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martes, 16 de noviembre de 2010
Recuerdos del Sr: Musante
Último sol en el café donde está reunida la Cátedra.
El Sr. Musante, el hombre que volvió de la muerte, mira por la ventana y al escuchar el silbido de una formación que se dirige a Tigre, piensa en el misterio de adiós que siembra el tren.
Su estado, de inquietante melancolía, fue interrumpido por el vozarrón de Julio Paredes, el poeta del barrio que preguntó:-Che Musante decime, en el otro mundo, ¿lo conociste a Julio Sosa?
El Sr. Musante contestó casi tranquilo:-Me lo crucé en alguna calle del cielo, pero al café “El Pensamiento” no venía.
¿-Por qué? Preguntó el tordo Laferlitta.
-Entre los tangueros nadie lo quiere, y aquí no hay nada personal contra “El varón del Tango”. Lo que pasa es que Sosa con su estilo oriental-expresionista rompió con la esencia del tango.
¿-Cuál es esa esencia? Preguntó Paredes.
-La tristeza, contestó el Sr. Musante. Julio Sosa es un eufórico. Tendría que haber cantado Cha-Cha-Cha. Se metió con nosotros, los tangueros, y ocupó un lugar que no le correspondía.
Lo mejor del tango es la belleza de la melancolía, y el goce sin igual de la tristeza.
Los principales detractores que tenía en “El Pensamiento” eran Gorrindo y Discépolo.
¿-Gardel qué opina de Sosa?
-No se lo toma en serio. Le da risa. Julio confundía lo viril con el machismo más absoluto.
Esa típica sobreactuación masculina del pueblo uruguayo. Además es un hombre de una gran vulgaridad.
Julio Sosa le hizo mucho daño al tango. Fijensé que es el cantor preferido de los que aborrecen nuestra música. Si usted le pregunta a alguien si le gusta el tango y esta persona dice que no, después de unos segundos contesta: “Julio Sosa me gusta”. En definitiva, un mamarracho.
-Discépolo y Gorrindo no lo querían nos dijo. Cuente algo más, insistió Paredes.
Al Café “El Pensamiento” venía el romano Publio Terencio, gran tanguero y precursor de la comedia costumbrista moderna. Algo así como un Claudio Martínez Paiva de la antigüedad. Martínez Paiva escribió “Joven, viuda y estanciera”.
Publio Terencio tiene una obra intitulada “La suegra”, escrita 160 años antes de Cristo. Se sentaba con Discepolín y Gorrindo.
Discépolo lo admiraba y decía que “Cambalache” había nacido leyendo a Terencio: “Hoy fui al mercado. Estaban mezclados ladrones y doctores, prostitutas y médicos”. Hay otra frase de Terencio que citaba Enrique Santos: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. Nada de lo humano me es ajeno. Ahí nació “Tres esperanzas”.
Con ellos se sientan a veces, porque no van al café todos los días, los filósofos Carlos Astrada y Rodolfo Kusch. Una noche en que yo compartía la mesa, Terencio le preguntó a Astrada si el tango era filosofía.
Sí, dijo el autor de “El Mito Gaucho”. Kusch no estuvo de acuerdo y expresó que el tango es experiencia de vida, y que se confunde la vida cotidiana con existencialismo. Creen, agregó Kusch, que Discépolo es Sartreano, y Don Enrique Santos no tiene nada de existencialista. Discépolo es un cínico sin conciencia de serlo. Cínico es equivalente a perro, y ese perro aparece en "Yira Yira." Y cuando habló por radio el personaje se llamaba “Mordisquito”.
-Musante, interrumpió Paredes. –Qué nos puede decir de Gorrindo.
-Con respecto a Gorrindo están de acuerdo Astrada y Kusch. El presocrático de Quilmes es un escéptico. Para un escéptico nada es verdad. Recuerden la letra de “Las Cuarenta”. También los filósofos citaban el tango “Afiches” de Homero Expósito: “La verdad es restregarse con arena el paladar”. Cuesta sacarla de la boca porque la verdad está oculta.
¿-Y Gorrindo qué dice?
-Nada, contestó Musante. Le da firme al scotch etiqueta negra, y mira las mujeres que caminan por la veredas celestiales a través de las grandes ventanas del café “El Pensamiento”.
Fuente:
Entrevista a Néstor Cordero especialista en filosofía presocrática.
Diario “Clarín”.
Noviembre 2010.