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lunes, 24 de mayo de 2010

La caída

Juan Domingo Perón
-Anoche, por vías paranormales, se comunicó conmigo el finado Cátulo Castillo, dijo en el café el vidente Locuco.
Mirando a Malena, la que esconde una esperanza humilde, el mago comentó:-Me contó que el tema de Perón y su madre está encaminado.
El viernes a la noche se dará cita en mi domicilio para hablar con usted.
El día indicado, a medianoche, se constituyeron los integrantes de la cátedra en la casa del oscuro de Munro.
Estaban presentes Malena, Paredes, el tordo Laferlita, y el tanguero que volvió de la muerte, Sr. Musante.
Al rengo lo dejaron en el auto:-Gorrén, cuidame el coche que este barrio es fulería, dijo Julio Paredes, el poeta.
Sentados frente a la mesa ovalada el vidente masculló la palabras indicadas y de inmediato se materializó Cátulo Castillo.
-Quería hablar con ustedes que son gente del tango, y especialmente con mi querida Malena para que sepan algo que nadie conoce en el tan ponderado mundo de los vivos.
Continuó Cátulo:-En septiembre de 1955 me condenaron al olvido. Mi refugio fue la vieja quinta de Ezeiza donde viví en soledad y compuse “La última curda” .Algunos dicen que con esa letra cerré el tango para siempre. Exageran.
Mi propósito fue señalar con metáforas la realidad de esos años tan ingratos en los que se fusilaba en basurales. A los rebeldes rendidos, que habían osado pedir elecciones libres, se les aseguraba la vida para después matarlos por la espalda.
Ese tango no me lo perdonaron nunca y un sector, donde se encontraban los más resentidos y criminales, juró vengarse.
Yo aguanté hasta fines de 1975, me despedí de los amigos más queridos y el 19 de octubre me fui en busca de Aníbal Troilo, que se había retirado meses antes.
Cuando el gordo se rindió, el 18 de mayo, me apuré a terminar un tango-homenaje a Juan Domingo Perón.
El tema originariamente se llamaba “Por ese gran argentino”, pero fue éste, en las largas conversaciones en el café “El pensamiento”, el que me hizo desistir del nombre elegido y cambiarlo.
Quise escribir algo semejante a “Serenata a la muerte de Eva”. Cuando la Señora murió se callaron los astros y la vida se detuvo.
Yo saludé y me fui en el momento justo. Ese año comenzó la caída final.
Tres años después supe que una horda de perros cimarrones, hambrientos y rabiosos, rodearon mi casa de Ezeiza. Buscaban el manuscrito de “Por ese gran argentino”. Giraron aullando a su alrededor y en un momento entraron. Al no encontrar nada se volvieron más rabiosos todavía.
Destruyeron todo a mordiscones y no dejaron piedra sobre piedra. La casa fue saqueada y pocos días después se derrumbó.
Los perros corrieron ladrando alrededor de la destrucción durante horas.
Dieron varias vueltas a la manzana y después huyeron buscando su rumbo definitivo.
La obra que no encontraron yo la tenía conmigo.
La terminé y Aníbal Troilo le puso música.
La grabó, en el Paraíso, Carlos Gardel.
Cátulo introdujo su mano derecha en el bolsillo del saco y extrajo un CD.
-Acá está. Cuando Juan me pidió que no lo nombre no encontré un título adecuado.
El país que yo dejé en 1975 ya no existe, y lo peor es que hemos perdido la esperanza que algún día tuvimos.
Por eso los convoqué, continuó Cátulo.
-Ustedes pueden difundir la grabación como mi último aporte a la cultura nacional.
Habló Malena, la que esconde una esperanza humilde.
-No está todo perdido, hay gente como nosotros que continúa trabajando.
-Malena, interrumpió Cátulo. –Hay que afrontar la verdad por dura que ésta sea. Nos han ganado la guerra. Es así y si negamos la realidad terminaran de destruir lo poco que nos queda.
Me duele mucho decir esto y precisamente a usted a quien quiero como a una hija.
A esta altura de la destrucción total de lo que fue
la gran fiesta nacional solo podemos salvar unas pocas cosas, y estas son de gran valor afectivo.
Una es el tango. Es la esencia nacional y hay que luchar para que no sea olvidado.
Otra cosa que hay que cuidar son los lazos del apego y la amistad.
Le dije Malena que usted es la hija que no tuve.
Para Juan yo soy su hijo en el afecto y ocupo, gracias a él, un lugar muy destacado en el sitio que elegimos para toda la eternidad.
Por carácter transitivo usted, Malena, es nieta de Juan Domingo Perón, y eso no es poca cosa.
Quiero contarle también que la mediación que usted me solicitó entre Juana Sosa y su hijo va por buen camino y creo que llegaremos a un final feliz.
Tras cartón Cátulo se paró, besó la frente de Malena y desapareció.
La magia del momento fue rota por la voz de trueno de Julio Paredes: ¡-No tenés abuelo, Malena!

domingo, 16 de mayo de 2010

Cuando Gardel abrió sus alas


Mi alma rechiflada está con vos.
No hay fuerza temporal que le gane al inventor del tango.
Ni tus lágrimas al caer sobre el último boleto escolazeado.
Te perdiste en el cielo como un reflejo de Dios.
Y abriste tus alas de zorzal y volaste.
Y volás.

Lucio Rossi

tio carlos

Cátulo Castillo


-Invocar a Cátulo no es fácil, dijo el vidente Locuco.-Porque los grandes esotéricos no quieren volver a este mundo.
Además Cátulo trabaja en el Paraíso con Gustavo Rol, el mago de Torino, el más grande médium de todos los tiempos.
En vida, Rol era un hombre de consulta mundial. El General De Gaulle le temía porque Rol le leía el pensamiento.
Irrumpió el Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte:-Federico Fellini, el director de cine, fue su gran amigo, y al atardecer se reúnen con Cátulo en el café “El Pensamiento”. Cuando llega Gardel, Cátulo cambia de mesa y se sienta con el Morocho.
Federico y Rol no se apasionan por el tango. El interés de ellos es el cine como metáfora de los sueños. Fellini me contó que para los pobres los sueños son el cine, lugar al que ellos no pueden concurrir.
-De todos modos hay que llamarlo, dijo Paredes.-No podemos quedar mal con la madre de Perón.
-Si el Profesor Locuco está de acuerdo, cuando invoque a Cátulo podría decirle que yo lo espero para hablar con él, dijo Malena la que esconde una esperanza humilde.
-Esta noche, mejor dicho cuando llegue medianoche pueden constituirse en mi casa e intentaremos traerlo a Don Cátulo.
Al dar las 12 estaban todos ante la mesa redonda del vidente Locuco.
Éste se concentró y de inmediato se materializó Cátulo Castillo.
-Malena, dijo Cátulo sonriendo, -concurrí de inmediato porque me dijeron que estaba usted. ¿Sigue con su esperanza humilde?
-Por supuesto, contestó Malena.
-Me alegra que no haya cambiado y continúe con su línea de conducta. No se preocupe que en algún momento llegará el reconocimiento.
-Para que me llamaron, preguntó.
Malena tomo la palabra:-Querido Cátulo, noches pasadas estuvo con nosotros Doña Juana Sosa, madre del General Perón.
Nos pidió si podíamos hacer algo para que su hijo recobre el afecto por ella.
-Es un problema, dijo Cátulo. -La relación con la madre es un tema difícil porque nadie se distancia tantos años de la vieja sin un amor ausente. Pero si usted me lo pide Malena, conociendo su bondad infinita, haremos el intento. No aseguro éxito porque el General, cuando uno le habla de la madre, simplemente enloquece.
Habló Paredes, el poeta del barrio: ¿-Sigue componiendo en el Paraíso?
-No hay motivación, contestó Cátulo.-El mundo de los muertos es eterno y eso aburre un poco. El pasado es apasionante, el futuro es demasiado simple. ¿Sobre qué puedo escribir ahora? Pensé en una letra sobre René Guenón, el místico francés que comparte la mesa del café con nosotros. Pero no la hice.
La esencia del tango es la melancolía y en el Paraíso la tristeza no existe.
Lo que tiene de bueno el lugar es que te encontrás con gente que no pudiste conocer. Es el caso de Rol, Fellini, Swedenborg. O el ciego Tiresias, que es asombroso lo que sabe de tango. Eso lo disfrutas mucho.
Pero en un lugar así nunca hubiese escrito “Tinta Roja”. Los versos felices no se te ocurren en el cielo.
¿-Y “La última curda”? Preguntó el tordo Laferlita.
-Con esa letra dicen que cerré el tango. No creo ser tan importante.
¿-Volviendo a Perón, contamos con usted?, preguntó Paredes.
-Ya les dije que si. Pero insisto que es un tema difícil. Yo me reencontré con mis viejos en octubre de 1975 y fue una gran alegría. Fíjense que siempre hablo de papá. A mi vieja la quiero tanto o más pero la gran figura era mi viejo.
¿-A Perón le tiene respeto? Preguntó Paredes.
-Juan me quiere como un hijo. Además todo lo que me enseñaron en casa Perón lo llevó a la práctica. Hechos concretos como las vacaciones pagas o el aguinaldo. Tengo el privilegio de ser amigo de él y de Eva, su compañera.
Con ella nos tenemos gran estima. Escribí “Serenata a la muerte de Eva”, cuando se produjo su deceso:

Se han callado los astros
Y el reloj no nos miente
Las ocho y veinticinco
De la cita en horario,
La viajera ha venido,
La vida se detiene.


-Me voy a retirar e intentaré la reconciliación entre Juan Domingo y su madre. Les agradezco que me hayan convocado para esta noble misión.
Me voy contento porque he visto de nuevo a Malena, la que esconde una esperanza humilde.

sábado, 8 de mayo de 2010


Juana Sosa de Perón. (Madre hay una sola).

Una tarde en el café:
¿-La madre de Perón está en el Paraíso? Preguntó el rengo.
-Si, respondió el Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte.
Y agregó:-Pero el General le raja.
-Es sabido que Perón no quería a su madre, acotó Paredes, el poeta del barrio.
¿-Y a quién quiso Perón? Dijo el rengo con sorna.
-No te hagas el vivo que a vos te regaló la primera prótesis, contestó Paredes.
-El Partido Socialista me la regaló.
-No mientas, como todo setenta y tres sos un ingrato. En la Fundación te regalaron la gamba que te falta, y la otra también, acotó el Doctor Laferlita.
-Me contó mi viejo que Perón cuando se afeitaba escupía el espejo, continuó el rengo sin rendirse.
Malena, la que esconde una esperanza humilde, dirigiéndose al gorrén, expresó: -En la vida hay que ser agradecido. Si Evita o Perón le regalaron la pierna ortopédica que usted luce con sobria elegancia, debería estar agradecido.
-Eso si, acoto el Sr.Musante, el tanguero que volvió de la muerte.
-Pero retornemos al tema principal que es la madre de Perón, irrumpió el vidente Locuco.
-La podemos invocar, pero como la señora pertenecía a poderosas etnias ancestrales, debemos esperar el momento oportuno.
El que quiera verla puede presentarse dentro de dos viernes, promediando la medianoche, frente a la Estación Munro, donde tengo constituido mi domicilio legal.
Los tangueros, junto a Malena, la que esconde una esperanza humilde, se dieron cita en casa de Locuco el día fijado.
El vidente tenía todo listo. Pasada la medianoche se concentró y de improviso se materializó una señora que dijo:-Me llamo Juana Sosa Toledo y soy la madre de ese gran argentino llamado Juan Domingo Perón.
-No hace falta que lo aclare, dijo Paredes. -Es igual a su hijo.
-Juan es parecido a mí, su hermano Avelino era parecido a su padre, Mario Perón. ¿Para que me convocaron? Preguntó.
Tomó la palabra Malena, la que esconde una esperanza humilde, que sin anestesia disparó: -Sabemos de la mala relación con su hijo. Como seguidores de Juan Domingo, su obra, y añorando los años de la fiesta argentina que él nos regaló, queremos preguntarle si nos autoriza a realizar una mediación, para que Juan y usted retomen el afecto que sin duda algún día existió.
Transcurridos unos segundos Juana Sosa comenzó a llorar.
Enjugándose los ojos y con la voz quebrada habló:-Juan se distanció de mí en su adolescencia y nunca más tuvimos una relación cercana.
Además cuando enviudé me volví a casar, y si hasta ese momento cruzábamos algún saludo, a partir de mi boda me condenó a la indiferencia, que es lo peor que puede sufrir una madre por parte de un hijo.
Yo le recé a mis dioses Tehuelches sin resultado alguno.
Mi muerte se produjo en 1953 cuando Juan era Presidente de la Nación.
Ni siquiera concurrió al velorio. Lo hizo llamar a Camporita y le dijo:-Ha muerto mi señora madre. No puedo concurrir al velorio porque actos de gobierno de gran trascendencia me lo impiden. Usted vaya como mi delegado personal y en mi nombre reciba el pésame de los asistentes.
Cuando Juan murió, en 1974, lo esperé ansiosa.
Cuando me vio dijo:-Vieja ¿Usted por acá? No la puedo atender porque me está esperando Carlos Gardel.
Fue la única vez que nos cruzamos. Las noches de tristeza concurro hasta el café “El Pensamiento” y a través del vidrio lo veo a Juancito acompañado por Carlos Gardel y otros personajes ilustres.
-Gardel tampoco quiere a su viejita, dijo Paredes.
-No es así, continuó Juana.-Mantienen una relación distante pero el afecto existe. Además Don Carlos celebra con Berta el día de la madre.
Esto despertó la curiosidad de todos:-¿Festejan el día de la madre en el paraíso?
-El tercer domingo de octubre se hace un almuerzo para homenajear a las grandes madres del tango. La cabecera de la mesa está ocupada por José Betinotti y su pobre madre querida, contó Juana.
-El evento se lleva a cabo en la cantina Karamazóv Hermanos, propiedad de dos rusos del Abasto. Me contaron, porque a mi no me invitan, que en el último festejo Marcos Zucker cantó en idish el tango “Garufa”.
Los invitados de honor son Juan Domingo y Carlos Gardel.
Doña Berta Gardes concurre del brazo de su hijo. Juan va solo.
-Nosotros queremos hacer algo por usted. A través del Profesor Locuco y su Espiritismo Científico, podemos convocar a alguien que tenga predicamento sobre su hijo. Hablaríamos con algún amigo influyente para que intente, con el gran argentino, reencauzar la relación, dijo atinado Julio Paredes, el vate del barrio.
Doña Juana quedó en silencio, emocionada.
Continuó Malena:-Usted nos tiene que orientar acerca de a quien llamar para que hable con su hijo.
Juana Sosa rompió el silencio:-Hay uno solo, es Cátulo Castillo y Juan lo adora. Todos dicen que si hubo un ángel en la tierra era el poeta de Ezeiza.
Además Castillo se va a llevar bien con ustedes porque es un esotérico más. Lo que no se es a que escuela científica pertenece.
-Doña Juana, la semana que viene nos reunimos con Cátulo.
Retírese tranquila que esto tiene solución, afirmó rotundo Paredes.
El Dr. Laferlita dijo:-En otro orden de cosas querríamos saber cuales son los creadores preferidos del que combate el capital.
Doña Juana, aliviada, respondió:-Carlos Gardel por supuesto. Alfredo Lepera también. Quiere mucho a Discépolo, a Hugo del Carril y a Carlitos Acuña.
Pero su preferido es Cátulo Castillo. Es el hijo que no tuvo.
Malena, la que esconde una esperanza humilde dijo:-Juana regrese a su mundo en paz y tenga fe que su relación con Juan Domingo se arreglará.
Retornará el afecto dormido y renacerá el amor entre ustedes.
-Gracias Malena, dijo doña Juana.-Aunque los muertos somos inasibles siento que a usted le puedo dar un beso y sentir sus mejillas.
Juana Sosa saludó a Malena y se perdió en la niebla de Munro.

sábado, 1 de mayo de 2010

Reflexiones acerca del tango "Melenita de Oro"




En el último plenario de los viernes organizado por los catedráticos del café, hizo uso de la palabra Don Julio Paredes, el poeta del barrio:
-Así como hemos investigado la ideología política de Ignacio Corsini, el Caballero Cantor, llegando a la conclusión, después de años de estudio, de que no era fascista como creímos en un primer momento, llegó la hora de develar otro de los grandes misterios del tango. Ese arcano a resolver es la verdadera identidad sexual de “Melenita de Oro”, el oscuro personaje del famoso tango firmado por Samuel Linnig.
Para desconcierto de todos, Don Julio fue interrumpido por una de las mujeres presentes en el café.
¿-Usted quien es? Preguntó Julio a la dama que le paro el carro.
-Soy Malena, la que esconde una esperanza humilde, y creo que a esta altura del partido discutir la sexualidad de “Melenita de Oro” o de su creador es irrelevante, y hasta anacrónico.
-Y que propone usted, contestó Paredes, para agregar irónico:
¿-Investigar si el hijo de “Giusseppe el zapatero”, se recibió de médico?
-Puso chapa en la puerta, aventuró, tímido, el tordo Laferlita.
-La chapa puede ser trucha, retomó Malena: -Lo que nos interesa a los estudiosos de la música popular es el lugar simbólico común creado por el tango.
Este lugar aglutinó un país en torno suyo, y esa alianza de clases a través de nuestra música duró hasta 1956. Ese año el país cambió y se terminó el tango para siempre. Y ese final anunciado tuvo dos cierres magistrales: “La última curda”, de Cátulo Castillo y “Adios Nonino”, de Piazzolla.
Es como si uno se emborrachase en el velorio del padre. Después la nada.
Cuando Malena, la que esconde una esperanza humilde calló, se hizo el silencio.
Mutismo que rompió Paredes que conciliador expresó:-De todos modos Malena, creo que debemos situarnos en la época en que esos tangos fueron compuestos. “Melenita de Oro” es de 1923. “Giusseppe el zapatero” de 1930.
Continuó Paredes:-Usted no debe desconocer los orígenes prostibularios del tango, y “Melenita de Oro” no sería el primer travestido en la historia tanguera.
Como ha investigado Don Ricardo Ostuni, en la década de 1910 se destacó el famoso “Mirko”, encarnado por el actor Fernando de Torres que vestido de mujer cantaba en los prostíbulos de la calle Junín.
Este buen señor podría haber inspirado el tango de Linnig.
-Usted insinúa que hubo un romance entre Mirko y Samuel Linnig, preguntó con desconcierto el rengo.
¿-Y porque no? Contestó Paredes. Como decía el finado Hegel siempre hay hechos paralelos en la formación de un mito.
En Buenos Aires tenemos una leyenda que es el tango.
En su desarrollo nuestra música formó pareja con diversas patologías que debemos estudiar siguiendo el método dialéctico de tesis, antitesis y síntesis.
El tango bailado entre hombres en la vereda, el tango y la tuberculosis, el tango y la sífilis, el tango y el estado de locura que esta enfermedad producía en su etapa terminal.
Recordemos el doloroso final de Pascual Contursi en el Hospicio de las Mercedes.
Y todos los caminos emprendidos por el tango tienen un solo origen: el quilombo.
Pienso que lo que podemos hacer es recurrir al vidente Locuco para que nos traiga a la mesa a Samuel Linnig.
-Pero Paredes usted que se cree, que esto es un almacén, pide un kilo de yerba y se lo vendo, contestó muy molesto Locuco.
-El poder de invocar a los muertos es un don que heredé del finado mi viejo, y traer alguno del más allá no es cosa fácil. La concentración es fundamental. Yo estudié Espiritismo Científico, acá hay mucha gente y no se si puedo llegar hasta el paraíso con tanto ruido.
-Inténtelo, le ordenó Paredes.
De inmediato se corporizó Samuel Linnig.
Atildado en el vestir, lucía guantes y bastón.
-Supongo que quieren hablar conmigo. En que los puedo ayudar.
Malena, la que esconde una esperanza humilde, rompió el silencio:
-Tenemos con el Señor Paredes dos posturas diferentes ante el tango y en cuanto a su historia, dijo.
-A Paredes le interesa conocer el sexo de “Melenita de Oro”,
cosa para mi intrascendente. Lo que yo quiero es demostrar que a través del tango se concretó entre 1917 y 1956 la integración del país.
Contestó Samuel:-Para la primera pregunta la respuesta es afirmativa. Tiene razón el Sr. Paredes al suponer que “Melenita de Oro” era un travestido y no es un tema menor.
Lo insinúo en la letra dos veces. Cuando “Melenita” dice: “a mi me llaman Melenita de Oro." Si a usted señora le preguntan su nombre lo dice porque no tiene nada que ocultar. No masculla “me llaman Malena”.
En otra parte dice el amante de “Melenita”: “Apágame la luz, cierra la puerta…No quiero verte más mujer odiada, déjame solo, solo con mi pena. ¡No quiere verte más, vuelve mañana.”
Lo que quise señalar es que en sus orígenes y en las primeras épocas del tango, la mujer era una excusa para la pasión entre los hombres.
Con respecto a lo que dice Malena estoy de acuerdo en el espacio simbólico común, que aunque muy disputado, la enorme mayoría del pueblo pudo reconocerse en él.
-Que hubiese pasado si “Melenita” decía de manera explícita que era un traba, preguntó Paredes.
Contestó Don Samuel:-A “Melenita” nada. Yo hubiese tenido que huir rápidamente a mi país de origen, el Uruguay.
Solo a Gardel se le disculpaba todo, incluso sus simpatías políticas conservadoras, y su amistad con personajes como Fresco y Barceló.
Además Don Carlos inventó el tango y fue el mejor relator de historias que tuvo el país. Por eso la Iglesia le prendió fuego.
De manera inesperada se oyó la voz del Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte:-Quiero señalar que Linnig es autor también de otro clásico del tango, Milonguita, la pebeta más linda de Chiclana.
-Musante, usted por acá, dijo Linnig sorprendido. -Quiero decirle que dejó un grato recuerdo en el café “El Pensamiento”. ¿Cuándo vuelve?
-Cuando Carlos Gardel me llame a su lado, contestó el Sr. Musante.
-Me despido agradecido, la conversación ha sido esclarecedora, dijo Linnig.
-Como gratitud por haberme convocado quiero dejarles un verso escrito el 16 de Octubre de 1925, día de mi partida: “La luz del mundo me dice adiós”. Señores, buenas tardes, concluyó.
La silla que ocupaba quedó vacía.


Bibliografía:
Tango. La mezcla milagrosa (1917-1956)
Carlos Mina
La Nación- Sudamericana. 20007.