamente le propusieron un menage a trois.
Giordano Bruno aceptó eufórico sin medir las consecuencias.
A partir de ese día retozaban en el borde del fangal. Hasta que un día  cayeron en el barro. Una de las mellizas esperaba un hijo.
Giordano Bruno se dio cuenta en lo que se había metido. Su hermana le dijo:
-Vayamos a un país donde podamos vivir como marido y mujer.
Giordano no estaba de acuerdo, y comenzó a presionar para que interrumpa el embarazo. La otra mujer hizo causa común con su hermano; la convivencia se transformó en un infierno.
Nació un varón al que llamaron José Pablo. Durante los días en la maternidad hubo cierta calma; ésta terminó cuando  llevaron el niño a casa.
Nomás llegar, el averno retornó para quedarse.
Giordano Bruno y su hermana acusaban con total hipocresía a la madre reciente, de ser el descrédito de la familia. Decían que toda la ciudad se burlaba de ellos, y además, tan respetable familia era cuestionada en su moral; algunos amigos le habían retirado el saludo.
La agresión fue de tal magnitud que en plena depresión post-parto la madre de José Pablo se arrojó ante el paso de un tranvía.
Al niño lo criaron su tía y su padre. Cuando creció, le contaron sin énfasis alguno, que su madre había muerto en un accidente.
José Pablo creció con la sospecha en el alma.
Parecía normal, y llevaba una vida como la de tantos chicos.
Pero todo lo sólido se desvanece; los fantasmas interiores se dejaron ver cuando José Pablo se puso de novio con una mujer veinte años mayor.
La novia era de terror. No se había visto en La Plata y alrededores mujer tan fea.
Cuando la presentó en su casa, Giordano Bruno y su hermana no pudieron reprimir un alarido.
Es que la habían visto de golpe, sin estar preparados.  
Por otro lado, Mabel, que así se llamaba el monstruo, era el ser más bueno de la tierra.
La presión familiar no dio resultado y José Pablo se casó.
Se lo podía ver caminando bajo los tilos con el esperpento del brazo; paseos que los vecinos consideraban una grosería, un atentado a la estética.
Julio Jorge Nelson decía:“¿Te das cuenta Francisco? Él nació de una relación entre hermanos. El pibe es un gargajo involuntario, y le pasó su propio drama a la jermu. Su fealdad encarna el horror del incesto.
José Pablo camina con su tragedia del brazo, y ambos son un resabio de la horda primordial”. 
Continuó Elma:-Entonces, con toda la información brindada y conocida, mi marido escribió “Las Cuarenta”.
Fue en 1936. Dos filósofos, Rodolfo Kusch  y  Carlos Astrada hicieron sendos análisis sobre esa letra. Kusch en su libro “De la mala vida porteña”; Astrada en “Sociología de la guerra y filosofía de la paz”.
Le erraron como ciego al timbre.
Fue el místico francés René Guenón, radicado en El Cairo, el que hizo una lectura correcta. Le escribió a Francisco una carta donde comparaba “Las Cuarenta” con una tercina de la “Divina Comedia”: “Soto il velame de li versi strani”. Decía Guenón que descorriendo ese velo se entendía la tragedia de José Pablo. La carta termina explicando que el caso pertenece a los arcanos universales, y a una metafísica del tango. 
En 1955 lo grabó Charlo. Esa versión dio la vuelta al mundo, y  fue un gran éxito en Londres.
El famoso compositor y director inglés, Sir Thomas Beecham, se interesó en él, y cuando vino a dirigir la ópera Otello en el teatro Colón, en 1959, lo llamó a Francisco para hablar de música y literatura.
Al mismo tiempo, su mujer,  Betty Hamby, estudiosa del folclore, se conectó con Santiago Ayala, el Chúcaro.
Mi marido le contó a Beecham cual había sido la letra original: “La mirada turbia y fría”, es la intuición, por parte de José Pablo, de ser un hijo de la insanía más terrible. “Curda ya de recuerdos”, los recuerdos son de terror: Fue señalado en el barrio como engendro demoníaco. “Con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos”. La angustia de José Pablo lo desborda. “La vez que quise ser bueno se me cagaron de risa”. Francisco le contó a Beecham que ese fue el primer verso que tuvo que cambiar. “Hoy no creo ni en mi mismo”. José Pablo nunca creyó en él mismo. La certeza de que algo terrible pasaba en su casa lo acompañó desde siempre: “La desgracia fue mi amante, la esquizofrenia mi amiga, el tabú tiene su contra y toda contra se da”.
Para continuar: “Hoy no creo ni en mi mismo”  Y el remate final: “Por eso no has de extrañarte, si alguna noche, borracho, con el incesto del brazo, alguien  me viera pasar.” Francisco le contó a Beecham que los amigos le dijeron que no podía escribir eso. Porque si bien el tango en sus orígenes tenía alguna connotación transgresora, sobre todo en lo referido a la mujer como excusa para la pasión entre los hombres, el incesto era otra cosa; seria y tenebrosa.
Francisco cambió el verso por :“con la tragedia del brazo”, hasta dar con la versión definitiva.
La historia impresionó a Sir Thomas, y comentó que podrían juntos componer una ópera, sobre la leyenda negra de la ciudad de La Plata.
Cuando Beecham regresó  su esposa se sentía mal.
Llamaron  a un médico que  ordenó internarla de inmediato.
Una hora después Betty había muerto.
Parco, Sir Thomas preguntó:¿-Hay cementerio británico en Buenos Aires? 
Durante la noche se presentó  en el hotel  Santiago Ayala, acompañado de algunos integrantes del ballet, para no dejar solo al viudo reciente.
El Chúcaro contó que en la tarde, mientras  bailaba con Betty, comenzó a revolear las boleadoras sobre la rubia cabeza de la mujer.
Un mal movimiento de muñeca del gran bailarín, hizo que una de las bolas diese de lleno en la frente de su pareja de baile.
El golpe produjo el deceso pocas horas después.
Beecham, luego de mirarlo pensativo, le sirvió un Scotch.
Al día siguiente,  echaron gruesos terrones negros sobre la caja que contenía el cuerpo de Betty Hamby.
Cuando se dirigían hacia la salida del Cementerio Británico, Sir Thomas susurró en el oído de Santiago Ayala: -Me voy a permitir darle un consejo: en la vida hay que probar todo, menos el incesto y la danza folclórica.
Después se tomo la Panagra.

La Violeta

 Nicolás Olivari

Ayer se constituyó en mi domicilio el poeta Nicolás Olivari, fallecido en septiembre de 1966.
Dijo:-Quiero hacerte una aclaración. Publicaste que la señorita muerta, que originó el poema de Raúl González Tuñón, es la nieta del italiano que inspiró el tango de Francisco Bastardi.
-El tango se titula “La cabeza del italiano”, contesté.
-Habla de la cabeza frappé del italiano que un tiro se pegó en el almacén.
El itálico suicida no es otro que Domingo Polenta, que menciono en mi poema “La violeta”, que se convirtió en éxito, con la música de mi gran amigo Cátulo Castillo. Lo grabó Carlos Gardel. A propósito, con el Morocho me encuentro a diario en el café “El Pensamiento”, situado en el Paraíso.
Digo en “La violeta”:
Con el codo en la mesa mugrienta,
y la vista clavada en el suelo,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.

Domingo Polenta no pudo soportar la nostalgia de Isola Capo Rizzuto, en la Calabria, y se voló los sesos.
Es todo lo que te quería decir, susurró Olivari.
Cuando cerraba la puerta de casa Nicolás ladró:¡-Momento! Que puedo tomar para la estación Carapachay.
-El  mítico 130, contesté.
-Buenas noches, concluyó.
-Buenas noches nos de Dios.

Último sol

 Raúl González Tuñón

Una tarde cualquiera, Severino Musante, el tanguero que volvió de la muerte escupió de improviso:-El primer día de muerto, triste y vencido, caminé al azar  por el Cielo. En un momento me senté en un banco de plaza. El que estaba a mi lado, mientras le daba maíz a las palomas, dijo:”Severino, soy un ángel y tengo un mensaje para usted.  A escasas cuadras de acá, en el café “El Pensamiento”, puede encontrar a Carlos Gardel.”
Ubiqué el feca, y me senté mirando la puerta. 
En una mesa junto a la ventana una mujer bebía despacio una taza de té.
Era joven, y su palidez brillaba con el último sol del Paraíso.
Se abrió la puerta y entró “El Zorzal”  acompañado por Raúl González Tuñon; se acercaron a la dama solitaria para sentarse junto a su mesa.
Carlitos me preguntó: ¿-Sos finado reciente?
-Hoy a la mañana llegué al Paraíso.
-Sentate con nosotros y pedí un whisky. Los primeros días en este lugar sagrado son fulería, pero después te acostumbrás. 
Me senté con ellos y la niña habló: “Pueden ustedes llamarme Isolina”.
Luego dirigiéndose a Raúl dijo:-Soy la señorita muerta de su poema.
¿-Usted? Contestó, emocionado, el poeta.
-Mi padre era vecino suyo en la calle Saavedra, en el barrio de Once.
-Recuerdo muy bien el caso, contestó González Tuñón, y agregó: -Era médico, no recuerdo el apellido.
-Dejemos a mi padre donde está.
¿-Anda por acá? Preguntó “El Zorzal”.
-Eligió infierno, contestó Isolina.
Siguió el poeta:-Cerca de Plaza Once y en un antiguo caserón vivía un médico. Viudo desde hacía años toda su pasión estaba volcada en su hija adolescente. Ésta se casó con un joven también médico,  su ayudante.
La joven, acá presente, contrajo una leucemia que en poco tiempo la llevó con su madre.
El padre, desesperado, convenció a su yerno que debían embalsamar a la niña, que ahora sabemos  se llama Isolina.
Bueno, la embalsamaron y la sentaron en el sofá de la sala como si estuviese viva.
La indiscreción hizo que el caso se descubriese.
-Los cité porque quería conocerlos. Usted Raúl me inmortalizó en su poema.
Les cuento que soy la nieta  del italiano que un tiro se pegó en el almacén. Se llamaba Domenico y era mi abuelo. Mi padre está buscando la cabeza frappé de su padre. Supone que mi abuelo, después de volarse los sesos, eligió infierno.
¿-Dónde quedaba el almacén? Preguntó Gardel.
-En Pompeya. La dirección exacta la tiene Homero Manzi. En  “El último organito” Homero dice:
“Con pasos apagados, elegirá la esquina,
Donde se mezclan luces de luna y almacén”.
Dirigiéndose a Gardel, Raúl preguntó: ¿-Cómo andas con Manzi?
-Ahora bien, contestó Gardel.-En un momento nos distanciamos por cuestiones políticas. Homero escribió varios artículos descalificando a Alfredito Lepera.
Ya está todo aclarado, concluyó Don Carlos.
¿-Y ustedes donde se conocieron? Preguntó Isolina.
-En un barco. El Conte Rosso. Fue en 1929. Yo iba a París y en Montevideo subió Carlitos.
-Que noches de garufa nos pasamos, sonrió Gardel
-Y pensar que todo concluyó. A vos te prendieron fuego, y yo terminé mis días como un oscuro redactor de policiales.
Tu vida de cantor concluyó en la hoguera, lo mismo que mi sueño revolucionario.
¡-Isa! Sollozó el Morocho.
-Isolina, preguntó Raúl. –Cuente su vida.
-El insano amor de mi padre hizo que saliéramos en Crítica. Yo estaba sentada en la sala de casa, embalsamada; papá me ordenaba y me vestía para que reciba las visitas.
¿-Se acuerda cuando estaba en su casa? Preguntó Gardel.
-Claro que me acuerdo. Yo también tenía un sueño. Sentada con el mejor vestido, con la mirada helada, soñaba cuando estaba viva.
Cuando usted publicó su poema nos compararon con “La caída de la casa Usher”, de Poe.
-Ese fue mi hermano Enrique.
Continuó Isolina:-En el cuento de Poe está esbozado el incesto. En nuestro caso también  el incesto está latente; la conducta desviada de mi padre así  lo sugiere.
¿-Y su esposo? Preguntó Carlitos.
-Era ayudante de papá en el consultorio. Dominado por él, estuvo de acuerdo en mi disección, y posterior montaje de mi cuerpo enfermo.
Me buscó por acá pero le dije que no quería verlo más. Está con mi padre en el infierno tratando de embalsamar al señor de las moscas, Belcebú. Cuando me contó esto no lo quise ver más.
Habló El Morocho:-Isolina, tu familia busca en el infierno la cabeza frappé del italiano, y al demonio. El negro Celedonio decía:”golpea que te van a abrir”. No se si me explico.
Ellos jugaron con tu descanso eterno. No tenías tumba ni estómago.
¡Que tema más ingrato!
Te cuento que yo también jugaba con la vida, y ella al fin me traicionó.
Remató Raúl:-García Lorca me dijo en Madrid que los argentinos le dábamos miedo porque cuando blasfemábamos tuteábamos a Dios. “No se tutea a la muerte”, decía Federico.
Cuando murió mi hermano Enrique escribí: “fue la muerte el último asombro”.
Me equivoqué. El último asombro es la vida después de la muerte; este cielo inesperado.