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sábado, 10 de abril de 2010

Sobre la amistad de Emanuel Swedenborg con Carlos Gardel




-Dígame Locuco: ¿Usted lo puede convocar a Emanuel Swedenborg?, preguntó el Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte.
-Al mismo Petiso Orejudo puedo hacer venir a mi casa, respondió Locuco.
-Me interesa que Swedenborg, al cual conocí en la mesa de Gardel en el café “El Pensamiento”, exponga su teología, que por lo que pude comprobar cuando estuve muerto, es la verdadera.
-Además puede aportar datos sobre Gardel, si es cierto que comparte su mesa, dijo el rengo.
-Tráigalo esta noche. Yo lo llevo al Dr. Laferlita, acotó Paredes, el poeta del barrio.
A medianoche estaban todos reunidos ante la mesa redonda del Profesor Locuco.
-Me concentro y Swendenborg viene en seguida.
Segundos después el famoso místico sueco tomo forma y se sentó a la mesa. Vestía poncho, lengue y zapatos de charol. Su mano derecha sostenía un sombrero negro. Su aspecto era el de un compadre amigo de Vicente Greco.
Preguntó: ¿-Para que me llamaron?
-Soy el Sr. Musante y estuve muerto muchos años. Comprobé en el más allá que lo que usted decía en el siglo XVIII, estaba en lo cierto.
Pero cuéntelo que para eso lo trajimos.
Habló Swedenborg:-Yo tuve una formación científica. Fui ingeniero militar durante el reinado de Carlos XII que me condecoró porque inventé una máquina para trasladar barcos por tierra. Además me destaqué como geólogo en jefe de la corona sueca.
Me enviaron a Londres para un estudio científico y caminando por la ciudad noté que un mendigo me seguía. Me senté en un banco de Hayde Park y el pordiosero se sentó a mi lado. Le pregunté que quería y el dijo:-Soy Señor Jesús, pero no se lo digas a nadie. En ese momento y durante años estuve en contacto con él. Los ángeles de su confianza me revelaron acerca de la vida después de la muerte.
Escribí más de 25 volúmenes sobre el tema pero lo esencial es lo siguiente:
Dios no condena a nadie porque existe el libre albedrío después de la muerte.
Uno elije cielo o infierno según sus gustos personales.
Pero les quiero contar porque estoy acá mi estimado Locuco
Acudí a su llamado para conocer in-situ a los seguidores de mi amigo Carlos Gardel. Es un honor para mí compartir una mesa con verdaderos tangueros en la reina del plata. Y es por eso que me he vestido ad-hoc.
Laferlita, el tordo inconsolable, dijo:-Cuéntenos de Gardel.
-Yo descubrí la voz de Carlos Gardel a través de la radio.
-¿Escuchan radio en el Paraíso?
-Por supuesto, contestó Swendemborg. Y a través del éter descubrí el tango y la voz incomparable del Morocho. Cuando llegó al Paraíso me presenté y desde entonces somos grandes amigos.
-Yo durante unos años compartí esa mesa, dijo el Sr. Musante.
-Me acuerdo de usted. Resucitó y eso hace mucho daño.
-Me lo va a decir a mí. Todavía no me repuse, contestó Musante.
-Continuando con Gardel, es un hombre muy inteligente, sobrio y varonil.
Mantiene una relación sentimental con Mona Maris, una de las mujeres más hermosas que he conocido. Nos vemos diariamente en el café.
-¿Es cierto que la orquesta de D’Arienzo es la preferida de Dios? Preguntó el rengo.
-Es verdad, contestó el sueco. Dios afirma que la mejor versión de “La Cumparsita” es la de Juan D’Arienzo. Y el cantor preferido del Señor es el ruiseñor de las calles porteñas. Cuando canta Ángel Vargas sale el sol, ha dicho Dios en varias oportunidades.
Pero el hijo, Jesús, del cual soy amigo, y su señora madre, la Virgen María, son gardelianos de la primera hora.
¿-Cual es el tango preferido de Jesús? Preguntó Laferlita.
Hay muchos, pero creo que “Mano a mano” lleva cierta ventaja.
-El Espíritu Santo es devoto de Alberto Margal, dijo Musante.
-Cierto, contestó el sueco, pero usted lo conoció. Sabrá entonces que el famoso Espíritu tiene una bien merecida fama de otario. Cuando por radio escuchábamos la famosa audición “Ronda de Ases”, Carlitos Ginés presentaba a Margal como el cantor de las madres y de las novias. El Espíritu Santo creía que era el cantor de las madres de las novias, es decir de las suegras. Hubo que avivarlo al pastenaca.
-Que opina de Julio Jorge Nelson, preguntó Paredes.
-Un grande, contestó el sueco. Nelson dejó su vida para que nadie olvidase a Carlos Gardel. Lo logró. Julio es una bellísima persona.
Debo retirarme, dijo Swedemborg. Me espera Gardel en el café.
Pero antes de irme quiero comentar que la radio de ahora no es como la de antes. Hay programas que se extrañan.
¿-Por ejemplo? Preguntó Paredes.
-El Glostora Tango Club, respondió Swedemborg y desapareció.