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miércoles, 4 de agosto de 2010

En el cielo con Lacan y Magaldi

Jacques Lacan


-Paredes, dijo el vidente Locuco en el café. –Magaldi quiere tener una entrevista con usted y la señora Malena.

Agregó el mago de Munro: ¿-Vamos?

-Por supuesto, dijeron Paredes y Malena.

En menos que nace un Chino estaban frente a la puerta.

Cuando San Pedro abrió el portón el vidente preguntó: ¿-Pedriño, dónde para Magaldi?

-En el café “Mate y venga”, por la diagonal, dos cuadras.

Cuando los vio entrar “La voz sentimental” se puso de pie y saludó a Malena con un beso en la mano. A Paredes le dio un abrazo.

Dijo:-Les quiero presentar a mi compañero de mesa. El señor es Jacques Lacan, médico psicoanalista y traductor de mi obra al francés.

Se sentaron a la mesa. Magaldi abrió el fuego:-He sido olvidado en la reina del plata.

Con Carlos Gardel y Corsini fuimos los inventores del tango, pero de mi nadie se acuerda.

¿-Por qué no va al café “EL Pensamiento” y por lo menos se encuentra con gente afín? Preguntó Paredes.

-Los artistas no estamos preparados para el olvido, y los que van al “El Pensamiento” quieren conocer al Morocho o a Corsini.

El día de mi muerte, en el año 1938, Enrique Santos Discépolo dijo:”Era el único que hoy podía imponer una canción”, lo que indica mi popularidad en ese momento.

Pero mi estrella empezó a apagarse lentamente hasta que todo recuerdo terminó.

Qué pasó conmigo es lo que no se, y acá el amigo Lacan está tratando de entender para explicarme.

Las miradas se dirigieron hacia el médico que encendía lentamente un cigarro.

Continuó Magaldi:-Yo fui más popular que Gardel y amigo de Eva Perón.

En el café “El Pensamiento” hacen cola para ver a “El bronce que sonríe” y en la lejana tierra mía Evita cada día es más popular.

Que pasó conmigo es lo que me quita el sueño. El semiólogo Humberto Eco escribió en la Revista de la Universidad de Bologna en 1970, un artículo titulado “Lo strano caso di Agostino Magaldi”.

Logró interesar a mi amigo Lacan, acá presente, sobre mi poética.

Interrumpió Lacan el monólogo de Agustín:-Yo escribí un libro, “Retour à Magaldi”, publicado en 1980, donde formulo mis famosas ocho tesis sobre el destino.

Tratemos de ordenar el tema. El filósofo Martín Heidegger dijo que el lenguaje es la morada del ser.

Entonces mi modesto aporte al psicoanálisis sería que el inconciente está estructurado como un lenguaje.

En base a eso desarrollé toda mi teoría psicoanalítica.

¿-Heidegger anda por acá? Preguntó Malena, la que esconde una esperanza humilde.

-Si, contestó Agustín, es amigo de Enrique Santos Discépolo y está haciendo un estudio ontológico sobre Discepolín.

Continuó Lacan:-Agustín fue el número uno hasta que su palabra se apagó.

Lo que trato de analizar es porque ese olvido total hacia mi gran amigo.

Creo que eso se debe a que la poética de Magaldi suena mal en el oído argentino, porque los enfrenta con una realidad que no entienden y que niegan.

Solo los idiotas creen en la realidad del mundo, lo real es inmundo y hay que soportarlo.

Ese es el mensaje liminar transmitido por Agustín Magaldi.

Pensemos en “El Penado 14” y en “Llorando la carta”.

O en “Nieve”, composición que sitúa a Magaldi como el primer sovietólogo argentino.

¿-Usted conoce el tango “Araca la cana”, de Mario Rada y Enrique Delfino? Preguntó Paredes, el poeta.

-Claro que lo conozco. Puede parecer un delirio de auto referencia, pero ese tango, escrito en 1933, prefigura mi futura participación como analista de Magaldi.

“Araca Lacan, ya estás engriyao”, dice.

Engrillado por la poesía metafísica de Agustín Magaldi.

Otro de los motivos que ha contribuido al olvido de Agustín es su condición de mujeriego empedernido, en una época que los argentinos tenían códigos distintos.

Gardel, al cual admiro, mantuvo oculto sus grandes amores. Solo trascendió su romance con la uruguaya Isabelita y con Mona Maris.

En cambio de Agustín se supo todo. Facunda, su mujer le cambió la cerradura de la casa, cosa que causó una profunda depresión en Agustín.

Esto lo publicó la revista “El alma que canta” y Agustín se fue por meses a Córdoba para reponerse, cosa que no logró. Murió poco tiempo después.

Y ahí nos metemos en un tema por demás intrincado que es la pasión en el Paraíso.

¿-Usted piensa que hay sexo después de la muerte? Preguntó Paredes sorprendido.

-La relación sexual concluye con lo real. En este momento estamos en un café ubicado en un sitio que no sabemos a quien pertenece ni en donde queda. ¿Este lugar existe?

Ser psicoanalista, es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana. Saque usted sus propias conclusiones.

En ese momento se abrió la puerta del café y entraron dos individuos que se sentaron en una mesa ante la ventana.

¿-Quiénes son? Preguntó Malena.

Respondió Lacan:-El criollo se llama Alberto Arenas. El otro, un filósofo francés que además es gran amigo. Los dos tienen en común su pasión por el tango, y haber asesinado a sus respectivas esposas, un detalle menor.

Nada más humano que el crimen pasional.

Continuó Lacan:-Como dice la periodista Irene Amuchástegui: Magaldi fue el intérprete sublime de una década infame.

Ha sido olvidado por su pueblo. El trovador de Casilda se la banca.