Hay un tema que quita el sueño a los hombres sabios del café.
Fue instalado por Julio Paredes, el poeta del barrio, y es por qué hay tanto ciego en el tango.
-“Viejo ciego”, “La cieguita”, “Charlemos”, “El ciego inconsolable”, “Gallo Ciego”, sólo para nombrar los más difundidos, exponía Paredes ante los Catedráticos.
-Lo que puedo hacer es invocar esta noche al ciego Tiresias y lo traigo mañana al café.
Piense que el griego viene de lejos y la sabe lunga, acotó el vidente Locuco.
-No se si es el hombre indicado, porque Tiresias falta a la verdad, dijo Malena, la que esconde una esperanza humilde.
¿-De dónde saca eso Malena? Preguntó el Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte.
-Me lo dijo él, afirmó Malena. –Reconoció que a Edipo le mintió. Que toda esa historia siniestra con su madre era un invento, y que él, Tiresias, fue el culpable que Edipo se arranque los ojos.
-Pero gracias a esa mentira nuestra música sobrevivió muchos años. No olvidemos la temática edípica del tango, afirmó Paredes.
Habló el tordo Laferlita: -Recordemos un gran tango: “Dandy, en ves de darte tanto corte pensá un poco en tu viejita y en su dolor.”
-Para terminar: “Pero un día cuando nieve en tu cabeza, a tu hermana y a tu vieja, llorarás.” Edipo está presente en La Reina del Plata, concluyó.
-Traiga a Tiresias mañana y conversamos, dijo Paredes a Locuco.
Al atardecer del día siguiente hizo su entrada en el café el vidente acompañado por el mítico Tiresias vestido de milonguero. Saludó y tomó asiento junto a Malena.
¿-Cómo le va Malena? Preguntó.
¿-Bien y usted?
-Acá estamos, arrastrando la culpa de haber provocado la desdicha en la vida del pobre Edipo.
-Eso lo pone mal, afirmó el tordo Laferlita.
-Diríamos que casi mal, no del todo. Porque Edipo, en vez de aguantársela piola y rejunar cayetano el expediente, se le dio por componer.
Escribió ese mamarracho llamado “Madre hay una sola”.
-Pero ese tango es de José de la Vega, dijo Paredes.
-De la Vega lo firmó, pero el verdadero autor es Edipo:
“Pagando antiguas locuras, y ahogando mi triste queja,
volví a buscar en la vieja aquellas hondas ternuras que abandonadas dejé.
Y al verme nada me dijo, por mis torpezas pasadas,
palabras dulcificadas de amor por el hijo que un día se fue.”
Si la vieja no le dijo nada ¿Dónde están las palabras?
Un otario con todas las letras.
-Sabemos que usted, después del zafarrancho que armó en Tebas tuvo que rajar, dijo Paredes.
-Yo he vivido dando tumbos, rodando por el mundo y haciéndome al destino, contestó Tiresias.
Continuó:-Hasta que ha principios del siglo veinte recalé en mi Buenos Aires querido. Hubiese seguido rodando pero descubrí un noche la voz de Carlos Gardel. El Morocho me cambió la vida. Ustedes estuvieron presentes en los festejos del Bicentenario. Es de un carisma extraordinario. Lo único que le reprocho es el trato que le da al Espíritu Santo. Se trata nada más y nada menos que de un integrante de la Santísima Trinidad. Creo que el Mudo se debe dirigir a él con más respeto.
-Cara de cura, le dijo adelante nuestro, comentó el tordo Laferlita.
-Hablé con Carlitos y le dije que debía moderar el trato hacia el Espíritu Santo.
¡-Pero si venía para caballo y se quedó de sota! Cómo puede alguien celestial como él ser admirador de Alberto Margal y de la orquesta de Enrique Rodríguez, me contestó el Zorzal.
-La orquesta de Rodríguez sonaba bien, dijo el tordo Laferlita.
-Enrique Rodríguez era un ecléctico, acotó con sabiduría, Paredes.
-Rodríguez era de cuarta, cerró la discusión Tiresias. ¿Cómo pueden tomar en serio a alguien que ubica sus tangos en Hungría?
-Tiresias ¿Lo ha visto a Borges en el café “El Pensamiento”, preguntó Malena.
-Si, viene a menudo con su amigo el finado Bioy. Cuando supo que yo estaba me llamó y comparto su mesa. Se interesó mucho por mi historia. Pero a Gardel lo ignora.
Está esperando que se constituya Jorge Vidal. Según el dúo Borges-Bioy, Vidal es superior a Gardel. Dice Borges que la mejor versión de “Flor de Fango”, de Pacual Contursi es la de Jorge Vidal. Además de ciego es hipoacúsico.
-Usted le mintió a Edipo, también se cuenta que se burló de dos ciegos en Montevideo. Es de hacer bromas pesadas, acotó Malena.
-Es cierto. En Montevideo una tarde yo atravesaba la Plaza de la República. Había dos ciegos sentados en un banco. Estaban de cara al río y existía una diferencia de más de un metro entre ellos. Me acerqué y hablando hacia el espacio libre dije:-Joven ciego, acá le dejo cien pesos para que usted comparta con su compañero. Por supuesto que no dejé nada y me retiré unos metros. Uno de los ciegos le dijo al otro:-Dame los cincuenta mangos que me corresponden. Contestó el de al lado:-Vos tenes los cincuenta que son para mí.
Al minuto tiraban trompadas al aire. Me acerqué sigiloso y grité: ¡-Con el cuchillo no, con el cuchillo no! Después me retiré contento. Malena usted me habla de bromas pesadas. ¿Y la que me hicieron a mí? Nací hombre, después los dioses me convirtieron en mujer, luego volví al sexo masculino. Me dejaron ciego y solo. Junto a mi hija Dafne eche a rodar por el mundo. Y acá estoy, para siempre, en la ciudad junto al río inmóvil.
Irrumpió Paredes autoritario:-Sólo usted puede decirnos porque hay tanto ciego en el tango.
-Antes de contestar a su pregunta de manera irrefutable, quiero contar algo que dijo Borges con respecto a Carlos Gardel. Mi amigo, el maestro Antonio Carrizo le pidió a Georgi que hablara de Gardel. Contestó Borges:- Habíamos visto un film de von Stenberg con Mastronardi. Creo que “La ley del hampa”. Esto fue en el año 1927. Teníamos una impresión épica. Después iba a cantar Gardel. Pensamos “El tango, que triste, después de ver este film estar oyendo a ese maricón, y nos fuimos y no lo vimos”.
No es cierto lo que dijo Borges. Él lo vio. El que se retiró fue Mastronardi. .
Hay muchos ciegos en el tango. ¿Y sabe por qué? En presencia del Mudo escuchan su voz prodigiosa y se enceguecen.
Son tangueros que vieron la luz. Ya no la necesitan. Ellos son la luz.
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